Vendrá la muerte y tendrá tus ojos: La fragilidad del cuerpo
La muerte es una cosa real, permanente y a la vez irrepresentable, a la que apenas podemos mirar de reojo. Sin embargo, eventualmente enfrentamos obras que nos intentan acercar a ese misterio. José Luis Torres Leiva es probablemente uno de los directores chilenos que más ha ido ahondando, si no en la muerte propiamente tal, en la fragilidad de los cuerpos, de los espacios y de las acciones que llevamos a cabo y, al mismo tiempo, dando cuenta de los esfuerzos que llevamos a cabo para hacer menos horrorosa dicha fragilidad.
Hace algún tiempo, con motivo de un visionado, conversé con un profesor amigo acerca de lo siguiente: ¿cómo podemos representar la muerte en pantalla? Esa falta de peso, la levedad del cuerpo inerte, ¿cómo podemos verla sin que parezca una maqueta de esa realidad?
En ese momento, no tuvimos respuesta. La muerte es una cosa real, permanente y a la vez irrepresentable, a la que apenas podemos mirar de reojo. Sin embargo, eventualmente enfrentamos obras que nos intentan acercar a ese misterio. José Luis Torres Leiva es probablemente uno de los directores chilenos que más ha ido ahondando, si no en la muerte propiamente tal, en la fragilidad de los cuerpos, de los espacios y de las acciones que llevamos a cabo y, al mismo tiempo, dando cuenta de los esfuerzos que llevamos a cabo para hacer menos horrorosa dicha fragilidad.
Dos mujeres, enamoradas la una de la otra, viven los días con la pesadumbre de esos finales que están por venir. Una de ellas, María (Julieta Figueroa), está gravemente enferma y se aferra a la decisión de no seguir dilatando su situación. Su compañera, Ana (Amparo Noguera), respetuosa pero dolida, observa cada movimiento como un deber ser, enfrentando la imposibilidad de interferir en la decisión de su pareja. Apenas contenida por su hermana, Ana debe ejercitar la empatía, mientras la vida de la mujer que ama se va a apagando.
Puede resultar difícil de entender este acercamiento a simple vista, pero Torres Leiva pisa un terreno que le es conocido. Su mirada sobre la pareja guarda una conmovedora distancia, dejando al espectador compenetrado respecto a este recorrido y, aun así, planteándonos como observadores sin poder pasar más allá. Las acciones cotidianas son miradas desde fuera, con planos que involucran a las protagonistas en interacción con su paisaje, mientras las mayores intimidades son observadas con mayor detención. Aquí, Torres Leiva sitúa la cámara en primeros planos que desdibujan los cuerpos y los convierten en una sola cosa, conduciéndonos a perder la noción sobre donde empieza uno y termina el otro. En estos cuadros los gestos desaparecen para dar cuenta de cada surco en la cara y de cada expresión en el rostro, extremando la noción de fragilidad frente a la realidad.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos habita en silencios que son interrumpidos muy pocas veces, escuchando el sonido de una caricia, un susurro, una música a lo lejos o la propia voz de Ana, quien al mismo tiempo recita las palabras de dos historias que irrumpen en la narración. Ambos cuentos -una mujer mayor encuentra a una niña salvaje, un hombre tiene un encuentro con otro, descubriendo en él al gran amor de su vida- parecen ser aristas de su propia historia. A través de sus relatos podemos acceder a la manera en que Ana comprende la realidad que vive junto a María.
Pese a este juego en que entramos y salimos de la vida de las protagonistas, Torres Leiva logra situar a la muerte, a ese momento final, como una experiencia colectiva antes que personal. Comprendemos que esa muerte será vivida por todos quienes rodean a Ana y María. “No tengaí susto, aunque sea un ratito, no tengaí susto” dice la hermana de Ana, dirigiéndose a ella, como si fuese Ana quien va a enfrentar a la muerte en los ojos de María. Desde ahí, ¿es la muerte de alguien que amamos un proceso en el que todos participamos? ¿Es por eso que no podemos retratarla?
“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos/ esta muerte que nos acompaña/ desde el alba a la noche, insomne/ sorda, como un viejo remordimiento/ o un absurdo defecto” dice el poema que inspira el título de esta película. Torres Leiva se hace cargo de esta premisa, sobre una muerte que pende sobre nosotros de manera permanente, pero que sin embargo, no nos lleva a la inmovilidad. El director usa ese poder para recordarnos que hay una pulsión vital incluso a punto de llegar al final. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos es una obra poética, intensa, que no hace más que remecernos en su simpleza y belleza. Y por supuesto, como se encarga de recalcar al final, convencernos de que siempre “en el amor todo es empezar”.
Título original: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Dirección: José Luis Torres Leiva. Guion: José Luis Torres Leiva. Producción: Catalina Vergara. Fotografía: Cristián Soto. Montaje: Andrea Chignoli, José Luis Torres Leiva. Reparto: Amparo Noguera, Julieta Figueroa. País: Chile. Año: 2019. Duración: 88 min.