Tierra sola (2): Lo inescapable
En su libro de cuentos El fin de lo mismo, Marcelo Cohen escribe sobre una cárcel que da hacia el mar. Tiene un patio que es una playa: hacia delante las olas, hacia atrás la cárcel. La imagen es ciertamente genial, los presos tienen la posibilidad de salir cuando quieran, siempre y cuando se atrevan a nadar, aunque, considerando la vastedad del mar y la falta de herramientas y recursos, es lo mismo que ir a morir. Por supuesto, además de genial, la imagen es terrible, casi una burla. Más allá de los derroteros a los que nos lleva el cuento, lo importante es esa contradicción propuesta de libertad y encierro, o mejor, de voluntad versus privación. En Tierra Sola, Tiziana Panizza (la directora de Remitente, una carta visual, 2008) propone una imagen bastante similar para hablar de Isla de Pascua y su única cárcel. Un lugar donde el escape está al alcance de la mano y aún así nunca ocurre, pues, los presos ¿dónde van a ir? Pero Panizza no se divierte con la imagen al modo en que lo hace Cohen, sino que se pregunta a propósito de ella: ¿es posible la dualidad de la libertad y la privación en una isla en medio de la nada? Quizá elaborar la pregunta sería aventurarse a mucho, digamos más bien que es una pregunta que lleva las palabras libertad, encierro e Isla de Pascua en ella. La cárcel de Hanga Roa no tiene paredes y sus débiles rejas dejan ver todo hacia adentro. Apenas hay unos pocos gendarmes y nadie nunca se ha escapado. Si leemos la presentación de la película, creeríamos que realmente se trata sobre la cárcel y un futuro recinto carcelario a construir. Ciertamente ese es el hilo narrativo, pero también es apenas la excusa para intentar desarrollar su pregunta, nunca respondiéndola, sino más bien adornándola, pensándola, agrandándola hasta que termina por ser un documental de casi dos horas. Para esto la película se vale principalmente del archivo. Comienza contraponiendo distintas imágenes, reportajes o documentales nacionales y extranjeros en los que se hace referencia a la isla. Más específicamente a su particularidad isleña, quizás la única capaz realmente de llevar ese apelativo, en cuanto está alejada tanto del continente como de las demás islas polinésicas. Una tierra solitaria como ninguna otra. Esta información se repite una y otra vez y en distintos idiomas, como si fuese imposible decir alguna otra cosa de Isla de Pascua, o al menos como si fuese imposible saltarse ese dato para seguir hablando de ella. Así también se sostiene Tierra sola. El archivo es el gran motor del documental, y la disposición de Panizza es la de una investigadora aficionada. No nos entrega un trabajo de experto, sino el de una curiosa que minutos antes ha dado con la información que necesita, ya sea para extender su trabajo o quizás, simplemente, para satisfacer su curiosidad. El resultado es honesto, responsable y derechamente bello. Hay una voluntad poética en Panizza. Sus textos, que son la narración del film, en ocasiones son en segunda persona y se dirigen a algún interlocutor que desconocemos; a ratos parecen epistolares y da la impresión de que el trabajo es muy personal, además de artesanal. Por ejemplo, se topa con cintas que luego nos muestra (o se las muestra a su interlocutor invisible) en ferias. Además, como Herzog en Grizzly Man (2005), Panizza hace de Tierra sola una alegoría al formato de la película, del video, del archivo cinematográfico y, evidentemente, en última instancia, del cine. Tanto por el mismo contenido de las imágenes como por el posterior trabajo de edición, a momentos el documental parece una celebración de las posibilidades de lo cinematográfico. Pronto el documental adquiere otro toque, se desvía de la pregunta inicial, o más bien llega inevitablemente hasta donde debe llegar, y pasa a tratarse sobre la “historia chilena” de Rapa Nui: desde la intervención de la infantería de marina chilena a principios del siglo pasado hasta los carabineros en la actualidad, además de la relación de resistencia fallida en los isleños contra el Estado. Aquí Tierra sola logra una conexión importante. Panizza pareciera decir que la prisión de Hanga Roa sirve como el representante último de Chile en la zona. La cárcel, la represión, como metáfora de la bandera. Chile encarcelando, arrendando la isla a ingleses (que encerraron a sus habitantes para usarla ellos a voluntad), decidiendo sobre los terrenos de una isla que le es completamente ajena. Isleños que por 60 años no pudieron ver su propio mar a consecuencia de las decisiones que tomó el país sobre sus destinos. Desde ahí, la isla entera es como una cárcel de la que escapar. La aproximación de Panizza -por si por alguna razón se ha llegado a entender equivocadamente- no es la de un ensayo o una denuncia. Apenas le interesa el funcionamiento concreto de la cárcel, las relaciones en el interior, las historias familiares, los dramas. A parte del discurso político, a Panizza le importa la imagen -digamos- poética de esa cárcel: no tanto siquiera la contradicción de su existencia dentro de una isla inescapable, sino que busca alimentar esta idea con relatos, historias, situaciones y cine. Temprano en la película se referirá al concepto rapanui del mar como un gran muro horizontal. Para el final conoceremos pinceladas de algunos personajes de la isla que alguna vez tomaron un bote y arrancaron del lugar, pero que hoy viven en ella y han alcanzado gran notoriedad entre los rapa. Da la impresión de que la isla, además inescapable, es magnética. Y ese magnetismo, al tomar Panizza su cámara -quizá justamente en ese mismo gesto: tomar la cámara y filmar-, se hace bastante evidente. Una palabra se repetirá, acaso involuntariamente, durante toda la película: la versión en audio (o escrita, de ser el caso) de un moai en las postales de la isla, Misterio. Palabra amarrada con cadenas a la descripción del solitario pedazo de tierra. Dos veces veremos a Pablo Neruda declarando haber descifrado ese misterio. Por supuesto, no se tratará de una verdad contrastable, ni de un hecho en particular, sino que será un verso, un poema. Panizza seguirá esa misma línea con su documental. Tierra sola es lo que hace el cine cuando tiene cariño a su objeto. Nota comentarista: 8/10 Título original: Tierra sola. Dirección: Tiziana Panizza. Guión: Tiziana Panizza. Producción: Soledad Silva, Macarena Fernández. Fotografía: Pablo Valdés. Sonido: Claudio Vargas. Montaje: Tiziana Panizza, Coti Donoso. País: Chile. Año: 2017. Duración: 107 min.