Okja: El Totoro coreano como nuevo ícono de ficción
Precedida por una polémica en su estreno en Cannes 2017 porque no será exhibida en salas de cine (dado que Netflix tiene la exclusividad), la película Okja, del coreano Bong Joon-ho, está disponible en todo el mundo a través de la plataforma de streaming apenas un mes después de competir en el quizás más importante festival de cine. El filme ha abierto el debate sobre las estrategias comerciales de las productoras y el acceso masivo a bienes culturales, en desmedro de la calidad y efectividad de la imagen; pero tiene suficiente mérito por su profundidad argumental, hermosa fotografía y efectos de animación, para convertir a la cerdita inspirada en Mi vecino Totoro de Hayao Miyazaki en un nuevo ícono del cine de ficción.
Okja es una de los 26 supercerdos producidos por Mirando Company que, en una campaña de marketing que buscaba instalar una nueva imagen de sustentabilidad de la empresa, fueron entregados a granjeros de diferentes países para su crianza. Diez años después, la compañía alimentaria liderada por Lucy Mirando los reunirá en un concurso en Nueva York para elegir al más saludable y con mejores índices metabólicos.
La villana de esta satírica película familiar es interpretada por la actriz británica Tilda Swinton, con una actuación cercana al subgénero slapstick, rasgo que comparte el zoólogo, veterinario y rostro de Mirando Company, el Dr. Johnny Wilcox (Jake Gyllenhaal), que representa la traición al mundo animal e instala en la película una alegoría moral. La actriz, que en su época universitaria militó en el partido comunista, considera que Okja es un homenaje al Totoro del maestro Miyazaki y que es una película de acción real (no animada) del realizador japonés, pero dirigida por el coreano Bong Joon-Ho.
Con un parecido al espíritu del bosque de la cinta producida por Studios Ghibli en 1988 en sus grandes dimensiones y en su vínculo con la pequeña protagonista, Okja representa una crítica que va más allá de la voracidad de una industria alimentaria que usa la manipulación genética para producir cada vez más: es el modelo capitalista -con su lógica de producción sin límite, echando mano de la tecnología sin ética y del marketing sin apego a la verdad para aumentar las utilidades de las grandes compañías- lo que está a la base del cuestionamiento. Si Totoro era el guardián del bosque que resguardaba la vida natural y hacía germinar las semillas, Okja representa la intervención humana de la naturaleza a ultranza, al punto de ser ella misma fruto de una intervención de sus genes para fines comerciales.
Relación niña y bestia
Durante una década, la supercerdita Okja había sido cuidada por la pequeña Mila y su abuelo en las montañas del pueblo coreano de Sanyang, forjando un vínculo de compañerismo, cariño, lealtad y complicidad (tal como Totoro con Satzuki y Mei). La relación de afecto entre una niña y una bestia que Miyazaki exploró en varias de sus películas (que siempre tuvieron mujeres protagonistas), es repetida en Okja por Bong Joon-ho, logrando bellas imágenes de profunda y conmovedora ternura.
Probablemente las escenas de la parte inicial de la película sobre la vida natural, la abundante vegetación, los paseos por los bucólicos paisajes o la pesca del alimento para el almuerzo en el río (al cual Mila devuelve un pescado muy pequeño para ser comido, en un guiño ecológico) son las que más se extrañarán en una sala de cine, ya que una restringida pantalla de televisión no permite admirarlas en toda su belleza.
La pantalla grande haría posible apreciar con justicia el trabajo de animación que le da vida a Okja, que a través de sus expresiones y movimientos la convierte en una entrañable mascota que logra vincularse afectivamente con la niña y que es capaz de sentir, distanciándola así de un producto alimenticio creado en un laboratorio que terminará servido en alguna mesa. Particularmente, los movimientos de los ojos de Okja expresan la conexión que establece con su amiga humana y también evidenciarán, inyectados en sangre, los efectos del maltrato animal al que ha sido sometida en el laboratorio al ser capturada tras una frenética huida con Mila y los integrantes del Frente de Liberación Animal (FLA), activistas que buscan boicotear a la industria transgénica.
El dolor animal queda de manifiesto en una conmovedora escena en que cientos de cerdos esperan su hora en el matadero (donde se escuchan voces en castellano de trabajadores latinos), en una imagen muy parecida a un campo de concentración, y una pareja de ellos logra colar a su pequeño cerdito en los pliegues de Okja para salvarlo de la muerte.
Pequeña heroína
Mila creció en compañía de Okja, convencida de que la supercerda había nacido en Arizona y que la madre del animal era chilena (nuestro país aparece mencionado un par de veces en la película). Sin embargo, todo lo que la niña creía sobre Okja es mentira: su compañera de juegos es fruto de una experimentación genética, presentado falsamente a los consumidores como un producto alimenticio no transgénico, seguro para la salud, que deja bajas huellas en el medio ambiente, además de ser delicioso al paladar. De ello se entera la pequeña y arrojada heroína que se aventura a rescatar a su amiga al ser llevada a Nueva York, cuando el líder del FLA y su equipo interceptan con gran parafernalia y producción el camión en que transportaban a Okja y le cuenta que la supercerda es producto de una manipulación genética.
Con una crítica a la industria transgénica, al dudoso manejo de las empresas trasnacionales y de alimentación industrial, la película evidencia el concepto de "propiedad" en la respuesta de una gerenta de la compañía (la hermana de Lucy, interpretada por la misma Swinton) a Mila, explicándole que no puede llevarse a Okja porque es la multinacional su propietaria y que así son los negocios. También señala que en los supercerdos todo es comestible (incluso la cara y el ano), salvo sus gruñidos, dando cuenta de la explotación extrema de estos animales genéticamente modificados.
Pero el director Bong Joon Ho también echa mano del humor negro para burlarse de la vereda opuesta, los activistas radicales, mediante uno de los integrantes del FLA. Convencido de que “toda la producción de comida es explotación”, se encuentra muy débil de salud porque decidió no comer para no impactar al planeta, llegando al nivel de que ni siquiera ingiere tomates “porque son madurados en gas de etileno”.
La amable y a la vez polémica película (más que por su contenido, por su canal de distribución) se resume en una escena que es una cita en que Mila duerme la siesta sobre el torso de Okja -tal como lo hacía Satsuki en la panza de Totoro-, reivindicando la simpleza, la conexión y el afecto entre seres diferentes: la niña y la bestia en su mundo de ficción.
Nota comentarista: 8/10
Título original: Okja. Dirección: Bong Joon-ho. Guión: Bong Joon-ho. Fotografía: Darius Khondji. Reparto: Ahn Seo-hyun, Tilda Swinton, Jake Gyllenhaal, Paul Dano, Byun Hee-bong, Steven Yeun, Lily Collins, Devon Bostick,, Shirley Henderson, Daniel Henshall, Yoon Je-moon. País: Corea del Sur. Año: 2017. Duración: 118 min.