Diálogos Exiliados (38): Régimen sin pan

Ambientada en en el Principado Rock de Grenoble, en el preciso momento de la elección de su nuevo rey, esta alucinación cómico-musical de Ruiz es consecuencia directa de su obsesión por el teatro, su progresiva alianza con diversos centros culturales de región y el interés por el naciente formato del videoclip. Dicho lo anterior, Régimen sin pan no es exactamente un musical: usa las estrambóticas canciones del dúo Angel & Maimone como telón de fondo, como persuasivo divertimento y, en último término, como escenario de las propias pesadillas y delirios de su director. ¿Por qué no nos extraña?

Régimen sin pan (1985)

 

Christian Ramírez: A mediados de los 80, cuando el formato del videoclip era joven, muchos realizadores metieron las manos en la masa. De esos años, hay clips de Scorsese, Derek Jarman, Sam Peckinpah, pero también Godard y Rohmer. Así que no es novedad que el tema le haya atraído a Ruiz. Eso sí, como de costumbre, nuestro hombre dio vuelta la fórmula: la historia de este Régimen sin pan partió como un videoclip para un dúo llamado Angel & Maimone, que a sugerencia del propio Ruiz se estiró a un largometraje. ¿Por qué no me extraña?

Quintín: Me enoja mucho que no sepamos más de esta película y que no le podamos preguntar a Ruiz cómo fue exactamente la cosa. Pero lo cierto es que no deja de ser otro de sus experimentos. Un formato (el videoclip de encargo) al servicio de un tema “de la casa” (una historia fantástica basada en el tema del doble) y un estilo visual y sonoro que nunca había utilizado hasta aquí. También me gustaría preguntarle a Ruiz por el título de la película, es muy curioso eso de Régimen sin pan. Por un lado, remite a Tierra sin pan de Buñuel, pero por el otro hay un juego entre un lugar muy pobre y una dieta sin hidratos de carbono. 

R: ¿Será porque para algunos, la idea de un régimen sin pan equivale a comer sin alegría? Misterio.

Alejandra Pinto: Es muy gracioso como me pegó directo en la nostalgia estética de los 80. Esta cosa futurista/apocalíptica, tipo caverna de Mad Max o las ciudades de Blade Runner, no es algo que hayamos visto antes, o al menos, no en el tiempo previo a esta película, en donde Ruiz parecía estar filmando en espacios más abiertos. Me dio un poco de claustrofobia, la verdad. Claustrofobia y pánico a los productos capilares que usaban los actores… pero eso es otro tema. 

R: Uno puede rastrear varias fuentes posibles —el mundo distópico de la película semeja al propuesto ese mismo año por Brazil, por ejemplo—, pero lo más probable es que Ruiz haya operado como siempre, guiado por sus propios instintos. Lo que sí me queda claro es que la Casa de la Cultura de Grenoble, que figura como productor del filme (lo más probable es que gracias a las conexiones que Maimone tenía con la institución, parece que en algún momento fue el director), sirvió para aportar con un mínimo de recursos que a nuestro realizador le bastan y le sobran para orquestar sus alucinaciones. En ese sentido, creo que aquí Ruiz no está jugando a ser Terry Gilliam, sino más bien Ed Wood. Y a mucha honra.    

