Silo, un camino espiritual: Buscando un símbolo de paz
Silo, un camino espiritual nos plantea desde el comienzo dos herramientas documentales que funcionan como complemento: el retrato de un personaje a través de archivo y testimonio, y la puesta en escena de los métodos de investigación tradicionales (el archivo físico) en conjunto con los métodos actuales (el archivo digital y la accesibilidad de la imagen almacenada en memorias). El personaje retratado es el argentino Mario Rodríguez Cobos, más conocido como Silo, fundador del movimiento humanista. El documental narra su vida desde su crianza y mundo privado, hasta su influencia más allá del continente americano (como se ve en las escenas en Rusia), y asimismo entiende el siloísmo como un movimiento particular que respondía a un sentimiento mundial. La estrategia empleada por el director Pablo Lavín siempre plantea su análisis desde lo particular a lo general, correspondiéndose a la concepción de cambio mundial propuesta por el siloísmo.
El documental emplea distintos métodos para perfilar la personalidad e historia del líder, mezclando entrevistas a sus cercanos con material de registro, y poniendo en escena a una investigadora ficcional que funciona como una especie de guía a través de la cinta. La forma en que vemos a Catalina (interpretada por Catalina Bize) hurgar entre distintos libros y materiales de archivo recuerda al formato de reportaje donde tenemos un “conductor”. De cierta forma Catalina va descubriendo progresivamente la figura de Silo de la misma manera en que se nos devela a nosotros a través del testimonio. Partimos desde el espacio privado de Silo y sus primeros indicios de personaje místico en la infancia, hasta un retrato de su legado construido a través de distintas visiones de personas influenciados por sus enseñanzas alrededor del mundo. El carácter de “gurú” que podría tener el seguimiento a Silo (y el posterior movimiento siloísta) es también discutido y comparado con distintos movimientos de lucha. Dentro de los materiales de archivo explorados por Catalina se mezclan videos de conferencias de Silo con el registro de acontecimientos mundiales. En cierta manera Lavín intenta entender el siloismo dentro de una serie de manifestaciones (espirituales, ideológicas, políticas) que proponían un “renacer” humano desde mediados del siglo XX. Respecto a este punto el testimonio de Carlos van Schouwen resulta particularmente interesante al describir su evolución política. Van Schouwen (hermano del fundador del MIR Bautista van Schouwen) pasa tempranamente desde la dirección de asaltos armados miristas a la propuesta de acción no-violenta de Silo. Sin renegar de su afinidad al MIR, van Schouwen enseña cómo su camino propio, y el de su hermano, responden en cierta forma a la misma necesidad de cambio humano.
La forma en que Lavín hace convivir los testimonios tradicionales con la investigación ficcionalizada de Catalina nos llevan a la pregunta por la necesidad del registro y la memoria. Vemos como la oratoria de Silo sobrevive a través de la revisión de distintas cintas, así como podemos perfilar su biografía a través de una serie de fotografías rescatadas. Si bien queda claro desde el comienzo que el ejercicio de poner a Catalina como investigadora frente a cámara es ficcional (la escala de planos, la iluminación, entre otros elementos así lo indican), nos lleva a preguntarnos por la decisión de Lavín de ponernos esta guía durante el documental. Tal vez en la mezcla de formatos manipula Catalina se entienda esta decisión de recrear el proceso de investigación. Las fotografías almacenadas en una tablet son puestas en la misma mesa en que ella revisa registros fílmicos de Silo a través de un proyector. Vemos el material fílmico junto a lo digital trabajándose en conjunto para revelar al personaje.
Si bien este ejercicio ficcional en torno a los formatos de registro de memoria resulta interesante, queda en segundo plano frente a la construcción de Silo como personaje. Su intimidad, biografía y legado parecen ser el tema más importante en un documental que funciona como herramienta de difusión, ejercicio de memoria y homenaje a una figura política (y espiritual como bien indica el título de la obra) mayormente desconocida por las personas ajenas a la doctrina humanista. El documental de Lavín cumple a cabalidad en esta misión de restitución de memoria, pero se ve un poco contenido a la hora de dar un salto más profundo en cuanto a la pregunta por la memoria. Nos queda ante todo un retrato de personaje y un tributo a la memoria y legado del humanismo en el mundo.
Héctor Oyarzún
Nota comentarista: 6/10
Título original: Silo, un camino espiritual. Dirección: Pablo Lavín. Guión: Pablo Lavín. Fotografía: Pedro Micelli y Andrés Lama. Montaje: Violeta Paus, Alberto Oliva, Martín Ortega. Música: Manuel Canepa. Reparto: Catalina Bize. País: Chile. Año: 2015. Duración: 70 min.