Bestiario del ruido: El virus under
En algunos casos, aparecen los registros caseros y la experiencia in-situ de la tocata, mientras que en otros se trata de un recuento de experiencias personales o una reflexión general de lo que significa pertenecer a una “segunda línea” de la circulación musical. El tratamiento de cada cápsula parece adaptarse a la propuesta estética de cada proyecto.
Hacia el final de Hardcore: la revolución inconclusa (Susana Díaz, 2011), se incluyen imágenes de una tocata en la que se reúnen algunas de las bandas que protagonizan el relato noventero junto a otros grupos jóvenes “herederos”. El objetivo de la escena no es tanto mostrar el presente de las bandas como hacer un guiño meta; se trata de un concierto hecho para recaudar fondos para el documental que estamos viendo. Hardcore no es, claro está, ni la primera ni la última de las películas en Chile que tuvo que recurrir a métodos “alternativos” de financiamiento. El gesto de Díaz tiene que ver con cerrar el círculo de la propia obra, equiparando la filosofía y método de la película con el de sus protagonistas.
Si consideramos las bandas que aparecen en Hardcore, a los legendarios Supersordo o a Ellas No, es fácil detectar vínculos entre las bandas que Díaz escoge para retratar, más allá de la predilección por el punk y sus variantes. Está, de forma más evidente, la filiación de índole económica, se trata de grupos que no han pertenecido al “circuito A” de la escena musical. En un sentido plástico, también son bandas que producen, muchas veces sin saberlo, grandes cantidades de material amateur en formato casero que después se puede recolectar, un tipo de video "a pulso" que retrata el caos de un recital mejor que cualquier registro controlado. Estas dos dimensiones –una económica y la otra plástica—están al centro de Bestiario del ruido, un mosaico compuesto por nueve cápsulas de diversas bandas (Familea Miranda, Dadalú, Marcel Duchamp, Gangrena Surf, Asamblea Internacional del Fuego, Colombina Parra, Tercer Subterráneo, Malcorazón y LEM) del circuito musical a menudo etiquetadas como “independientes” o “alternativas”.
En este caso, a diferencia de los trabajos citados, no todas las agrupaciones o solistas pertenecen al punk ni a un período determinado. Si bien el punk resulta ser el género que mejor refleja la idea del do-it-yourself, Bestiario abre el concepto de la producción autogestionada a otras expresiones como el pop o la música electrónica. En algunos casos, aparecen los registros caseros y la experiencia in-situ de la tocata, mientras que en otros se trata de un recuento de experiencias personales o una reflexión general de lo que significa pertenecer a una “segunda línea” de la circulación musical. El tratamiento de cada cápsula parece adaptarse a la propuesta estética de cada proyecto.
Por lo mismo, no es extraño que uno de los protagonistas de la serie sea el proceso de producción y difusión. Aquí se puede marcar una diferencia con otros documentales musicales: si en un rockumental de una banda “exitosa” el tema de las regalías, las promociones y el trabajo de circulación económica se omiten para hablar del proceso creativo “en bruto”, en el caso del circuito alternativo se vuelve indisociable hablar de dinero e inversiones personales. Aun así, por la escala y el género de los artistas representados, la actitud frente al problema puede variar notablemente. No se trata necesariamente de un reclamo general contra el funcionamiento de la industria, sino de transparentar un aspecto a menudo relegado a la hora de hablar del trabajo creativo.
En algunos casos, notoriamente en la cápsula de Dadalú, existe cierto desdén ante un sistema de distribución musical que se presenta como “natural” pero que oculta un sistema de exclusión profundo. ¿Por qué ciertos tipos de pop se pueden volver más deseables y otros quedan fuera? En el caso de LEM, en cambio, se hace un balance “positivo” desde lo que fueron los comienzos de los primeros recitales electrónicos para 3 o 4 personas a tener una audiencia mediana y estable. A rasgos generales, las opiniones de cada artista difieren, pensando la exclusión y el público pequeño como un obstáculo, bendición o, incluso, como una elección política consciente. Aun así, la serie no puede dejar de insistir sobre el tema, siempre en contra de la ingenuidad de hablar del proceso de creación artístico como una abstracción ajena al problema de la subsistencia.
La idea del Bestiario del ruido funciona, entonces, por acumulación, comparando y relacionando el discurso de cada participante. Algunos segmentos profundizan más en las dificultades que otros, pero se entiende que el amor por la música practicado en los distintos niveles del under implica una resistencia ante un ambiente que sugiere que no llegar a la “línea principal” implica concebir la música como un simple pasatiempo.
Raúl Ruiz decía que existen mayores verdades e interés en la segunda línea de una cinematografía nacional que en la primera. La serie y las películas de Díaz, desde la segunda línea cinematográfica, parecen afirmar algo similar desde la música, desde un tipo de música que sobrevive y se multiplica subterráneamente. El resultado ecléctico de la colección sugiere esto: incluso en los casos que parecen más aislados, existe una multiplicación invisible desde la segunda línea hacia el futuro.
Título original: Bestiario del ruido. Dirección: Susana Díaz. Producción: Cristóbal Sobera. Investigación: Susana Díaz y Leyla Manzur. Música/Reparto: Familea Miranda, Dadalú, Asamblea Internacional del Fuego, Marcel Duchamp, Gangrena Surf, Colombina Parra, LEM, Tercer Subterráneo, Malcorazón. Año: 2022 País: Chile.