Elvis: La expiación del capitalismo
En una lectura superficial, esta propuesta se podría interpretar como una crítica o justificación de Parker, un lavado de manos frente al rol e influencia que él tuvo en la vida de Presley. Sin embargo, al paso de las casi tres horas de película se puede pensar fácilmente que la propuesta de Luhrmann es similar a la de Parker, donde el show debe continuar pase lo que pase. Pero, quizás lo más importante y cuestionable, es que el espectáculo sigue sin la profundidad y complejidad que representa Elvis, tanto el real como el personaje del filme.
Si hay algo que caracteriza a las películas de Baz Luhrmann es un profundo interés por las formas y el espectáculo cinematográfico que se ha transformado en una suerte de purismo presente en toda su filmografía. Desde su Red Curtain Trilogy (trilogía del telón rojo), hasta el reciente estreno de Elvis (2022), las formas se imponen frente a las mismas historias. La película cuenta la historia de uno de los artistas más relevantes para la historia de la música contemporánea, Elvis Presley (Austin Butler), desde su infancia pobre en Memphis hasta su muerte por sobredosis en su mansión de la misma ciudad. La particularidad de Elvis es su narración, donde el controvertido Colonel Tom Parker (Tom Hanks), descubridor del artista y mánager, es quien cuenta la historia de Elvis desde su punto de vista, resaltando ciertos aspectos que él (y asumo el director), consideran más relevantes para la película.
La premisa de Elvis es que él no muere por sobredosis, ni por culpa de Parker, sino por el profundo amor hacia sus fanáticos. De esta forma, todo lo que vivió, sufrió, experimentó y abusó Presley durante su vida fue netamente para satisfacer el amor de y hacia sus fans. La película plantea desde un inicio que Elvis quería ser famoso y recordado, trascender como un superhéroe que pudiera sacar a su familia de la pobreza, y que, por lo mismo, haría todo lo que estuviese a su alcance para lograrlo. Parker, supuestamente, solo lo ayudó a conseguir sus objetivos pese a que ellos fuesen en contra de su familia, su pareja y su propia vida.
En una lectura superficial, esta propuesta se podría interpretar como una crítica o justificación de Parker, un lavado de manos frente al rol e influencia que él tuvo en la vida de Presley. Sin embargo, al paso de las casi tres horas de película se puede pensar fácilmente que la propuesta de Luhrmann es similar a la de Parker, donde el show debe continuar pase lo que pase. Pero, quizás lo más importante y cuestionable, es que el espectáculo sigue sin la profundidad y complejidad que representa Elvis, tanto el real como el personaje del filme.
Hay muchas cosas que pasan a ser anecdóticas a lo largo de la película y que en la vida real y en la interpretación de Elvis se notan más relevantes y complejas. Por ejemplo, sus inicios musicales se retratan por su fuerte vínculo y amistad con afroamericanos a lo largo de su vida, desde niño y sus amigos del barrio, hasta sus visitas a Bale Street, cuna del blues de Memphis. Sin embargo, la mirada de Luhrmann sobre esta relación es bastante superficial por varios motivos. El descubrimiento musical de Elvis es retratado como el descubrimiento de un mesías, ungido y elevado a esa posición en una ceremonia religiosa en un templo afroamericano, donde él es el único blanco del lugar. Esta escena omite la real relevancia de Elvis como un integrador en un contexto de segregación racial en Estados Unidos, donde la música afroamericana no tenía un mayor espacio en las radios, él abre un espacio, aunque no lejos de cuestionamientos en la vida real. La admiración de Elvis por el blues y la música afroamericana queda reducida ser solo un refugio al que recurre cada vez que se siente sobrepasado, por ejemplo, cuando el personaje de B.B. King cuestiona por primera vez las intenciones del coronel Parker sobre la carrera de Elvis.
Otro hecho anecdótico es su paso por el ejército, el cual es retratado sin el contexto político que conlleva. Elvis es enviado a Alemania, donde comienza su adicción a las anfetaminas. Pero para la película, lo único relevante es que ahí conoce a Priscilla, y, por lo tanto, aparece el principal enemigo para su carrera y para el coronel, el amor. La película exalta la imagen donde el éxito personal, la fama y el dinero son opuestos a la realización amorosa y a la felicidad emocional, similar a lo propuesto por Damien Chazelle en La La Land (2017). Pero no solo se cuestiona el amor romántico, sino que también el familiar, donde la madre de Elvis es retratada como una alcohólica y su muerte es vista solo como una consecuencia de su adicción, sin mencionar que en la vida real muere de hepatitis.
Ese desprecio por la profundidad de la historia queda aún más reflejado en la relación entre la música y el dinero. La película retrata a Elvis completamente despreocupado por el dinero y solo enfocado en la música y sus adicciones, pero cuando se da cuenta que está en bancarrota por culpa del mal manejo de su padre y del coronel, posterga sus sueños de hacer giras en el extranjero y decide quedarse en Las Vegas hasta colapsar. Pero lo que omite la película de manera casi descarada, es que este colapso es producto de ser uno de los más importantes y relevantes “productos” de esa época. De nada servía ser Elvis si no vendía, no era funcional ni para su padre, ni para el coronel, ni para el casino prisión en el que vivía.
Y es aquí donde la película decide no ahondar donde debe, profundizando en “la falta de amor”, “su entrega a los fans” y su “incapacidad emocional de tomar decisiones”. Sin embargo, lo que mató a Elvis fue el capitalismo de la época, donde el coronel, el casino, su padre y los fans fueron sus cómplices. Nadie cuestionó que Elvis estuviese destruido por las drogas, que no pudiese mantenerse en pie en el escenario o que su familia se encontrara lejos. Lo que se cuestionaba era que no se presentara a cada show en el casino o de la gira, porque ahí existía una traición a lo más sagrado de la sociedad norteamericana, al capitalismo y al derecho de consumir un producto hasta agotarlo. La persona ya no es relevante (tanto así que en la vida real el coronel Parker organiza un concierto homenaje a pocos días de su muerte), en tanto siga produciendo dinero para alguien. Pero eso no se cuestiona en la película, sino que se presenta de una manera superficial, donde el negocio funcionaba de esa manera y no había forma de cambiarlo. El capitalismo, o “el sistema” no es culpable para Luhrmann, sino la forma en que cada uno escogía su rol en él. Así, la vida sería una suerte de ruleta donde todos apuestan a ganador y, finalmente, el único perdedor fue Elvis.
Título original: Elvis. Dirección: Baz Luhrmann. Guion: Jeremy Doner, Sam Bromell, Baz Luhrmann, Craig Pearce (basados en la historia de Jeremy Doner y Baz Luhrmann). Fotografía: Mandy Walker. Música: Elliott Wheeler. Reparto: Austin Butler, Tom Hanks, Olivia DeJonge, Yola, Luke Bracey, Kelvin Harrison Jr., Dacre Montgomery, Helen Thomson, Richard Roxburgh, David Wenham. Año: 2022 País: Estados Unidos, Australia. Duración: 159 min.