Guía de cine feminista (2): Los cines de mujeres
La segunda parte de la Guía de cine feminista para un marzo emancipador, que busca reunir propuestas de mujeres directoras (principalmente latinoamericanas) que de una u otra manera reflejen en sus obras su conciencia de género, contiene documentales y ficciones que han reconocido la dimensión estructural de las discriminaciones múltiples contra las mujeres usando diversas fórmulas, narrativas o temáticas que hacen parte de la heterogeneidad de “los” cines hechos por mujeres. La mayoría de estas películas se pueden ver actualmente en distintas plataformas y otras han sido visionadas en festivales de cine latinoamericanos. En algunos casos, también encontrarán linkeadas entrevistas que realicé a sus directoras.
La segunda parte de la Guía de cine feminista para un marzo emancipador, que busca reunir propuestas de mujeres directoras (principalmente latinoamericanas) que de una u otra manera reflejen en sus obras su conciencia de género, contiene documentales y ficciones que han reconocido la dimensión estructural de las discriminaciones múltiples contra las mujeres usando diversas fórmulas, narrativas o temáticas que hacen parte de la heterogeneidad de “los” cines hechos por mujeres. La mayoría de estas películas se pueden ver actualmente en distintas plataformas y otras han sido visionadas en festivales de cine latinoamericanos. En algunos casos, también encontrarán linkeadas entrevistas que realicé a sus directoras.
Congo mirador de la venezolana avecindada en Austria Anabel Rodríguez (que se estrena en Femcine), aborda el abandono de un pueblo de agua, cruzado por radicales diferencias políticas entre dos mujeres. Por su parte, Lina de Lima, de la chilena María Paz González, no le teme al color y la música para situarse en el lugar de una mujer migrante que descubre su libertad sexual lejos de su país de origen.
Silvia, de la directora argentina María Silvia Esteve, hace un ejercicio de sanación al revisar su dolorosa historia familiar de pérdida de la madre, así como en Verano 1993 la experiencia personal de duelo es ficcionalizada por la directora catalana Carla Simón en base a esta entrañable historia de su propia niñez. El vínculo con la madre también es revisado en el documental Del verbo amar, de la peruana Mary Jiménez, pero desde el dolor del amor condicionado.
En Río turbio, de Tatiana Manzú, la exclusión viene desde la mitología y prejuicios de la minería. Sobre las violaciones de derechos humanos del pasado habla Quedo debiéndote una carta sobre Brasil, de Carol Benjamin, la hija de un torturado en la dictadura brasileña que no contó con el testimonio de su padre para hacer esta película. Ainhoa, yo no soy esa, de la chilena radicada en España Carolina Astudillo, echa mano de los archivos familiares -pero no de los propios- para contar la historia de una mujer a la que no conoció. Las películas caseras que ella grabó desde niña emulando los noticiarios son la fuente de la directora cordobesa Natalia Garayalde en Esquirlas, un documental sobre un atentado que marcó a su familia y a todo un pueblo en los 90.
Érase una vez en Venezuela. Congo mirador, Anabel Rodríguez (Venezuela, 2019)
Por cinco años la directora venezolana Anabel Rodríguez siguió las posturas políticas opuestas de dos mujeres en el pueblo de palafitos Congo-Mirador, donde gran parte de la vida se desarrolla sobre el agua. El poblado está cada vez más expuesto por el sedimento del lago, sumando a la pobreza y precariedad extremas la amenaza de plagas y ratas, lo que ha generado el éxodo de las familias. El documental Érase una vez en Venezuela será la película de clausura de la undécima edición del Festival de Cine de Mujeres, Femcine 11.
La degradación ambiental tiene sus consecuencias en términos de votantes, lo que preocupa a la representante del régimen de Maduro, Coordinadora del PSVE, Tamara, que pide más celulares a la administración central para entregar a cambio del voto oficialista de los congueros (“si no me das un teléfono, no voto”), en una evidente acción de cohecho naturalizado. En la otra vereda está la profesora de la escuela flotante en franco deterioro, Natalia, que incluso debe conseguir recursos propios para solventar las clases a las que, a pesar de la extrema pobreza, las y los alumnos asisten con la dignidad de sus uniformes limpios y blancos. La maestra cuestiona las prácticas oficialistas, es acosada políticamente por aquello, se ilusionó con las últimas elecciones democráticas de 2015, cuyos resultados finalmente no fueron respetados
El punto de vista de la directora en relación a las mujeres se expresa con claridad al mostrar con ojo crítico el concurso de belleza que realiza la comunidad sexualizando a pequeñas niñas y en el cuestionamiento que hace al matrimonio forzado de una niña de no más de 13 años, al preguntarle a su hermana de 10 si se quiere casar a la misma edad de ella o alguna vez en la vida. La pequeña responde evidentemente que no.
