Surire (2): Materia y absurdo
“Siempre vivimos en espacios, esferas, atmósferas. Vivir es creas esferas”
Peter Stlöterdijk
El último documental de la dupla Perut y Osnovikoff es un recorrido palpable por un salar ubicado a 4300 metros sobre el nivel del mar, donde confluye antes que nada el imponente paisaje y las formas de vida residentes ahí.
Desde el inicio, el documental comienza con lo que será una especie de leit-motiv: primerísimos primer planos de formas burbujeantes desde la tierra, burbujas que afloran a la superficie, milimétricas, proliferantes, efímeras, pequeñas atmósferas provisorias que nacen, crecen, desaparecen. A continuación, se presentan ejes que pueden ser comprendidos como capas temporales que confluyen en este espacio. Por un lado la violenta extracción minera de Boro, mineral que se encuentra en el salar; por otro la vida natural presente en este lugar incluyendo especies animales y por último la vida de una anciana aymara en la mitad de este paisaje, a quien podemos considerar su protagonista. Sin orden consecutivo o lineal, la narrativa de Perut-Osnovikoff es también burbujeante, pasa de lo diminuto a lo grande, del movimiento a lo estático, de la narración a la descripción abordando esto como si una textura poli-cromática se tratase.
Un primer acercamiento, da cuenta de de una reflexión en torno a estos sistemas de vida que en temporalidades diferidas pueden convivir en este espacio, en un equilibrio precario y en constante amenaza de desaparición ( la amenaza ecológica que significa del neo-extractivismo). La magnitud del paisaje, se impone en una lucha por la sobrevivencia, y la generación de formas de vida, y esferas relacionales tiene por ello, un eje ecosistémico que los documentalistas ponen en primer plano.
El personaje de la anciana, parece ser un punto de llegada de varias inquietudes. En ella se concentra la construcción de un mundo – un cosmos, bio-cosmos- en un contexto de extrema soledad y aislamiento. Los documentalistas ingresan a este universo temporal, haciendo patente las huellas tanto ancestrales como del paso del tiempo expresado en carne, piel y materia, pero también en un saber vivir, y sobre-vivir en condiciones naturales extremas. A la anciana la van a visitar de vez en cuando amigos, familia.
Los cineastas se concentran también en otras relaciones, entre ellas la relación con el animal, en este caso entre la anciana y los perros (uno de ellos un personaje más del filme) y la observación atenta a la fauna del lugar. Aún más: entran a este caleidoscopio la flora, el paisaje, la herrumbre, el polvo, el agua..
Esta es la película más “ecológica” de la dupla, aunque estas reflexiones- límites extremos de lo humano, relaciones humano-animal, creación de esferas de existencia- han estado presentes a lo largo de su cinematografía. Sin embargo lo que está en juego al respecto de sus otros filmes es la pregunta por esas configuraciones con el mundo natural, comprendidas como recurso de vida o explotación (Cabe agregar aquí que la extracción de Boro se encuentra desregulada y hay una amenaza ecológica patente en este hecho). Es así como la dimensión creadora, superviviente y configuradora de ethos relacionales y vitales, parecen constrastadas entre conceptos de mundo, configuraciones de vida y destrucción. Hay algo enfáticamente matérico, biológico, cósmico en este filme, y este parece a ratos un esfuerzo por querer comprender la función de la propia imagen documental en esta manera de configurar un mundo. En crear esferas.
Esto nos lleva al tratamiento. Desde sus primeros trabajos donde trabajaban con la negociación de puntos de vista y una cámara que se establecía fuertemente en el directo, los documentalistas han pasado hoy a un tratamiento pictoricista, matérico y con alto nivel de definición en la imagen, donde la superficie del cuadro, la composición y el encuadre son fundamento para generar una potencia sobrecogedora, a ratos monumental. En gran parte, se trata de una película que es un punto de llegada metodológico, de ajuste y concentración de recursos expresivos. El montaje muestra la capacidad de una mirada que pueda ir de lo más pequeño, lo insignificante a lo mayúsculo, del movimiento a lo estático, de lo narrativo a lo descriptivo, en un tratamiento que fusiona y propone como determinante documental la construcción visual y cinematográfica.
Sin aspavientos, y aceptando esta dimensión “performativa” de la imagen, se pone nuevamente en escena la negociación del propio límite, algo así como un “pero esto es un documental” también presente en filmes anteriores de la dupla. El punto máximo de negociación de esta “auto puesta en escena” es el momento en que la casa de la anciana empieza a incendiarse y el ojo de la cámara se mantiene intacto. ¿Cómo entender esto? ¿Se trata de un abierto comentario a las dimensiones “ficcionales” del documental? ¿Una advertencia sobre el punto de vista y su declaración como observador? ¿Un chiste cínico y cruel sobre la ética documental? Pues bien, al parecer que no hay exterioridad ni “afuera” de la pantalla, que estamos ante una hipótesis documental que favorece aspectos y esconde otros (la bio-antropológica antes que la socio-política, por ejemplo; o la apuesta ético-estética antes que el apriorismo-moral).
Desde un comentario sobre el “giro estético” del género documental, explorando las dimensiones expresivas, experienciales, sensoriales… Surire es un punto alto del documental chileno, una ampliación de las capacidades y potencias y un claro desacomodo con los llamados “discursos de sobriedad” y “grado cero objetivo». Junto con ello lleva tras de sí una densa reflexión sobre cosmos, atmósferas y modos de vida, con una plástica enorme de recursos que pueden ir del humor a la empatía, del ascetismo a la distancia.
Un documental donde incluso la engañosa categoría de “post-humanismo” se queda corta para comprender que es lo que empieza una vez que hemos cuestionado el antropo-centrismo documental; una mirada que huye del “rostro” como dignidad y medida del hombre, para comprender ese lugar mínimo y torpe del universo complejo que lo rodea, lo supera, que lo sitúa, que lo pone apenas como un accidente en una escala menor.
La presencia avasallante de los camiones mineros, es contrastada con la indiferencia monumental del paisaje del salar, su extrema belleza… como si este hecho pudiese ser pensado y ajusticiado en el cine y la imagen documental, como si hacer imágenes no fuera otra cosa hoy que crear un suplemento poético de un mundo en vías de su auto-destrucción y aniquilación.
Nota comentarista: 9/10. Promedio del blog: 9/10. Surire. Dirección: Bettina Perut, Iván Osnovikoff. Fotografía: Pablo Valdés. Sonido: Iván Osnovikoff. Montaje: Bettina Perut, Iván Osnovikoff. País: Chile. Año: 2015. Duración: 80 min.