How to have sex: problematizar la sexualidad

El tema del consentimiento en Reino Unido está presente en casi todas las campañas públicas dirigidas a los jóvenes, sin embargo, la película siente la necesidad de transformar un trauma en una incomodidad. Es entendible que Tara no pueda hablar o reconocer que fue una víctima, pero la película no toma postura, al menos en el primer de los eventos, sobre el límite del consentimiento y el abuso.

Cuando puse esta película en mi watchlist de Letterboxd, una amiga me dijo que por qué quería verla, si era terrible. Eso bajó mis ganas de ver How to have sex (2023) el debut de la cineasta británica Molly Manning Walker. Pero al paso de los meses y mientras se acercaba su estreno en salas, me topé con la review de Karina Solorzano en Letterboxd, crítica de cine mexicana, que decía: “El sexo y la alegría se han ido del cine y en su lugar se ha instalado una didáctica que se hace pasar por progresismo”. 

La premisa de la película son las vacaciones de un grupo de amigas británicas a España, donde esperan estar de fiesta y tener sexo, sobre todo Tara (Mia Mckenna-Bruce), que aún era virgen, lo que era un tema relevante para sus amigas. Cabe mencionar que las tres chicas: Tara, Skye (Lara Peake) y Em (Enva Lewis), son menores de edad y que las dos primeras habían decidido dejar la escuela. En el hotel conocen otro grupo de británicos que han ido con la misma intención que ellas.

Algo fundamental de aclarar es que este tipo de viajes son muy comunes en los adolescentes británicos. Son una suerte de ritos que deben vivir antes de llegar a la universidad o comenzar a trabajar. La posibilidad de obtener tickets aéreos económicos permite, además, que sea una tradición transversal a cualquier clase social en la isla. Y el objetivo siempre es el mismo: emborracharse, drogarse, tener sexo y estar de fiesta la mayor cantidad del tiempo posible. Esta descripción no es un juicio moral, sino una contextualización sobre la película que se basa en un escenario completamente real y posible.

En este sentido, las protagonistas van, intencionalmente, en busca de esa diversión libre fuera de sus casas. El problema radica en que, en su búsqueda por tener sexo, Tara es llevada por Paddy (Samuel Bottomley), uno de los chicos de la habitación vecina, a la playa durante la noche, donde forzadamente tienen sexo. El tema preocupante de la película es que Tara no se niega, pero se muestra adolorida e incómoda, donde ambos adolescentes se encuentran alcoholizados. Y aquí es donde siento que la película se vuelve peligrosa: disimula y nubla el límite del consentimiento sexual netamente al dolor e incomodidad.

Como espectadores, la escena en la playa se transforma en incómoda y desagradable, sin embargo, How to have sex no problematiza mayormente esta situación más que repetir, cada cierto tiempo, las imágenes de dolor de Tara. Lo que podría haber sido un encuentro agradable, termina siendo traumático para ella. Pero, insistiré al respecto, la película plantea una frontera muy frágil entre si Tara se sintió incómoda o si Paddy está abusando de ella. Personalmente, como espectador, creo más en la segunda, pero la directora juega con la posibilidad de un despertar sexual traumático más que en la agresión.

Solo es cuando Tara se encuentra, más al final de la película, acostada y Paddy se acuesta con ella, que se explicita el abuso sexual de él sobre Tara. Aprovechando que está dormitando, Paddy viola a Tara hasta que es interrumpido por una de las chicas que quería descansar en la pieza. Sin embargo, nadie en su entorno cuestiona la escena, cuando es explicito el estado de Tara y que Paddy se sube los pantalones antes de salir de la cama.

Existe una suerte de naturalidad en lo que Tara sufre, que no es hasta que están en el aeropuerto, que ella logra decirle a Em que estaba dormida cuando Paddy la abusa y no fue consentido como el resto decidió pensar. El tema del consentimiento en Reino Unido está presente en casi todas las campañas públicas dirigidas a los jóvenes, sin embargo, la película siente la necesidad de transformar un trauma en una incomodidad. Es entendible que Tara no pueda hablar o reconocer que fue una víctima, pero la película no toma postura, al menos en el primer de los eventos, sobre el límite del consentimiento y el abuso.

Aquí retomo la cita de Karina Solorzano, donde la película intenta pasar por progresista al tratar un tema como la violencia sexual contra las mujeres, pero esa sombra de duda que pone sobre el encuentro en la playa no permite distinguir lo que es la pérdida de la virginidad (un evento que es, en muchos casos, traumático), de un abuso. Y es difícil poder distinguir cual es la intención de la directora en este punto.