Lina de Lima, María Paz González (Chile, 2019)
Con el género del dramedy (una mezcla entre drama y comedia) Lina de Lima, el segundo largometraje de la directora chilena María Paz González (Hija, 2010), vino a refrescar el cine nacional con un musical con toques kitsch y vistosos y coloridos vestuarios inspirados en las imágenes religiosas de la sierra, el vals urbano o la cumbia andina del Perú.
Lina es una mujer peruana que trabaja como asesora del hogar en Chile desde hace diez años que va descubriendo otras dimensiones en su vida, como el goce y la libertad sexual, mientras vive a miles de kilómetros de su hijo Junior que se quedó en Lima con su abuela, para quienes Lina es la proveedora que les envía dinero.
A través de canciones que profundizan en su mundo interior, cuyas letras fueron escritas por la propia directora y la protagonista, la actriz peruana Magaly Solier (La teta asustada, Retablo), e interpretadas por connotados músicos peruanos, Lina deja ver su verdadero sentir cuando canta “En tus ojos yo lloré” o “Penas que sufrir” (disponibles en Spotify), en su proceso personal de autoconocimiento y cambio de piel lejos de su hogar. La caleidoscópica escena de la piscina de este musical, además del rítmico sonido de violines, flautas, charangos, arpas andinas y marimbas, tiene a la reconocida actriz cantando una tonada en lengua quechua, lo que convierte a esta secuencia en una de las más memorables de la película.
Silvia, María Silvia Esteve (Argentina, 2020)
Un valiente ejercicio de indagación de sus propios traumas familiares y de la arqueología de los videos VHS grabados desde el matrimonio de sus padres y durante la infancia de ella y sus hermanas en Guatemala, Argentina y Chile, emprende la joven realizadora guatemalteco-argentina María Silvia Esteve, que en el íntimo ensayo documental autobiográfico Silvia logra el anhelo que la movilizó a realizar esta película: darle una voz y hacer justicia a su madre, fallecida a los 59 años por un paro cardiorespiratorio tras una vida marcada por la violencia intrafamiliar, los problemas psicológicos de su propia madre, las apariencias del mundo diplomático al que pertenecía su marido, la dependencia económica, la depresión y exceso de medicación.
La directora -la segunda de las 3 hermanas y la que lleva el nombre de su madre-, cree que si Silvia no hubiera sido mujer, con las implicancias de los mandatos sociales de lo que se esperaba de ella, no habría tenido la vida que tuvo. Silvia reconstruye la memoria de su madre a partir de filmaciones familiares que se supone captan momentos felices, pero que para la realizadora -que además se dio a la exigente tarea emocional de montar su propio material- son una muestra de construcción de ficciones, como momentos que se aspiran a guardar en la memoria del pasado, pero que son armados, construidos.
Las discrepancias entre ella y sus hermanas sobre cómo recordaban la historia de su madre, a la directora en principio le parecieron un problema, hasta que comprendió que esas memorias distintas también hablaban de Silvia. Por ello las incorporó al documental como voces en off tremendamente sensibles y genuinas ("no sigas grabando que tengo angustia", "mi papá no amenazó de muerte a mami", "lo dijo en sentido figurado", "esto es muy personal, no lo incluyas") como un original recurso narrativo que en vez de ocultar las divergencias las incorpora, consiguiendo un relato honesto sobre una mujer que luchó por no repetir el patrón materno y que tuvo "Un adiós sin despedida", como la canción que ella le compuso a su propia madre cuando murió.
Verano 1993, Carla Simón (España, 2017)
Correspondencia, Carla Simón y Dominga Sotmomayor (Chile, España, 2020)
El Cine Arte Alameda TV está exhibiendo la ficción autobiográfica de la catalana Carla Simón Verano 1993, una película sobre el duelo reprimido basado en la propia historia de la directora cuando de niña en los 90 perdió a su madre por el Sida y debió adaptarse a la familia de su tío, que ahora sería la suya. Logrando una natural, fluida y enternecedora actuación y con un final bellamente catártico, Carla Simón dirige a dos niñas pequeñas que en sus roles son primas pero ahora serán hermanas, describiendo el mundo infantil de Frida (de 6 años), que rebeldemente trata de adaptarse a su nueva realidad mientras asume la dolorosa pérdida de su madre.
El año pasado Carla Simón y la realizadora chilena Dominga Sotomayor realizaron un intercambio de cartas fílmicas para hablar sobre genealogía femenina en sus respectivas familias, creando el corto Correspondencia. En el caso de la directora española estuvo inspirado en la muerte de su abuela y los archivos familiares de audio encontrados al desmantelar su casa, el encuentro con imágenes de su madre biológica y la pregunta por la maternidad; mientras en las entregas de la chilena, en la mirada personal e intimista se coló la dimensión política, con el impacto del estallido del 18 de octubre del 2019.
