Europa Ya! (2): La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014)
Estamos en un remoto pueblo del sur de España, a comienzos de los años ochenta. Atrás ha quedado la dictadura de Franco pero aún permanecen ciertos resabios del antiguo orden en donde aloja el miedo, la sumisión, la cultura de la obediencia y la opacidad sumisa del poder arbitrario. A este pueblo, a esta tierra de nadie en donde el tiempo parece haberse detenido, llegan Pedro y Juan, dos policías defenestrados de sus lugares de trabajo por diferentes motivos. Cada uno carga con culpas diferentes, casi opuestas. Por una parte, Pedro es el tipo que grava con insolencias a la autoridad, mientras que Juan lastra con un pasado demasiado atroz como para que su vida quede impune. Nada más se puede contar. Todo se sabrá a su tiempo y el espectador a la larga agradecerá no haya que explicar más de la cuenta. Por ahora, solo podemos decir que el castigo que se les impone es investigar la desaparición de dos muchachas en medio de la noche.
Son dos personalidades que encarnan la antigua y la nueva España, aunque más cierto es decir que en sus discordancias y contradicciones afloran las incoherencias propias de un país aún atrapado en los vicios autoritarios y la promesa animosa de una nación que quiere escapar hacia un futuro indeciso. Por de pronto, saben que atrapar al asesino los sacará del purgatorio laboral que viven, y se abocan a ello como si les fuera la vida en ello. En la búsqueda de rastros que entreguen pistas para resolver el caso, el pueblo se niega a ayudar a los policías, a quienes ve con reserva y con cierta distancia aprensiva, como extranjeros que trastocan el sueño tibio que los abriga y sofoca, que los degrada y guarece. Se pone en marcha un ritual de protección a diferentes niveles: la severidad de los rostros, las amenazas implícitas, el agobio de una atmósfera húmeda y sofocante, todo conspira para evitar atar los cabos sueltos de la investigación.
Sin embargo, Pedro y Juan porfían en la búsqueda de respuestas, surgiendo entre ellos un compromiso que no oculta las razones que motivan su profesionalismo: en el caso de Pedro, la necesidad de volver a Madrid; en el de Juan, la ocasión levemente esbozada de desmentir el horror de un pasado que agrede su conciencia. En esta colaboración mutua se origina una atracción y aversión propias de dos seres que albergan el cansancio y la exasperación por resolver algo más que la mera desaparición de las muchachas. Aquí se abren y desmantelan verdades que se creían asumidas y se revelan circuitos de barbarie que se pretendían ocultar.
Alberto Rodríguez filma con una severidad cercana al David Fincher de Seven, solo que omite los granulados barrocos y asfixiantes de este último para abrir la cámara al espacio geométrico y zigzagueante de las comarcas del Guadalquivir. Hay planos cenitales fabulosos, casi irreales, como si se nos recordara a cada tanto que estamos viendo un insectario, un zoológico, una galería de seres estancados en la turbación y la cobardía. El tono emocional de la película se mueve de forma ambigua: hay un patetismo distintivo en los policías. Tal vez derive de los obstáculos que deben superar para encontrar la verdad, quizás sea la sensación algo lastimosa de que la resolución del caso no acaba con las incertidumbres, sino que abre otras aun más repugnantes y hostiles.
La Isla Mínima es una película que resume una extraña tristeza, una fatalidad en sordina, nunca del todo asumida. Es un thriller ejemplar, espléndidamente filmado. Las ráfagas de viento lluvioso y los disparos se vuelvan palpables y audibles. Los seres de este pueblo infernal son filmados como si fueran perjudicados por una fatalidad permanente, física, geográfica y mental. Eso hace que, en medio de la violencia, las dudas y las agresiones, los personajes de La Isla Mínima exuden una humilde ignorancia que los redime, un aire compasivo que los exime del castigo definitivo. Como lectura moral, es un relato que mira desde el pasado, pero que abre respuestas sobre las heridas perdurables que consienten los estados de miedo permanente, como una herida que se abre entre los individuos y que las sociedades no logran del todo cicatrizar. Gran película.
Nota: 9/10. Promedio del blog: 7/10. La isla mínima, Director: Alberto Rodríguez, Guión: Alberto Rodríguez, Rafael Cobo, Reparto: Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez, Nerea Barros. 2014, 105 min. , España.