Diálogos Exiliados (4): Qué Hacer

En la cuarta entrega de estos diálogos, Raúl Ruiz se convierte -brevemente- en socio de unos gringos que vienen a filmar una película sobre el proceso chileno en plenas elecciones presidenciales de 1970. El resultado fue toda una aventura, pero Ruiz nunca la incluyó dentro de su canon de obras ni se interesó por ver esa película que -a medio siglo de distancia- emerge como una extraña cápsula del tiempo.

Alejandra Pinto, Quintín y Christian Ramírez quieren dejar consignada aquí la especial deuda que tienen con el libro "Los años chilenos de Raúl Ruiz" (2019) y con su autora Yenny Cáceres en la elaboración de estos diálogos. Su texto ha resultado una fuente indispensable de datos, información y reflexiones sobre el Ruiz inicial, como puede apreciarse en los capítulos de esta odisea cinéfila.

Qué hacer (1970)

Codirigida con Saul Landau y Nina Serrano

Ramírez: Dentro de las películas que Ruiz filmó en Chile, a esta siempre se la mira un poco en menos. El propio Ruiz, de hecho, la veía así. Me imagino que debe ser por la codirección y porque él es casi un invitado al proyecto, antes que su iniciador.

Quintín: Tengo entendido que negó la autoría de la película y no quería verla incluida en su filmografía, pero no lo pude confirmar.

R: En su Diarios, admite que nunca llegó a verla proyectada, siquiera. El problema es que cuando Ruiz viajó a San Francisco para participar en el montaje, se dio cuenta que los gringos tenían ideas muy distintas a las suyas a la hora de compaginar el material. Así que estuvo un rato y luego se vino de vuelta. 

Q: Pero tampoco sabemos qué hablaron antes y es difícil determinar exactamente lo que filmó Ruiz. Sabemos que filmó las conversaciones entre los chilenos, un par de charlas entre los amigos que se reencuentran -Aníbal Reyna, que llega de Cuba donde estuvo exiliado, y Luis Alarcón (Osvaldo Alarcón en la ficción) que interpreta a un diputado comunista con treinta años de militancia en el partido-, la comida en la casa de este, la discusión entre Alarcón y el hijo que milita en un grupo radicalizado. Es seguro que también filmó las escenas en los bares y probablemente aquella en la que el personaje de Suzanne McCloud se encuentra con Reyna en una librería cuyo dueño, en la ficción, es el escritor Germán Marín.

Pinto: Yo siento que la mano de Ruiz se nota mucho en esas escenas, pero también en toda la secuencia del discurso del político en la plaza de Copiapó, mientras se observa al grupo de las juventudes comunistas desenfocado. Hay algo ahí de esa ironía que habíamos visto en las otras películas. Todas las conversaciones entre los amigos se remiten un poco a los diálogos que vimos en Tres tristes tigres. El resto, francamente, me descoloca un poco.

R: Qué hacer es una película a tres bandas: una cuenta el regreso de este chileno que vivió la revolución en Cuba. Otra es la historia de un operativo de la CIA que llega al país a “observar” la campaña presidencial del 70. Por último, está todo el registro documental de la campaña misma, con imágenes de marchas, paradas militares, concentraciones; por ahí se alcanza a ver a Jorge Alessandri y se escucha la voz de Radomiro Tomic, pero el protagonista de estas secuencias es sobre todo Salvador Allende, quien incluso le da unas declaraciones a la cámara, como si estuviera hablándole a un canal de noticias. La pregunta de fondo siempre es la misma: qué ocurrirá en el país si la Unidad Popular llega a imponerse en la votación. Todos los personajes en algún momento especulan sobre ello. La película termina con Allende triunfante, poniéndose la banda presidencial y luego hay imágenes de la parada militar extraordinaria que se realizó en su honor. Tal como dice Q., de todo ese material lo único que parece ruiciano son las secciones de los dos amigos y sobre todo la voz en off del personaje de Aníbal Reyna.

