El incontrolable mundo del azar (Fernando Lasalvia, 2012)
La fila de personajes tipo Wes Anderson en el primer largometraje de Fernando Lasalvia es detectable, caben mejor en un formato aproximado al sketch y alcanzan niveles de empatía no menores. Es singular este entramado que se mofa de sus movimientos, de su torpeza, emula en parte de los primeros cuarenta minutos ciertos modismos de la ‘vecindad del Chavo’ y dispara contra el origen de Hitler.
Asimismo, no es obligatorio dejar apartado que, para bien o para mal, el músico/ex notero/director desarrolló y heredó cierto sarcasmo e ironía del formato televisivo Caiga Quien Caiga, del cual podría derivar –por qué no– algo, claramente sin tanta brutalidad, de aquel humor en su obra larga duración. El incontrolable mundo del azar forja situaciones plagadas del absurdo, de lo surrealista, de la incapacidad de una sociedad para dar resolución ágil a los sobresaltos –emanen o no desde extraños fenómenos–, de lo sintomática que puede resultar una idiosincrasia.
Un repaso. ‘El extraño fenómeno de Juan Astudillo’, un matrimonio más que complicado por no poder comunicarse con su primogénito que, según una institución alemana para niños superdotados, podría padecer de un supuesto ‘desprendimiento idiomático’ por comprender, pero no poder hablar ni una gota de español. ‘Raúl Brito’, un hombre que se dispone a romper sus estructuras para ser capaz de renovar su visión y enfrentar nuevos acontecimientos. Y ‘Efraín & Margot’, una pareja madura incapaz de empatizar pese a todos los años juntos.
Las resonancias foráneas en el filme, en un juego de energía cómica, son capas que permiten que la cinta no se estanque, y que más que describir y modelar pueden representar esa mixtura poco certera, conduciendo a una especie de galimatías sociológico en esa espacialidad de exageración desplegada por Lasalvia. Espacialidad que se define absolutamente por la presencia de una constante voz en off, el recurso que arma verdaderamente el esqueleto de la propuesta, puesto que cuenta como si fueran auténticos relatos épicos. A modo de ejemplo, basta recordar el cortometraje Ihla das Flores para comprender parte del efecto.
El filme- de un título tan pretensioso como el del libro más célebre de Kundera y que a veces quiere ser más de lo que es realmente y que llega tarde a cartelera pese a su paso por Sanfic 2012 y algunos certámenes- invita a visionar algunas ‘transgresiones’ armoniosas del relato por el juego del montaje, más presente en el entramado de las dos últimas historias, y la incorporación de símbolos que se cohesionan con el rol del off. Vínculo que se dirige más hacia una especie de collage que podría causar un efecto de distensión deconstruyendo a su modo los otros recursos narrativos predominantes.
Una apuesta, que convoca a rostros locales reconocidos, que no dista de una pretensión por ese carácter semi andersiano con humor negro, de una patología acentuada, pero que se comprende cuando se vislumbra la presencia de capas poco sutiles de afectaciones humanas. Entonces, ¿se trata de una radiografía a ciertos protagonistas de los nuevos tiempos? ¿Un juego enredoso de las convulsiones humanas que se vociferan desde hace más de una década? ¿O la institución de un existencialismo tragicómico? Por qué no apostar por una mixtura de los tres planteamientos.
El incontrolable mundo del azar se mofa de la entereza de un cosmos, es una sátira constante y de juicio a veces claro. Por esa serie de personajes disfuncionales sin caparazones mayores, que rememora algunos programas emblemáticos de humor de la televisión local –no es accidental que estén convocados Fernando Larraín, Nissim Sharim y Felipe Izquierdo–, se aparta de quedar confinado en un terreno estéril, aunque tales pretensiones de Lasalvia tampoco son lo suficiente descuidando otros espacios y grafías, y convive mejor con el formato televisivo por su efectismo que con el traslado a la pantalla grande.
Leyla Manzur