Q: Por otra parte, esta podría ser una historia de Philip K. Dick, a quien Ruiz dice en alguna parte haber leído, si mal no recuerdo. Y es una buena historia: una sociedad (“El Principado Rock de Grénoble”) en la que el monarca muere ritualmente en un determinado momento para ser reemplazado por la persona que más se le parece físicamente, según una elección que se hace por televisión, como en una especie de reality show. Pero Jason III, el príncipe que debe morir (y que es encarnado por Angel), se escapa, desaparece y luego resurge con el cerebro vacío a causa de un accidente. Sin embargo, luego Anne Alvaro y Maimone, la otra mitad del dúo musical que hace del Profesor P., lo convencen de que debe presentarse de nuevo y ser Jason IV, ya que no hay nadie que se parezca tanto a Jason III como él. Pero sorpresa: al final asoma otro doble que es sordomudo y está casado con una ciega (a su vez, el personaje de Alvaro es paralítica) que se le parece más aún y es el hermano mellizo de un personaje que muere en un accidente y al que Jason le roba el traje. En el medio suceden una serie de peripecias que no vienen mucho al caso, especialmente dos literarias: unas prostitutas virtuales a las que el protagonista les pregunta “¿Quién es Madame Bovary?” y todas contestan “Madame Bovary soy yo”, aunque también el Profesor P. dice ser Madame Bovary como Flaubert, según la leyenda. Por último, Ruiz crea un personaje que, sentado junto a Jason en un café y sin que nada lo justifique, le empieza a contar la historia de Charles Swann con Odette de Crécy que corresponde al primer tomo de Proust. No tengo la menor idea de por qué pasa eso, ni qué tiene que ver con la historia de Jason. 

R: No es la primera referencia proustiana que Ruiz intercala por ahí: en La presencia real, el protagonista se acostaba en una cama y quedaba encuadrado en la misma posición que los croquis que se le hicieron a Proust recién muerto. De hecho, la película inserta un cristal donde se traza ese perfil con un lápiz de tinta. Me pregunto si Ruiz ya estaba obsesionado con La recherche, ya en ese momento. Probablemente sí, porque al año siguiente filmaría Dans un miroir, que —según él— es su primer intento, su primer esquisse abiertamente proustiano. Qué ganas de verla (por ahora, no tenemos acceso a ella). 

P: Creo que es la única vía de conexión que encuentro entre esas dos historias, asumiendo que hay obsesiones que tienen que ver con el fondo —tomarse una historia de Proust a propósito de nada—, pero también con la forma. En algún momento conversamos sobre esta habilidad extraña de Ruiz de hacer algo completamente distinto de los encargos que le iban haciendo. Cuando le pidieron un documental sobre castillos, salió con una historia en tres tiempos. Cuando fue a filmar Versalles, mostró todo, menos el castillo. En sus manos, una serie portuguesa para niños se convierte en una película de terror, y así. Ruiz arma los videoclips de Régimen sin pan un poco siguiendo la tendencia de esos tiempos, con un dúo de cierto corte new romantic, pero termina saliéndose con la suya y genera esta película que parece encauzarse en una línea, pero se separa de ella a cada rato. De hecho, dijo que esta película tuvo una circulación muy pequeñita y solo en Taiwán. ¿Cómo fue a pasar eso?

Q: Ruiz siempre se desentendió de lo que pasaba con sus películas una vez filmadas. Pero no me extraña que esta haya tenido cierto seguimiento de culto en Oriente: tiene algo de manga, me parece. Es otra película que, mostrada en un lugar apropiado (un festival de género, por ejemplo) y sin decir que es de Ruiz, podría tener un impacto en la audiencia. Posee mucha atmósfera y además tiene dos toques ruicianos propios de este período:  por un lado, el gore con escenas en la morgue y gusanos que simulan letras. Por el otro, el hecho de que Angel y Maimone canten al menos en cinco idiomas. 

R: A propósito del dúo, perdón, pero ocupo este espacio para descargarme: encontré horrendas sus canciones (tuve la desgracia de revisar algunas más en youtube). Es una versión espantosa de ese europop de mediados de los 80 que tuvo grandes momentos con figuras igual de disparatadas —Klaus Nomi, por ejemplo—, pero que quede claro Angel et Maimone no son ni por si acaso los Pet Shop Boys. No es que a Ruiz le haya importado demasiado tampoco. En la medida que uno va mirando la cinta, las canciones y la banda sonora se convierten en una suerte de apéndice, de materia prima en torno a la cual Ruiz juega, se divierte y luego descarta.  

P: Son pésimos, es verdad. Pésimos y engrupidos. Y, por lo mismo, es un esfuerzo doblemente aplaudible el de Ruiz en esta pasada, que los dota de algo de misterio e interés, uno que por ellos solos no hubiesen tenido, me parece. 