Con el nombre de Tania, Mary Jiménez y Bénédicte Liénard (Perú, Bélgica, 2019)
Del verbo amar, Mary Jiménez (Perú, 1985)
Coincidentemente, dos películas de la directora peruana radicada en Bélgica Mary Jiménez se pueden visionar gratuitamente durante estos días en territorio chileno. En Femcine 11 se exhibe Con el nombre de Tania, un híbrido entre ficción y documental co-dirigido por Jiménez y la belga Bénédicte Liénard, basado en testimonios de jóvenes de la Amazonía peruana que fueron víctimas de trata de personas con fines de explotación sexual y que lograron escapar.
Esta ficción de lo real recupera en la voz en off de Tania (personificada por una joven actriz natural que vivió violencia sexual y las directoras conocieron en un refugio de acogida), las voces de jóvenes que fueron engañadas por tratantes que le prometían ganar dinero lejos de su hogar bailando y sirviendo tragos a los clientes, que les pagarían con pepitas de oro extraídas del río; secuestradas tras quitarles su documento de identidad; obligadas bajo amenaza de muerte a prostituirse para pagar una deuda ficticia, con multas en soles por no haber hecho beber a un cliente o no levantarse temprano. Forzadas a atender hasta seis hombres en un día, sintiendo que el vientre se les quema por dentro. En un tono casi susurrante como en un estado de somnolencia, Tania encarna la desesperanza y el dolor de mujeres víctimas de una brutal forma de esclavitud moderna. “Ya no es mi cuerpo, ya no soy yo. Perdí todo, hasta mi nombre”, murmura la protagonista de esta sentida película, que en su parte final incluye un desgarrador audio real de una mujer que entre sollozos señala que es incapaz de sacar las palabras de tanto sufrimiento.
Por otra parte, en las actividades paralelas del festival Frontera Sur Lab (que se extienden a toda Latinoamérica) se puede ver el documental en primera persona que Mary Jiménez hiciera 34 años antes, Del verbo amar de 1985, una íntima aproximación a la figura de una madre represora y exigente que fallece, desembocando una dolorosa revisión del vínculo madre-hija cuando la directora vuelve a Perú después de años de vivir en Bélgica. De niña, Mary hizo todo para conquistar el amor de su madre: no sólo se convirtió en la primera alumna del colegio para “ser amada”, estudió Arquitectura y fue al psicoanalista por años “porque mi mamá cree que tengo un problema”, sino que llegó a aceptar una terapia de reconversión con electroshock con corriente alterna para “enderezar el amor”. Una conmovedora reflexión sobre la falta de aceptación y sus marcas de por vida, que además deja en evidencia el dispositivo, las decisiones y los cambios al filmar un documental autobiográfico.
Río turbio, Tatiana Mazú (Argentina, 2019)
La directora de este documental ganador del Premio Prix Georges de Beauregard FID Marseille 2020, que además hizo el guión y la fotografía, transmite una atmósfera oscura y temerosa sobre la cultura minera del pueblo de la Patagonia argentina que titula el documental, en que las mujeres han debido soportar la discriminación y los persistentes intentos por culparlas por la fatalidad propia de las profundidades subterráneas, hasta que se organizan, militan y marchan para superar el silencio que les ha sido impuesto por generaciones.
Basado en entrevistas a once mujeres cuyos testimonios se escuchan en off (la que perdió a un hermano en faena, la que acompañó a su marido en resistencia sindical), mezcla formatos de 16mm, mini DVD, VHS, Súper 8mm en un relato que comienza con la negativa de los Yacimientos Carboníferos Río Turbio al ingreso de la realizadora a la mina de carbón sin mayores justificaciones, lo que retrata a la perfección el persistente mito machista de que las mujeres no pueden entrar a una mina porque ésta “se pone celosa” y se pueden generar accidentes (como si la culpa fuera de las mujeres y no de la precariedad en la que extraen el mineral).
Dividido en capítulos que hacen alusión a la estrategia o perseverancia, el documental utiliza imágenes en negativo, planos geológicos y sonidos de impresoras que exponen los dispositivos, partes en blanco y negro e imágenes ampliadas hasta la pixelación de la foto antigua de la abuela de la directora apuntando con un rifle, en un actitud de autodefensa a la que tuvieron que recurrir las mujeres ante la negación de la que han sido objeto en los pueblos mineros. Río turbio se exhibe gratuitamente como parte de las actividades paralelas del festival Frontera Sur Lab.