Q: Voy a intentar separar las distintas partes que componen este Frankenstein. Creo que, por un lado, hay un guión previo de ficción, del que quedaron algunos retazos en el montaje final y es una especie de thriller político, que será intercalado con las escenas documentales y con los momentos entre chilenos. De un avión que llega a Santiago bajan dos personajes: un agente de la CIA, Dick Stahl (Martin Scott Bradford), y Reyna (Simón Vallejo), un chileno que llega después de vivir en Cuba en los años 60 y se reencuentra en Chile con su amigo Alarcón. Aunque a ninguno se lo caracteriza exactamente así, especialmente a Reyna, cada uno tiene la misión de informar a sus gobiernos, pero también se involucran en cuestiones operativas. El gringo manda asesinar a un cura revolucionario en Copiapó mientras que Reyna recluta a Suzanne, la chica del Cuerpo de Paz pretendida por Stahl y la reconecta con el hijo de Alarcón. Este la utiliza para que lo ayude entregando al gringo a los guerrilleros que planean raptarlo. Incluso es posible que también se arrepienta y entregue a los guerrilleros a la policía, que desbaratan el rapto. Es más, hay en el personaje de la gringa algo que remite al personaje de Jean Seberg en Sin aliento, la americana perdida en el extranjero.

R: Es un mundo bastante chico el que recrean los directores. Al final todos se conocen con todos: candidatos, agentes, gringos, chilenos, curas, voluntariado, revolucionarios. Tiene algo de teleserie esto...

Q: Pero todo esto queda en el fondo, tapado por varias cosas. Una es el aspecto documental de la película, por el clima de ebullición único que vive el país en ese momento. Hay secuencias que anticipan un poco La batalla de Chile y son de un peso histórico tremendo. Hay además otra línea de lectura, que vendría ser el cine en el cine, la película que se refiere a sí misma, donde los integrantes del equipo de filmación aparecen como personajes, y a todo lo anterior hay que sumar las canciones de Country Joe McDonald, que comentan las escenas. Sobre todo ese tema que se llama “Making a Movie in Chile”. Lo curioso es que esa canción tiene una versión ligeramente distinta que se llama “Making Money in Chile”, que se puede encontrar en Youtube y que Joe regrabó en 1975. Es una canción sarcástica, antiimperialista, sobre los gringos en América Latina; pero, en la versión de la película, McDonald se incluye él mismo entre los gringos que están filmando en Chile, ganando plata y “having a wonderful time”. Es de un grado de autoironía sorprendente y, de algún modo, sintetiza esa contradicción que atraviesan Landau y Serrano: por un lado van a hacer una película de izquierda, a ayudar al pueblo chileno. Por el otro, no tienen problemas en meter cualquier cosa en la sartén, desde el propio Country Joe (que venía de tener un éxito notable en el festival Woodstock con una célebre canción contra la guerra en Vietnam) a las escenas de sexo -imaginarias, pero muy vulgares- entre la actriz y dos personajes distintos, el de la CIA y el cura. O sea que la película empieza como un thriller político, sigue como un documental con pretensiones militantes y termina como una película de explotación. La canción de Country Joe sintetiza todo eso, aunque después él cante en un castellano algo destartalado acerca del Che Guevara y la izquierda unida, ajustándose a la tesis política de Landau.

P: Es que creo que precisamente en esas miradas es donde se notan las manos y no logra cuajar. Hay una intención romántica de estos gringos haciendo una película sobre la libertad en Latinoamérica y como ellos vienen a apoyar todo esto, mientras por otro lado Ruiz trata de meter la cuchara con su visión de país. No sé cual es la pulsión de Nina Serrano aquí, de qué modo está presente en toda esta madeja. Esta idea de la gringa con poncho o vestido ondero -dependiendo del lugar- preguntando cómo se hace la revolución...me perturba todo eso, compañeros.

R: Yenny Cáceres -en Los años chilenos de Raúl Ruiz- sugiere que Landau le encargó a su mujer dirigir la relación de la protagonista con el tipo de la CIA y con el joven guerrillero. O sea, ella habría filmado las escenas de “romance”. Por otro, el gringo venía con propósitos bien pragmáticos: llega a Chile a sugerencia de Fidel, de quien poco antes había filmado un documental (Fidel, estrenado en 1971). Castro le había dicho, “ojo con Chile y sus próximas elecciones”, así que Landau va al Festival de Cine de Viña, en su combativa versión del 69, cuando se desata la gran polémica en torno al cine latinoamericano, asiste a una función de los Tigres, le gusta, conoce a Ruiz y éste se sube al carro. Pasan los meses, el gringo vuelve con su señora, mucho equipo técnico -incluyendo una grabadora Nagra, que vuelve locos a los cineastas chilenos (allí empieza el cine grabado con sonido directo en Chile)- y un millón de dólares para gastar en el rodaje. Se me está olvidando la inmensa cantidad de hierba que trajeron también. Se supone que en la casa donde funcionaba la producción (ubicada en Lyon con Pocuro) había una fiesta perenne. Los gringos fumando, los chilenos tomando tinto.

