Ghost in the Shell. Vigilante del futuro: La cáscara del remake
De todos los formatos fílmicos que Hollywood nos entrega cada año, probablemente es el remake el que más críticas y dudas genera desde antes del estreno. En el caso de una nueva versión de una obra de culto este rechazo puede ser aumentado por la intolerancia de parte de un grupo de fans a la reformulación de una obra que consideran “cerrada”. Sin embargo también es necesario decir que gran parte esta desconfianza proviene de los pobres resultados y la idea que subyace detrás de la mayoría de estas producciones en los últimos años. La mayoría de los remakes que vemos anualmente tienen dos objetivos: renovar un relato de éxito comprobado con estrellas actuales, como en la reciente La bella y la bestia, por un lado, o “traducir” películas extranjeras para la audiencia norteamericana por el otro. Este último caso es uno de los más cuestionados, y puede ser visto cómo resultado de una industria nacional que ha convertido a las películas en lengua no inglesa (tanto subtituladas como dobladas) en un patrimonio exclusivo de la cinefilia. De este modo, una historia que encuentra el éxito en su respectivo país y lengua es llevada a la pantalla y en habla inglesa por medio de rostros familiares del star-system para una audiencia aún más masiva. Muchas de estas adaptaciones, como hemos visto, pueden terminar en una versión simplificada de la obra original, una reversión más digerible para el gran público estadounidense.
En el caso de la última película de Ruper Sanders, era casi imposible esquivar las comparaciones de este nuevo trabajo con el clásico del anime original cuando los trailer ya revelaban que habían escenas que recreaban las partes más icónicas de la obra casi plano por plano. Sin embargo, habían también razones para ponerse más entusiastas al aparecer estos avances. Hacer un remake de la Ghost in the Shell original (Mamoru Oshii, 1995), después de todo, podía cobrar sentido al observar cómo varios de los temas de la obra original han cobrado mayor relevancia en nuestros tiempos (robotización del trabajo, ciber-política, cuerpos de carne y metal, etc), y podían regresar con una renovada potencia en el actual contexto político. Además, Ruperts había anunciado que no planteaba estrictamente un remake de la obra de Oshii, sino una combinación entre el anime original y más obras derivadas de su universo (la serie Stand Alone Complex, las ovas y la secuela de 2004). Este nuevo contexto global, más la propuesta de un remake híbrido daban destellos de esperanza a los fans que temían una obra mediocre.
Ghost in the Shell: Vigilante del futuro comienza explicándonos en los títulos de su introducción que estamos en un mundo en que el cuerpo puede “mejorarse” gracias a la tecnología. En este contexto la empresa Hanka ha logrado con éxito la primera implantación de una mente humana en un cuerpo completamente robótico. El resultado de esto es Mira Killian (Scarlett Johansson), la encargada de operaciones anti-cibercrimen. Junto a su equipo, la sección 9, se ven amenazados por los ataques de una organización desconocida que ha cometido delitos en reuniones diplomáticas a través de hackeos. A medida que Mira empieza a conocer de cerca al líder de la organización terrorista, un misterioso encapuchado llamado Kuze (Michael Pitt), empezará a descubrir lo que sus creadores le han ocultado y la obra tomará un matiz más existencial.
Estos títulos de introducción revelan desde el primer minuto un mecanismo hollywoodense: se nos explica a través de texto algo que sabremos de todos modos para evitar cualquier tipo de confusión o ambigüedad inicial. Varios de los problemas en la cinta de Sanders pasan por la manera en que se nos deja claro cada elemento de la cinta. A diferencia del anime original, o de Blade Runner (Ridley Scott, 1982) por mencionar otra cinta que notoriamente influyó la obra, nada queda para la imaginación del espectador. Cuando la naturaleza misma de su relato implica discusiones en torno a la identidad y las éticas tecnológicas, es sorprendente lo poco que la obra nos intenta confundir o hacer reflexionar respecto a su tema principal. Tenemos claridad respecto a la identidad de Mira desde el comienzo, y cuando llegan escenas que podrían enredar estas nociones la cinta se encarga de darnos la justa explicación en todo momento. Sanders también pone en boca de los personajes las reflexiones más profundas que se podrían desprender de la cinta. Tal vez el más evidente de estos subrayados se da cuando vemos a Batou (Pilou Asbæk) decir: “Sueños, memoria, ¿es acaso todo lo mismo?” después de que le explican los mecanismos de memoria digital de Mira.
Por otro lado, es necesario mencionar lo logrados que están los efectos visuales, aunque también se pueden objetar algunos elementos al respecto. La ciudad que Sanders construye es impresionante, y en pantalla grande impresiona ver la forma de sus edificios y la omnipresencia de la publicidad digitalizada. Si bien el diseño es notable pareciera que el equipo de Sanders estaba demasiado autoconsciente de lo logrado que estaba su mundo, haciendo que cada escena de exterior sea presentada con una larga toma aérea que con las repeticiones se vuelve agotadora. También se podría discutir que esta estética, por más lograda que pueda estar, combina los imaginarios de la original de Oshii con Blade Runner y Matrix (Hermanos Wachowsky, 1999), por lo que se podría hablar de una estética retro-futurista que no tiene interés en proponer una interpretación del futuro basada en observaciones actuales.
Si a esto le sumamos un villano que pareciera no tener otro fin que la maldad pura, una banda sonora curiosamente olvidable de Clint Mansell, y un final que cierra toda la discusión existencial para entregar un digerido mensaje de amor y esperanza, son varios los elementos que fallan en la obra de Sanders sin necesidad de tener que compararla con la fuente original. El título de la obra puede servir de metáfora para lo que Sanders ha hecho con este remake. Tenemos un ghost (el universo original) cubierto por una cáscara de convenciones hollywoodenses que no nos permiten pasar a los temas más profundos que propone el relato. Las preguntas en torno a la identidad y el futuro de los cuerpos están ahí, pero una coraza de artificialidad y sobre-explicación no nos permiten llegar a ellas.
Nota comentarista: 4/10
Título original: Ghost in the Shell. Dirección: Rupert Sanders. Guión: Jamie Moss, William Wheeler, Ehren Kruger. Fotografía: Jess Hall. Montaje: Neil Smith, Billy Rich. Música: Clint Mansell, Lorne Balfe. Reparto: Scarlett Johanson, Michael Pitt, Pilou Asbæk, Chin Han, Juliette Binoche, Takeshi Kitano. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 106 min.