El poder del perro: Una sombra que se esconde
En El poder del perro, todas las relaciones están dadas por los condicionantes, por las posibilidades, por las cosas que los personajes están o no dispuestos a mostrar. Sus reacciones pueden estar apenas acompañadas de un rictus, una mirada furtiva, un gesto mínimo, que la directora está dispuesta a documentar como si ella no fuese parte de ello, como si la historia debiese ser mostrada por ella como una forma de exorcizar a este cuarteto de personajes que saben quienes son, pero no saben cómo expresarlo.
La delicada cámara de Jane Campion se posa sobre una sombra en las colinas que rodean la casa de los Burbank. Como si fuese un juego en el que adivinamos formas, Phil Burbank, el personaje interpretado por Benedict Cumberbatch, señala “A esta hora, puedes ver la sombra de un perro gruñendo”. Una forma que no siempre puede verse. Tal vez, una forma que se puede ver sólo si quien mira quiere hacerlo.
Esta revelación puede ser pasada por alto en medio de la historia que Campion decide contarnos. Desde la primera imagen conocemos a Phil Burbank, un rudo ganadero que comparte una mansión en medio de la nada con George (Jesse Plemons), su hermano. Las tierras pertenecen a su familia y como tales, son los llamados a mantener su prosperidad. Sin embargo, la directora se da el tiempo de sembrar dudas sobre la relación de estos hermanos con el territorio, sus hombres de confianza y entre ellos mismos. Lo que parece una situación sin grandes altibajos, se quiebra con la aparición de Rose Gordon (Kirsten Dunst), una viuda dueña de una posada y su hijo Peter, un adolescente voluble y retraído. George se enamora de la viuda y decide casarse con ella, trasladando a la mujer a las tierras de los Burbank, mientras su hijo es llevado a un internado. Las tensiones entre Phil y Rose emergen muy pronto, sin que George pueda hacer algo para impedirlo.
Es curioso, por decir de alguna forma, el efecto que puede provocar en el espectador este punto de partida. No parece ser más que una historia sobre desavenencias, dadas por los celos familiares y el evidente resquemor de Phil frente a un mundo que cambia frente a sus ojos. Sin embargo, con pequeños detalles, Campion logra darnos a entender que hay mucho más allá de lo que podemos ver. Al poco andar nos damos cuenta de los elementos que subyacen a cada personaje: Phil, lejos de ser el hombre rudo y sin educación que ha tratado de demostrar, en realidad es un joven sensible y letrado, con estudios universitarios de literatura y música, y una obsesión que podríamos llamar romántica con su mentor, Bronco Henry, quien está presente como una sombra (la misma sombra del perro, tal vez). Su hermano George, sin gran poder sobre los hombres que trabajan con él en el rancho, es un sujeto resoluto, que conoce la diplomacia y es capaz de operar como un negociador y un mediador. Rose es viuda de un suicida, alcohólica y temerosa del futuro. Y luego, su hijo, interpretado por el extraordinario Kodi Smit-McFee, parece ser el único sin dualidades, y por lo mismo, sabiendo quien es, no teme pasearse delante de los hombres de los Burbank, quienes lo acosan por sus gestos y su extraña –a ratos inquietante– figura.
Esta demostración no sería posible sin el ojo afinado de Jane Campion, quien va deshojando de a poco a cada personaje, intermediación que es perfectamente comprendida por cada uno de los intérpretes. La sutileza buscada para cada realidad no sería posible sin el manejo actoral de cada uno de ellos, quienes contienen y de a poco van buscando salidas para los impulsos que no han podido ser exhibidos. La cámara de Campion, junto con la fotografía de Ari Wegner -quien antes había dirigido la fotografía de la subvalorada Lady Macbeth (William Oldroyd, 2016)- permiten también expresar esa contención, con un territorio que parece ser infranqueable, rodeado por colinas que no acaban nunca. Los personajes son presa del paisaje, casi tanto como lo son de sus propias realidades.
Mientras las verdades se van levantando, Phil trenza una cuerda con paciencia y cariño. Una cuerda que crece a medida que su relación con el joven Peter se va afianzando y convirtiendo en un lazo que podría ser indisoluble. Y decimos “podría” porque en El poder del perro, todas las relaciones están dadas por los condicionantes, por las posibilidades, por las cosas que los personajes están o no dispuestos a mostrar. Sus reacciones pueden estar apenas acompañadas de un rictus, una mirada furtiva, un gesto mínimo, que la directora está dispuesta a documentar como si ella no fuese parte de ello, como si la historia debiese ser mostrada por ella como una forma de exorcizar a este cuarteto de personajes que saben quienes son, pero no saben cómo expresarlo.
Volvemos, entonces, al poder del perro. Ese poder que está representado por la fragilidad de una sombra que, bajo ciertas condiciones, aparece y se hace visible, y al que hay que estar atento para poder contemplar en su magnitud. Campion sabe de eso, de historias que se esconden, de personajes que solo esperan a ser vistos. Su forma de acercamiento es la que permite acceder a ellas, sin interrumpir, sin intervenir y, sobre todo, sin quitarles la posibilidad de elegir por ellos mismos.
Hay quienes decidieron presentar a El poder del perro como un western. Tengo reparos al respecto. Pero hay algo que evidentemente surge, y es la permanente decisión de explorar las fronteras que están lejos de lo territorial. La tensión de la frontera y la conquista de lo salvaje están presentes, pero dentro de cada uno de los personajes. El poder del perro se convierte en una lección de cómo tomar los elementos y convertirlos en algo personal y por lo mismo, profundamente conmovedor.
Título original: The Power of the Dog. Dirección: Jane Campion. Guion: Jane Campion. Novela: Thomas Savage. Fotografía: Ari Wegner. Montaje: Peter Sciberras. Música: Jonny Greenwood. Reparto: Benedict Cumberbatch, Jesse Plemons, Kirsten Dunst, Kodi Smit-McPhee, Thomasin McKenzie, Frances Conroy, Keith Carradine, Geneviève Lemon, Peter Carroll, Adam Beach, Karl Willetts, Yvette Parsons, Tatum Warren-Ngata. País: Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Reino Unido. Año: 2021. Duración: 128 min.