P: Eso mismo estaba leyendo ahora. Todo muy drogado, pero todo muy funcionando también. Pero, ¿qué pasa con las escenas documentales? ¿Y de dónde sale este personaje de blanco (Sergio Zorrilla, integrante de la cúpula del MIR, por entonces encarcelado) que arma el discurso sobre el imperialismo y el triunfo del pueblo? Lo filman hasta que el discurso se vuelve vano: hay un momento en que ya no se escucha, sólo tienes el tono de voz del personaje. Se pierde. ¿Cual es la intención ahí?

R: Lo de Zorrilla -a quien filmaron en la cárcel- se parece un poco a esos discursos del primo de Palomita blanca. Una perorata que parte en clave gramatical y luego se deshilvana hasta volverse incomprensible. Puede que recordando eso Ruiz lo haya rescatado para su Palomita...

P: Algo así. Es la clase de discurso genérico, ese que hemos escuchado desde que tenemos uso de memoria. La clase de discurso que ahora parece un poco añejo.

Q: Creo que hay aquí algunas sutilezas políticas, algunas difíciles de interpretar ahora. Pero lo voy a intentar. La posición de los gringos es la del Partido Comunista: unidad de la izquierda y revolución dentro de la democracia (McDonald canta sobre eso). Zorrilla, a pesar de que milita en el MIR y no está en la UP, también baja esa línea. Ruiz no la comparte, está más bien a favor de la lucha armada y ve con toda claridad que hay una contradicción en el seno de la izquierda, que es lo que le interesa como cineasta: explorar contradicciones y no filmar panfletos. Así, utiliza la parte que le dejan hacer de la película para profundizar en ese tema....

[La codirectora Nina Serrano, durante el rodaje de Qué hacer]

R: En la entrevista que concedió a Enrique Lihn y Federico Schopf poco después del rodaje, Ruiz lo sintetiza perfecto: “Landau vio en Tres Tristes Tigres una serie de síntomas muy clarificados desde el subdesarrollo (...) Como yo estoy dentro del subdesarrollo, no tengo la perspectiva suficiente como para saber si ello es efectivo”. Creo que Ruiz se dio perfecta cuenta de que los gringos estaban, a su manera, haciendo turismo; y les siguió un poco el juego hasta donde pudo, y con toda la ironía que le cabía. A eso hay que sumar que la realidad misma les pisó los talones durante la filmación. Cuando el equipo andaba por Copiapó, filmando la ciudad y las minas circundantes, se produjo el atentado contra el General Schneider. No había pasado un mes y medio de la elección de Allende, y la violencia -de la que el filme intenta dar cuenta con la conspiración para raptar al agente de la CIA- se había hecho presente.  

Q: Al mismo tiempo, Ruiz intenta hacer una película propia, filmando a sus amigotes, las comidas, los bares, el ambiente chileno, como si todo eso se fuera a perder (y, de hecho, se perderá) en los años que siguen. Lo que queda es el sonido y la furia de esa etapa de optimismo e incertidumbre alrededor de esas elecciones, con una carga de vitalidad y de color inéditas en Chile, pero también las premoniciones de una tragedia que se avecina. Los gringos están en otra cosa, no entienden más que las consignas, lo más esquemático y folclórico desde su paternalismo y sus refranes simplistas. Apenas alcanzan a intuir que no entienden nada, que están como la chica del Peace Corps viendo con quién se acuestan. Pero, al mismo tiempo, Ruiz dirá muchos años más tarde en una entrevista para la televisión con Cristián Warnken: “Todo era como una gran obra de teatro, donde cada uno de nosotros representaba un papel”.  

P: Me hace sentido aquello. Hay una toma muy obvia, pero que creo que grafica algo de eso, con estas conversaciones en interiores -de tipos que aparentemente son de la CIA- mientras afuera está la masa clamando por Allende. Está presente este concepto de lo privado y lo público que no se mezclan, que ni siquiera se topan y por lo mismo no se comprenden. Dentro de los muros se está desarrollando esta historia de gringos tratando de hacer sus negocios en Chile, mientras afuera está la gente en su propio rollo revolucionario.

