Fragmentado (1): Fragmentos del dolor
"Somos lo que creemos que somos", dice Bestia, la creación de otras veintitrés personalidades que conviven al interior de Kevin Wendell Crumb, un ser con segundo nombre al igual que los grandes asesinos estadounidenses. Ese diálogo frente al espejo es respondido por Hedwig (personalidad de un niño de nueve años): "Ahora sí creerán que existimos", es la estrategia que escoge el director norteamericano de origen indio M. Night Shyamalan para hacer visible el mundo de la locura a una sociedad que tiende a esconder a sus locos.
No es de extrañar que el director sea depositario del conflicto entre el pensamiento oriental y occidental para sorprendernos con su tesis extravagante: los quebrados producto del dolor representan a los puros, los únicos que tienen valor por sí mismos debido a que han sido anteriormente destrozados. En este universo ideado por Shyamalan "los quebrados" serían los seres evolucionados. Son de sangre purificada, seres mágicos (¿Harry Potter?) que mediante su pensamiento pueden despertar el gen dormido y aprovechar todo el potencial del ser humano. Por eso la existencia de la doctora Fletcher es tan importante, ella personifica al mundo científico que observa las paradojas del trastorno de personalidad disociativo, una mirada comprensiva ante la enfermedad que intuye algunos alcances, pero que en ningún caso está abierta a lo sobrenatural: un ente terrorífico de fuerza descomunal trepando por las paredes.
Reflexivo planteamiento de Shyamalan que entiende que detrás de la tesis aparente, reflejada en un espejo, se esconde su antítesis: los seres quebrados (aquellos que sufren trastornos mentales) no representan a ningún movimiento, tan sólo son el fruto de años incubando el dolor. Hábilmente el director introduce otra arista, en este universo "los quebrados" pertenecerían a una especie de religión que a través del dolor (no de la culpa) purifican la sangre del hombre. Tan descabellado es este último argumento, que nos hace entender que la antítesis de este universo es el enfoque buscado por el director.
Esta magistral arquitectura de espejos requiere el cien por ciento de las dotes histriónicas de James McAvoy, con el objeto de ver reflejados en su rostro las múltiples caras que componen a esta Bestia, multiplicidad de mundos internos que se contraponen a aquellos externos: la sociedad representada a través de un noticiario de televisión, las calles vacías y nocturnas, incluso el zoológico al cual asciende Casey Cooke. Esta chica raptada (el otro personaje con apellido) constituye la otra cara de la moneda, la víctima que no ha enfrentado sus miedos, que se provoca marcas en la piel, aquella que no ha dejado salir a su bestia y que espera al interior del auto (antes cárcel y ahora protección) que venga su agresor a rescatarla.
Los personajes principales son tres y constituyen una suerte de trinidad cristiana. Kevin y Casey (las víctimas originales de esta historia) representan dos caras opuestas: el chico de personalidad múltiple es aquél que ha despertado, mientras la chica raptada es aquella que no enfrentado a su victimario. Kevin sería una especie de dios ascendido y Casey el ser terrenal que todavía no ha resucitado. La doctora (tercer personaje) tiene como rol ser un espejo, un objeto neutro que refleja sólo aquello evidente al método científico, pero que a su vez le brinda cierta coherencia al espectador.
Interesante es el juego entre luces y sombras que propone el director para su puesta en escena, aunque deliberadamente confuso en su significación. La luz representa una oportunidad para hablar para cada voz escondida dentro de Kevin, son salidas de personalidad para afrontar el abuso sexual del cual fue objeto cuando niño, en cambio, la oscuridad es la amalgama de esas multiplicidades encarnadas en la Bestia. La oscuridad está presente en los túneles, en los cuartos aislados tras los cerrojos, que simbolizan materialmente los diferentes recovecos de la mente de Kevin. Los cuartos subterráneos están definitivamente bajo el alero de la oscuridad, en gran parte de la película son el campo visual, en tanto el fuera de campo sería la luz, el mundo exterior, aquél donde se emplaza el zoológico humano donde habita el tío de Casey, que la sigue violando bajo el disfraz de tutor legal, estableciendo que la luz tampoco es un lugar seguro.
Detrás de estas significaciones maniqueas descubrimos el conflicto profundo, el quiebre de este personaje fragmentado: el maltrato físico y psicológico de una persona en formación, peor si esa violencia proviene desde el interior de la familia y aún peor si se trata de abuso sexual. En la mente de Kevin no existe una familia funcional, sus múltiples personalidades son espejos rotos. Esperen de esos fragmentos un ser atormentado que quizás se refugie en el arte para catalizar el sufrimiento, o un ser perturbado que deba ser recluido en un hospital psiquiátrico, o bien esperen a la Bestia que canalizará el dolor en furia descontrolada, ya no sólo contra la familia sino contra la sociedad, un ser capaz de generar esa estremecedora imagen de James McAvoy doblando los barrotes en un rictus endemoniado.
M. Night Shyamalan utiliza el recurso del fuera de campo de una manera perturbadora. El espectador no estará a salvo en la luz ni en la oscuridad, tampoco encerrado en una habitación, en definitiva, los recuerdos implacables harán que cualquier lugar sea inconfortable. El espacio exterior no será lo visible a través del tragaluz de La habitación (Room, 2015), cinta de Lenny Abrahamson donde un niño secuestrado percibía el mundo externo como algo esperanzador. Ese punto de vista inocente de un niño que recibía todo el amor de su madre hacía del cautiverio un asunto secundario, en cambio, Shyamalan propone una dispersión del punto de vista en múltiples personalidades creadas para hacer frente al sufrimiento.
Una escena que dimensiona la proporción de ese dolor ocurre cuando Casey observa en la mirada desquiciada de Kevin (Bestia) el origen de sus propios miedos. En ese instante logra liberarse y derrama lágrimas al verse reflejada en un espejo, intuye que es una más de «los quebrados», mientras de fondo aflora una música luminosa. Casey experimenta algo místico al enfrentarse con la naturaleza de su propio ser, incluso siente empatía y compasión hacia el monstruoso Kevin.
La película ha logrado desatar el conflicto en escasos cinco minutos. Tuvo un desarrollo psicológico de gran espesor, el terror se fue colando desde lo claustrofóbico hacia lo sobrenatural. El origen de la violencia proviene del ser humano y una vez activada esa bomba de tiempo, el director nos sumergirá en aguas profundas para hacer aflorar las emociones más recónditas. "Somos gloriosos… ya no tendremos miedo", anuncia Bestia hablando en plural. "Sólo a través del dolor… podrás alcanzar tu grandeza".
Aníbal Ricci
Nota comentarista: 8/10
Título original: Split. Dirección: M. Night Shyamalan. Guión: M. Night Shyamalan. Fotografía: Mike Gioulakis. Reparto: James McAvoy, Anya Taylor-Joy, Betty Buckley, Haley Lu Richardson, Jessica Sula, Sebastian Arcelus, Brad William Henke. País: Estados Unidos. Año: 2016. Duración: 116 mins.