Q: No estoy para nada de acuerdo. No voy a juzgar la calidad del dúo ni menos compararlos con otros números pop de los 80 (creo que no conozco ninguno), pero me siento más cómodo con la música de Angel & Maimone que con la del habitué Jorge Arriagada. Además, creo que los músicos tienen una cualidad histriónica interesante y participan de la diversión cómic-fantástico-literario-mortuoria que plantea Ruiz. A mí me parece que le dan una gran armonía al tono de la película, incluso es más homogénea que lo que suelen ser las películas de Ruiz. Y creo que el secreto es que el hilo conductor es la música cosmopolita y vacua de estos dos, que se presta como soporte para una trama absurda. Es una verdadera película musical: hay una canción a cada rato y una historia que las enlaza, como en una película de Elvis, pongamos.

R: Te reconozco el punto, Q. La gracia de Régimen sin pan es precisamente que está hecha con “las patas y el buche”; utilizando sólo elementos destartalados y de dudosa procedencia, pero que de algún modo le sirven a Ruiz para componer un material coherente. Así, después de filmar varios proyectos con presupuestos relativamente decentes —todo el período que va desde El territorio hasta Manoel, con la excepción de Punto de fuga—, volvemos a la lógica del poverty road y del cine clase Z, a la idea de trabajar con unos mínimos pero sin descuidar el tema de fondo. Al mejor estilo Ulmer. De hecho, estaba pensando que ese es el mejor argumento a favor de la película si uno la compara, otra vez, con el Brazil de Gilliam. El estadounidense echó la casa por la ventana para crear su distopía, removiendo en el proceso cielo, mar y tierra, acosando a medio mundo, peleándose con sus productores y con el estudio. El resultado: buena película, pero totalmente desbordada; quizás más ahora que antes. Ruiz, por otro lado, no intenta cambiar ni por si acaso el mundo del cine. A lo más se la juega con un tema que, hasta ese momento, había sido totalmente ajeno a su filmografía: el mito de Pigmalión y la idea del Svengali. Alguien interesado por modelar o educar a un tercero, de acuerdo a sus propios intereses. Algo así es lo que ocurre con Alouette, la inválida encarnada por Anne Alvaro, quien pretende usar el cuerpo, “la cáscara” vacía de Jason III para crear su propio postulante a monarca absoluto. Alouette no se parece en nada al cardenal Mazarino, ni a Richelieu ni menos al profesor Higgins, pero desde su oxidada silla de ruedas pretende dominarlo todo. Igual que los malvados de Brazil, a todo esto.

P: Es curioso verlo así, porque lo último que se me hubiese ocurrido es que Alouette fuese un personaje manipulador. La veía más como alguien desesperada por recuperar algo que perdió. En general, la película no se desborda, pero los personajes resultan algo distantes, sobre todo visto a través de las muchas pantallas que Ruiz utiliza para proyectar su imagen. Alvaro tiene un rostro muy característico, y ya la hemos visto en otras películas de Ruiz (era la protagonista de La ciudad de los piratas, nada menos), pero esa familiaridad se disuelve con la forma en la que se va contando esta historia. 

Q: Me parece muy versátil Anne Alvaro, y la prefiero en esta versión descontracturada antes que en Bérénice. Es como si Ruiz la fuera sacando de la cultura seria y atrayéndola hacia la cultura popular a lo largo de varias películas, para terminar en este lugar sin pretensiones, pero cómodo y divertido. 

R: Lo curioso es que Olivier Angele y Gerard Maimone parecen recorrer en el film el camino inverso: Ruiz los extrae de su mundo synth y trash, los viste con ropajes teatrales e incluso les proporciona diálogos complicados, extensos y culteranos. Lo mejor es que en esa ruta no hay falsa pretensión.

Q: Ah, y hablando de pretensiones, quiero dejar sentado que Brazil me parece una porquería de película, de esas que no tocaría ni con un palo: los cadáveres de Ruiz son menos horribles.