Q: Pero no son solo los gringos los que operan tras los muros. Del otro lado, la izquierda también conspira, mientras el telón de fondo son las manifestaciones. Si uno lo piensa un poco, la película tiene ese aspecto simétrico: dos grupos -con sus contradicciones internas- que intrigan para ver quién se queda con la chica. Es una película de conflicto central saboteada desde adentro por una intención muy disruptiva de Ruiz, que no cuaja con el resto. El problema, creo, es que en esas circunstancias él empieza a ser parte de un mundo oficial, desde el que le cuesta mucho ubicarse en su posición preferida (la que lo llevaba a crear) que es la de la resistencia. Ruiz empieza a darse cuenta de que es parte del gran teatro y de que no está claro cuál es su lugar.

P: ¿Un Ruiz disruptivo que no encuentra su lugar en la obra? Es una cosa maravillosa esta de encontrarse con un brote adolescente del autor. La idea es una película en sí misma, entonces.

R: Es que no hemos mencionado algo aún. Antes de filmar Qué hacer, Ruiz se había pasado casi un año en otra cosa: colaborando al interior de la escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso. Filmó. Ahí es donde concibe el inacabado proyecto de “El Tuerto” (y que más adelante se llamó “La Catenaria”). Allí también es que conoce al grupo de arquitectos que más adelante crearían la Ciudad Abierta en las cercanías de Viña del Mar y que -se supone- son los primeros en ponerlo en contacto con la cultura francesa, a él que era casi un gringo culturalmente. Y si eso no bastara, el 69 es el año en que hace clases en la Escuela de Cine de Viña del Mar -fundada poco antes por Aldo Francia- y los días donde conoce a Valeria Sarmiento. Era evidente que mucho se estaba incubando en su cabeza, pero lo curioso es que todo eso no tiene necesariamente que ver con el compromiso político que se le endilgó en la ruta hacia la Unidad Popular, debido a su afinidad -o lo que era percibido como afinidad- con el Partido Socialista. Ruiz dijo en varias entrevistas que lo convirtieron en “cineasta oficial” del Partido porque no había otro colega que militara ahí.

Q: Cuando alguien escriba la biografía de Ruiz (una tarea ciertamente pendiente) tal vez dé cuenta de cómo fue su pasaje del lugar de francotirador al de cineasta más o menos oficial. Incluso cómo y gracias a qué compañías se empezó a considerar marxista. Aun cuando cada vez que dice que es marxista pone una infinidad de reparos, era una posición prácticamente ineludible (y allí la influencia de la cultura francesa se empezaba a notar). Pero nunca se ocupó de aclarar demasiado el tema. Somos sus comentadores los que seguimos rumiando en su pasado, más bien tratando de adivinarlo.

R: Vamos por ahí, casi dando palos de ciego. O al menos de tuerto.


Making a movie in Chile

Put on your new sombrero

from Rio de Janeiro

and a poncho you’ve got

in Guayaquil

We’ll drink our pisco sours

in a penthouse in Buenos Aires

and the rest of the world

can go to hell.

 

Up in the Grand Casino

with the beautiful people

talking about the elections

The ladies in Dior

talk about in Ecuador

and men, we all discuss our erections.

 

Making a movie in Chile

having a wonderful time

playing our parts

deep in our hearts

of south american times

They dig the rock

We get the roll

They ain’t got nothing

But they sure got soul.

 

Making a movie in Chile

We’re having a whale of a time.

 

We’re taking more and more

Without saying por favor

And now we feel that we’re addicted

But elections comes next week

We might be up the creek

And find out what is like to be evicted.

 

So anyone cares

To buy up you shares

Of american ore

Of Salvador.

 

It’s been a lot of fun

We, sons of a gun

Hey, there’s our playing

We’ll see you later.

 

Making a movie in Chile

having a wonderful time

playing our parts

deep in our hearts

of south american times

They dig the rock

We get the roll

They ain’t got nothing

But they sure got soul.

 

I say, we’re making a movie in Chile

We’re having a whale of a time

(Country Joe McDonald, 1970)

 

 

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