El taller: Artificio y ridículo
La ficción muchas veces trata de llenar de emoción artificial o de entregarle urgencia a eventos que en realidad no lo tienen, como una forma de darle algo “cinematográfico” a lo mundano del día a día. Esta reflexión surge luego de entender que hay pocas cosas menos cinematográficas que el proceso de un taller literario: las personas se sientan en un círculo alrededor de un moderador, leen textos en grupos, comentan, hacen consultas y luego se paran y se van. Ahí no hay nada de valor salvo para quienes asisten, los cuales se ven beneficiados y obligados a crear constantemente, pero para alguien ajeno al grupo, observar esto es casi tan divertido como mirar una clase de pintura al óleo en la que no se te deja tomar un pincel.
Entonces el guionista o director que se ve, por alguna razón, llevado a la tarea de realizar un filme sobre un taller literario se ve obligado a entregarle artificio para que se torne interesante. ¿Cómo se hace en un filme como El taller? Bueno, pues partamos con el suicidio de un personaje, el Poeta Desconocido, quien deja detrás su último poema, un elemento que es aparentemente codiciado por algunos de los alumnos que pronto se unirán al Taller del Poeta Desconocido, liderado por el mejor amigo del difunto. Más encima, ponemos que los que están asociados al Poeta y toda la organización encubren una célula anarquista terrorista que se encuentra detrás de un ataque incendiario a un carabinero. Más encima, hay un periodista que, por alguna razón, cree que los responsables del acto están en el taller. Más encima, hay familiares del Poeta que quieren recobrar de alguna forma el poema perdido. Además, pongamos a Marcial Tagle haciendo de un metalero que se embadurna la cara con sangre (“es de animal, no se preocupen”, dice con una voz grave que quiere ser gutural, pero sigue siendo la voz de Marcial Tagle) y empieza a decir incoherencias en latín en medio del taller.
Como se puede ver, es demasiado. Y aún así, no resulta suficiente. Durante la hora y quince minutos de metraje se mezclan tantas cosas (lo de arriba fue tan sólo una muestra) que al final, pese a que trata de ingresar en “temas profundos” -como la violencia policial, la necesidad de una revolución social, si esta debe portar armas o no-, todo deviene en nada, ya que muchas veces el que se tomen tan en serio hace que se reduzcan al ridículo, ya sea por un exagerado movimiento de cámara o una interpretación deficiente por parte de alguno del elenco. El nivel actoral está demasiado desbalanceado y cada actor pareciera estar en la película que cree en su cabeza que es. Mientras Daniel Muñoz hace lo que puede al inventar ridículos ejercicios narrativos (que nada tienen que ver con escribir), logra convencer con sus discursos donde mezcla poesía con política. Por su parte, Camila Hirane intenta un horrendo acento español sin ninguna razón especial. Marcial Tagle está en una farsa haciendo de metalero, y Cristián Campos… bueno, es Cristián Campos.
Con su propuesta fallida, El taller logra incluso decir algunas verdades sobre la belleza y necesidad de la poesía (y de la literatura en general), pero la trama deviene en una violencia que es simplemente el camino más fácil. Cuando los creadores del taller han sido descubiertos como los autores del atentado incendiario (usando a un joven encapuchado como sicario), la situación de rehenes que le sucede se resuelve con los clichés del género más esperables. Aunque pareciera tener buenas intenciones a la hora de hablar de literatura, es cuando se mete en las densas aguas de la política que el filme simplemente pierde todo rumbo.
Nota del comentarista: 4/10
Título original: El taller. Dirección: José Tomás Videla. Guión: José Tomás Videla. Producción: Mané Garrido. Fotografía: Jorge Roth. Dirección de arte: Angela Torti. Montaje: José Tomás Videla. Música: Rodrigo Figueroa, José Tomás Videla. Reparto: Daniel Muñoz, Christian Sève, Santiago Figueroa, Santiago Meneghello, Camila Hirane, Marcial Tagle, Víctor Montero, Amparo Noguera, Cristián Campos. País: Chile. Año: 2018. Duración: 75 min.