Cuentos sobre el futuro (Pachi Bustos, 2012)
El documental de vocación social se encuentra vivo en Chile. Con un tratamiento observacional Cuentos sobre el futuro debe encontrarse dentro de los documentales que con mayor dignidad, precisión y justeza ha abordado a personajes en condiciones de exclusión social, evitando las etiquetas, los prejuicios e incluso violencia con que los medios y la televisión los abordan.
Digo dignidad: porque aquí no se trata de sujetos que son solo víctimas de una condición social si no sujetos que desde sus situaciones particulares hacen frente a la vida, a su entorno, a aquello que les ha tocado vivir como habitantes de una ciudad, una ciudad llamada Santiago.
Digo precisión: porque el documental de Pachi Bustos se hace cargo de un problema específico y particular desde el cual podemos extender una problemática general. En un seguimiento que dura cerca de 20 años, el documental empieza con un taller de video donde unos niños de población son conminados a integrar esto como herramienta de comunicación y encuentro con la comunidad, a su vez que como una posibilidad de desarrollo a futuro. Con un pequeño segundo acercamiento hacia fines de los 90, finalmente el documental los encuentra 20 años después para saber en qué se encuentran. Lo que vemos a continuación son cosas que sabemos, pero que Bustos hace que reconozcamos: la búsqueda de vivienda y las posibilidades concretas de subsidio para obtener una casa tipo “chalet” de un ambiente; la precarización laboral y nula posibilidad de acceder a una mejor condición de vida por vía de trabajos tercerizados, domésticos y de mano de obra (junto con ello el no acceso a una educación real con la cual pueda salirse de este círculo), la dificultad del acceso a salud, entre otros tópicos. Lo particular aquí son las situaciones y los problemas cotidianos con los que deben lidiar sus personajes. La generalidad pasa por una dimensión de clase y su relación con un sistema general de relaciones, es decir: un problema político.
Digo justeza: poética de la observación social, cuyo puente discursivo se extiende hacia los inicios del cine documental universitario en Chile (Sergio Bravo, Rafael Sánchez), y encuentra en el tratamiento de cámara, el silencio y el encuadre (aún con ese “añadido” de la “no intervención”) el acceso a un universo social determinado, sus tiempos cotidianos e intimidad.
El acierto de Bustos es proponer, hoy y aquí, una estética que encuentre una manera de comunicar, transmitir e inquietar a un espectador, cuyo horizonte de sentido pueda empatizar con una realidad social que es (de)mostrada. El cine como puente y distancia entre unos y otros. Aquellos que observan, otros que son observados. Hacia el final, las carreteras del progreso han rodeado la población, y estampada hacia la cordillera, con edificios al fondo, vemos la postal de un Chile actual tan distinto y tan igual a hace cuarenta, veinte o cinco años atrás. Cuando las rejas y el silencio se acrecientan (en el cierre del documental), nosotros recordamos los videos comunitarios en los que hacia inicios de los ´90 ellos participaban, más adelante hemos visto a uno de ellos ser un “cajero” humano en los tiempos pre-Transantiago.
Los cuentos sobre el futuro han sido los deseos de un porvenir donde unos (personajes) y otros (espectadores) no han accedido por igual. La pantalla ha proyectado las razones del por qué no, en una triangulación de saber-poder que aún con toda buena intención sigue reproduciendo estas distancias (la aporía del cine social). Queda esta gran pregunta a cargo de los espectadores.
El silencio observante de Bustos, ha dado espacio, sin embargo, a una dimensión ética del cine documental: encuadrar, escuchar, dar duración y espesor. Nosotros sabemos que el haber pasado por ahí -y no por la información- es aquello que ha producido un cambio en nosotros, donde hemos obtenido algo que no encontraremos en otro lugar.