Habemus Papam (Moretti, 2011)
La veloz decisión de estrenar Habemus Papam, una cinta del 2011 que cobra vigencia hoy, es una buena oportunidad para difundir la obra de Nanni Moretti, quien en Chile se dio a conocer en circuito de festivales y llegó a su punto alto con el estreno comercial de La habitación del hijo película con la que ganó Cannes el 2001.
Lo cierto es que Moretti viene filmando desde inicios de los ´70, protagonizando la mayoría de sus filmes y ha sido un ácido comentador de la contingencia política, cuestión que ha ido in crescendo, primero por ser un porta voz público de la crítica al giro derechista del gobierno de Berlusconi, y segundo, por que el 2006 estrena El Caimán inspirada abiertamente en la vida del mandatario. Esta aparición de “lo público” siempre estuvo presente, desde otro punto de vista, en sus inicios: por vía del retrato generacional de la juventud de los 70s (Ecce Bombo), por vía de la parodia política (Palombella rossa) o alegato incómodo y personal (Caro Diario, Aprile): la preocupación por el rumbo de la sociedad italiana, iba siempre acompañada por las condiciones personales, existenciales e íntimas de sus propios personajes, con sus disquisiciones neuróticas y muchas veces psicoanalíticas. El personaje de Moretti es siempre un neurótico urbano en busca de sentido, a veces un soñador obseso y disconforme, inserto en condiciones sociales específicas, y ha sido, sin duda, uno de los cineastas que se ha preocupado por retratar a la sociedad de su tiempo.
En Habemus Papam, Moretti encarna un personaje secundario que será un psicoanalista que entrará al vaticano a “terapiar” al recién elegido Papa. El protagonista en crisis esta vez no será Moretti, será justamente el Papa y la pregunta que hace de disparador es: ¿Qué pasará al interior de ese sujeto llamado Papa? Moretti sintomatiza desde ahí la división entre ese sujeto público y el privado. El Papa tiene ataques de pánico y en más de una ocasión la situación es aprovechada para el gag cómico. Las consecuencias simbólicas- sutilmente planteadas, por lo demás- son interesantes. En efecto: el Papa como signo es puesto en duda en su síntoma mayor, la división entre el significante “maestro” y su desestabilización, su puesta en crisis. Vemos ahí las escenas del balcón vacío, pero también la inquietud social de un país católico. Un símbolo de poder…en crisis. Esta idea es recalcada por Moretti mediante ciertas ideas : el Papa baja a la calle, a lo mundano, y en su momento álgido una idea de esa espiritualidad cristiana es transmitida con “Cambia, todo cambia” de Mercedes Sosa escuchándose de fondo. Moretti, se dice, se habría adelantado a la renuncia de Benedicto XVI, pero lo que es más interesante es que quizás habría pensado las conflictividades políticas sobre el rol del Papa en el mundo social italiano, y la apuesta actual por cierta “humanización” y cercanía a América Latina. Ni hablar que Moretti también parodia esta situación geopolítica en una escena donde varios cardenales de todo el mundo juegan voleyball dentro del vaticano.
Habemus Papam posee uno de los más significativos finales que se recuerden en términos simbólicos. La sutileza y estilización con que logra llegar a ese final es sólo fruto de una poética personal donde no dan lo mismo los medios para llegar a sus fines, así como tampoco basta la ideología para pensar la política. Filmar, para ver. Y comprender.