Quedo debiéndote una carta sobre Brasil, Carol Benjamin (Brasil, 2019)
El padre de la directora brasileña Carol Benjamin era un menor de edad con apenas 17 años cuando, en la dictadura de Castelo Branco en el Brasil de los sesenta, fue encarcelado, torturado y mantenido por más de tres años en aislamiento mientras su madre, una ama de casa que se vio envuelta en política para defender los derechos humanos de sus hijos, hacía desesperadas gestiones con Amnistía Internacional de Suecia para conseguir su liberación.
Quedo debiéndote una carta sobre Brasil (que se exhibió recientemente en el Festival de Cine de Chiloé, Fichcine) es un valiente documental en primera persona que, a diferencia de otros trabajos sobre historias familiares del pasado, no cuenta con el testimonio de uno de sus protagonistas, no porque no esté vivo, sino porque no quiso participar de la película.
César Benjamín habló con la prensa de las violaciones a los derechos humanos y del trauma que lo marcó, recién 36 años después de salir de la cárcel; pero no estuvo dispuesto a volver a hacerlo para el documental autobiográfico de su hija Carol ni a reconocer el rol fundamental que cumplió su madre -Iramaya- convertida en activista por la fuerza de los hechos, para lograr que le permitieran exiliarse en Suecia y, posteriormente, volver al país luego de la Amnistía general.
La figura de Iramaya, la abuela paterna de Carol, toma un lugar preponderante en el documental como una mujer luchadora contra la dictadura y sus cartas escritas con una fluida pluma a Marianne, una funcionaria de Amnistía Internacional en Suecia que llevó el caso de sus hijos César y Cid, son el más bello archivo de un período histórico que con su testimonio contribuyó a no olvidar.
Ainhoa, yo no soy esa, Carolina Astudillo (España, 2018)
La directora chilena radicada en España Carolina Astudillo no es la protagonista de su documental Ainhoa, yo no soy esa (disponible en Red de Salas), sino que en un gesto generoso y sororo se hermana con Ainhoa y escudriña en sus diarios íntimos, videos VHS, grabaciones de llamadas telefónicas, fotos, discos, entradas a conciertos y otros recuerdos que le entregó su hermano y le escribe una carta leída en voz en off a esa mujer que “vivió como quiso y como pudo”, sabiendo que no la leerá.
En el ejercicio arqueológico que realiza Astudillo por los registros de la vida de Ainhoa, se confirma la afirmación que hace Sherrie Levine que es citada en la película: "el significado de una imagen no subyace en su origen, sino en su destino", que en este caso son principalmente mujeres espectadoras que podrán encontrar en el devenir de la protagonista ausente, parte de la vida de todas. “Leo tus diarios y siento que ya los conozco. Me recuerdan a los diarios de otras mujeres, incluso a los míos. Da lo mismo la distancia temporal y espacial”, escribe la directora.
En el recorrido intenso, íntimo y por momentos desgarrador que hace Astudillo por la vida de Ainhoa -a través de un metraje más que encontrado, recibido-, rescata las vivencias de otras mujeres convencida de que su lectura “nos puede incitar a tomar el control de nuestras propias vidas, más aún cuando a lo largo de la historia nos hemos visto desprovistas de esos relatos”. Mujeres que no importando cuándo y dónde hayan vivido, habitaron cuerpos que la cultura patriarcal temió o intentó restringir, que vivenciaron la menstruación, la falta de ella o su extinción, el embarazo deseado o no, que decidieron abortar como Ainhoa.
Esquirlas, Natalia Garayalde (Argentina, 2020)
Los videos caseros que la directora argentina Natalia Garayalde grabó desde los diez años cuando su papá le regaló una cámara Súper 8 para guardar recuerdos familiares, como los divertidos juegos infantiles con sus hermanos y su tranquila vida familiar en la apacible localidad de Río Tercero en la Provincia de Córdoba en Argentina, adquieren en la segunda parte del documental autobiográfico Esquirlas (estrenado en el Festival de Cine de Mar del Plata 2020) un carácter informativo e histórico con la explosión de una Fábrica Militar en 1995, que dejó dolorosas consecuencias para el pueblo y su familia.
La vida privada se vincula de una forma trágica con un acontecimiento público con ribetes políticos (la causa judicial del tráfico de armas a Croacia en que se condenó y luego se absolvió a Menem, por venta ilegal de armas fabricadas en Río Tercero). Natalia Garayalde fue haciendo un duelo por su hermana que murió de cáncer producto de las explosiones, a medida que iba construyendo el filme a partir de archivos familiares grabados por ella misma y de material periodístico de la época, como la impactante escena del caos callejero durante el atentado que le fue cedida por periodistas locales.