El juicio de los 7 de Chicago: La injusticia histórica en la comodidad de los tiempos de Netflix

El pasado nunca fue más actual y este 2020 ha sido un desfile de producciones que han mirado atrás, trayendo al presente lo que parece ser la raíz de los dramas que hoy inundan el planeta. Aaron Sorkin aprovecha aquello y se matricula con un film que utiliza una de sus especialidades: el drama judicial de los que quitan el aliento, pero que queda al debe frente a las fortalezas de sus obras en cine y por ajustar su estructura a los parámetros de Netflix.

Que Aaron Sorkin es uno de los guionistas más relevantes de Hollywood, no se pone en duda. Los musculosos libretos de La guerra de Charlie Wilson (Mike Nichols, 2007), Red Social (David Fincher, 2010) y Moneyball (Bennett Miller, 2011) le dieron ímpetus para avanzar y ponerse tras las cámaras, para vivenciar la agilidad de sus montajes y la desenvoltura irresistible de sus diálogos. Molly’s Game (2017) fue su ópera prima como realizador y con El juicio de los 7 de Chicago, se pone a disposición de Netflix.

“Martin (Luther King) está muerto. Malcolm (X) está muerto. Medgar (Evers) está muerto. Bobby (Kennedy) está muerto. Jesús está muerto. Ellos lo intentaron pacíficamente, nosotros vamos a intentar algo diferente”, explica, en la película, el fundador del Black Panther Party, Bobby Seale (Yahya Abdul-Mateen II), sobre su decisión de ir a protestar en contra de la guerra, a Chicago; en la ciudad se citan diversos grupos que no quieren más Vietnam y creen que Humphrey apoyará su continuidad.

Así inicia esta sucesión de secuencias rápidas y cargadas de energía sorkiniana, que muestra uno que otro plano secuencia, de menor ejecución que los vistos en Molly’s Game, pero que se vigoriza en un montaje raudo y elaborado. Los diálogos no son sorprendentes como acostumbra el cineasta neoyorkino, pero sí logran transmitir dignidad y contagiar de una rabia galopante por la injusticia que vivieron estas personas. Además del montaje, el director descansa en el peso dramático del hecho real de 1968, un pedazo minúsculo de la historia norteamericana que recuerda desde cuándo ese país viene olvidando el respeto por los derechos.

Los acusados sabían que el proceso tenía una dimensión política que prevalecía sobre la jurídica, y querían aprovechar la tribuna que el juicio les daba para expandir su mensaje; y en esa decisión erra el director pues la película se vuelve un retrato sin claroscuros, que  funciona como catalizador de las numerosas líneas temporales que arman la narrativa y no es utilizado por Sorkin para plantear diferentes posturas sobre la misma cuestión. De hecho, las dos horas de película se basan en personajes con, apenas, forma, y son las robustas interpretaciones de su reparto las que sostienen su efectividad, porque esta film de Netfix es uno de actores más que del guion. Mención aparte aquí para Frank Langella, como el antagonista, al que interpreta de forma magistral.

Y quizás porque nunca antes debió jugar con tantos protagonistas en tan poco metraje, el retrato que hace Sorkin de ellos peca de superficialidad y en momentos, incluso, corre el riesgo de caricaturizarlos. Más aún, el director contempla a estos líderes, muy distintos entre sí, solo considerando la causa compartida de denunciar lo de Vietnam, del mismo modo en que parece hacerlo la fiscalía que los acusa, es decir, como una sola esencia.

La película resalta los elementos que Aaron Sorkin maneja a la perfección, como el humor, la vertiginosa edición y personajes que no se toman en serio pero que rebosan fuerza en sus convicciones, a la vez que grafican la debilidad de los ciudadanos frente al sistema. Es cierto que son las posturas políticas lo que se enjuicia en El juicio de los 7 de Chicago, pero la ausencia de conflictos en el ente ideológico acerca a la película al panfleto y abandona el desarrollo de asuntos tan interesantes como son las diferentes formas de entender la soberanía ciudadana, la validación de la no violencia como forma de protesta o la importancia de las desavenencias personales en la toma de decisiones.

El paralelismo entre 1968 y 2020 se hace evidente y por eso El juicio de los 7 de Chicago no se cataloga como una mala película. Sin embargo, es un film autocomplaciente, dirigido a espectadores cómodos, mientras sacrifica la personalidad beligerante de esos referentes del ‘68 en favor de un entretenimiento muy preciso y medido hecho para la televisión de 2020, lo que le hace caer en los típicos lugares comunes del cine basado en hechos verídicos: que más que un retrato de ese momento de ayer, parece tomarlo como excusa para reflejar la época en la que la película está siendo realizada.

 

Título original: The Trial of the Chicago 7. Dirección: Aaron Sorkin. Guion: Aaron Sorkin. Fotografía: Phedon Papamichael. Reparto: Eddie Redmayne, Sacha Baron Cohen, Mark Rylance, Frank Langella, Joseph Gordon-Levitt, Jeremy Strong, John Carroll Lynch, Alex Sharp, Yahya Abdul-Mateen II, Michael Keaton, Ben Shenkman, J.C. MacKenzie, Noah Robbins, Alice Kremelberg. País: Estados Unidos. Año: 2020. Duración: 129 min.