Princesita (2): Preciosismo claustrofóbico

Princesita es la última película de Marialy Rivas, de quien hemos visto anteriormente Joven y Alocada, que sirve como antecedente y punto de partida para analizar la primera. Princesita, de forma indirecta y desde otra vereda, vuelve a tocar temas que forman parte del imaginario que ha ido explorando su cine, sobre todo con la mujer como punto central para construir relatos que se enmarcan en mundos claustrofóbicos para sus protagonistas. En Princesita la opresión se construye en un mundo aparentemente bello e idílico, como un hermoso cuento en el sur de Chile, donde una niña, al borde de la adolescencia vive en una comunidad que con el paso de la historia se nos irá develando como una secta religiosa.

La película juega con el despertar de una niña de 11 años que va descubriendo cómo su cuerpo va cambiando, lo cual la llevará a las preguntas y confusión propias de una adolescente, pero inmersa en un mundo torcido y manipulador. Princesita puede verse de diferentes ópticas y capas, todo esto envuelto en una imagen preciosista del bosque en que vive Tamara, junto a Miguel (Marcelo Alonso), su pareja, y varios niños más. Si bien partimos desde ciertos temas la película irá develando otros que sirven como ejes, como el machismo y la religión, pero ninguno se aborda con profundidad,  ya que la misma historia no da espacio para ahondar desde esta perspectiva quedando en cierto punto enunciados, pero no explorados con demasiada profundidad.

Princesita-4Desde los temas que subyacen en la película, como es el machismo y lo religioso, de donde deriva el fanatismo propio de una secta, también se toca el tema que es el más importante y transversal que es el abuso al interior de esta comunidad, el que se construye desde el control y manipulación psicológica a Tamara.  Aquí no logramos apreciar en toda su dimensión el actuar del líder, que pasa con los demás miembros de la familia, o con quien oficia de esposa; la “manipulación” se queda solo en la enunciación, en la voz de Miguel, pero no explora mucho más allá. El cuerpo termina siendo ocupado como síntoma algo obvio, como cuando a Tamara le llega su periodo, ¿acaso ese cuerpo dentro de ese mundo no debería verse afectado? Quizás un punto de referencia de lo que quiero decir podamos encontrarlo en La niña santa (2004), de Lucrecia Martel, donde podemos sentir el sonido de las moscas, como si de alguna forma algo se estuviera pudriendo sin poderlo ver. Desde la visión anterior, el tema más importante pareciera estar desde el ángulo de Tamara, pero la película no logra dar una perspectiva sólida en esta vereda, como si la directora hubiera querido mirar por el lado, dejando un espacio vacío entre la construcción de la imagen y el argumento central, algo que hace la película evada el tema central.

Un punto central en Princesita es su tratamiento, que con gran virtud logra crear un ambiente y una atmósfera de ensueño, con imágenes en las que se cuela la luz por la ventana e invade el lugar donde los niños juegan con almohadas, un preciosismo que envuelve y crea un ambiente que en la superficie aparenta ser la de jugar con la libertad que uno podría sentir en un bosque, pero donde se oculta la opresión y el abuso. Desde la perspectiva anterior, es el punto más interesante de la película, aun cuando quede la sensación de que el ambiente llega incluso a imponerse al tema central de esta. Un ejemplo de ello es el abuso de Tamara, el que no vemos explícitamente, pero queda sugerido. Es ahí cuando recién aparece el quiebre, llevando al final de la película, sin entregarnos un proceso acorde a ello. Otro punto que no termina de calzar dentro del relato es la voz en off que acompaña a gran parte de la película, una voz que es la de Tamara ya adulta, que con cierta reflexión y distancia busca dar una “explicación” a los actos de ella, recurso que termina por perderse entre las imágenes y el relato; aquí cabe preguntarse sobre el real aporte de esta opción si vemos a la película en una perspectiva general.

Sin duda que Princesita constituye un avance y una búsqueda de parte de su directora, pero en esa propia búsqueda hay temas que quedan inexplorados, tales como el cuerpo de la protagonista o del grupo de la secta, o la tensión que debiera producirse ante las palabras del seductor líder. Todo termina siendo el cuento en clave pop de un tema que, por lo menos, es polémico. Lo que se extraña es que la directora no profundizara, no desde el guión, sino desde la imagen, el tema que estaba tocando, como si hubiera una autocensura en su mirada, barrera que solo al final de la película se supera, al ver cómo todos los hechos se decantan en una escapatoria para la protagonista.

 

Nota comentarista: 5/ 10

Título original: Princesita. Dirección: Marialy Rivas. Guión: Marialy Rivas, Camila Gutiérrez. Fotografía: Sergio Armstrong. Montaje: Felipe Gálvez, Andrea Chignoli, Delfina Castagnino. Sonido: Martín Grignaschi. Música: Ignacio Pérez Marín. Reparto: Sara Caballero, Marcelo Alonso, María Gracia Omegna, Nathalia Acevedo, Nahuel Cantillano, Rafael Federman, Emiliano Jofré, Stefano Mardones, Agustín Silva, Isidora Uribe. País: Chile. Año: 2017. Duración: 78 min.