Crónica de un comité (2/3): La crónica escéptica
El tercer film de la dupla de directores chilenos José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola, registra el desarrollo del “Comité por la Justicia Manuel Gutiérrez”. Manuel Gutiérrez fue un joven asesinado en el 2011 por un carabinero durante una de las movilizaciones convocadas por la Central Unitaria de Trabajadores, (CUT). El asesino no ha sido procesado por la justicia civil, sino que refugiándose en la justicia militar, simplemente fue trasladado al sur por la propia institución. De esta manera el comité se organiza en el barrio marginal de Manuel con el objetivo de hacer justicia, con la colaboración de algunos vecinos, el hermano de la victima, y la participación intermitente y con cuestionamientos de otros familiares que sospechan de las organizaciones políticas populares y se refugian en la institución religiosa evangélica. Su hermano, Gerson, un muchacho en situación de discapacidad que se moviliza en silla de ruedas, es el rostro visible de la organización y quien registra o es registrado en gran parte del desarrollo de esta crónica.
El documental más que dirigir al espectador hacia la empatía por una causa, nos exhibe desde un realismo “desde adentro” los procedimientos coyunturales de construcción de un comité en tiempos en donde incluso las prácticas micro-políticas -en tanto especialización de las demandas-, no logran conformar comunidades políticas.
El film expone los debates internos entre los miembros del comité, como así también con las instituciones y organizaciones sociales con las que se involucra. Asistimos entonces a diversos elementos que nos brindan una puesta al día del escenario de las prácticas políticas. Como primer elemento que podemos identificar de este escenario que el film registra, es la existencia de unos actores involucrados en el comité que no logran conformar una solidaridad orgánica, debido a que lo trascendente no existe o está en otro lado. En segundo lugar, el garante terrenal de la justicia divina, una iglesia que instrumentalizando su poder interpelador de lo trascendente, la religiosidad de la familia del chico asesinado, neutraliza las fuerzas de las causas políticas como construcción de subjetividad. Otro elemento de este escenario es la tajante división entre el espacio público y el espacio privado, lo familiar como el territorio a ser resguardado, y lo público como ámbito que se observa con distancia y sospecha. También nos encontramos con la marginación territorial que no es sólo vertical, distribución de la riqueza, sino también horizontal; un barrio que por un lado segrega territorialmente al comité y por el otro se compone de individualidades que culpabilizan a la familia, “¿por qué estaba en la calle?” “¿por qué lo dejaron salir?”; son algunas de las recriminaciones que los vecinos hacen en voz alta. Otro elemento de este escenario de prácticas políticas coyunturales que el film nos exhibe es la representación gubernamental marcada por el distanciamiento con la sociedad civil, que se observa en la escena en que los candidatos deben ser interpelados por los lideres como “estrellas de rock” después de una ceremonia, o en el almuerzo con los diputados donde éstos se muestran como técnicos de un engranaje inaccesible para el ciudadano común. Finalmente podemos mencionar la visibilización mediática como una práctica fundamental e inherente al quehacer político, como así también un espacio de aspiración simbólica y social para las individualidades neoliberales; por ejemplo Gerson, declara cuando se prepara para su entrevista en “Mentiras Verdaderas”, que está cumpliendo su sueño.
No se trata de una mirada melancólica que nos advierte que estamos frente a la desaparición de lo político, sino que más bien se exponen los mecanismos de producción de lo político. La política es un terreno en pugna donde las instituciones tradicionales (iglesia, partidos políticos, poder legislativo, carabineros) y emergentes (la televisión, el movimiento estudiantil) luchan por mantener y/o desarrollar su poder en un espacio donde las individualidades, el “ciudadano común”, debe “trabajar para sobrevivir”, sueña con pertenecer al jet set televisivo, y en última instancia se someten a la voluntad divina.
El film nos propone una representación de lo social contemporáneo desde una mirada escéptica pero con un lenguaje cotidiano. Es coherente entonces que en el film exista una ausencia de planos panorámicos, incluso en la representación de las movilizaciones sociales, y predominen los planos cerrados. Es destacable la decisión que en muchos casos sean los propios protagonistas del comité los que registren y relaten. Esto último implica muchos planos tomados desde la silla de ruedas de Gerson, lo que nos ofrece rostros en contrapicado o planos desde las “caderas”.
Por último quisiéramos advertir que este film, ganador del último Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS), puede ser leído dentro de un campo de producción de cine chileno contemporáneo en un refrescante acercamiento a representaciones de lo social y lo político ya sea desde el documental o la ficción. Variados films que nos ofrecen relatos que van desde el desencantamiento (Volantín Cortao) al desmantelamiento (Propaganda), desde el escepticismo (Crónica de un Comité) hasta el cinismo (No, El Club). Y en este sentido Crónica… no sólo viene a sumar una mirada de la realidad política chilena, sino que también, nos advierte -desde su título- de la particularidad de la estructuras narrativas que se ponen en juego a la hora de construir estas miradas cinematográficas socio-políticas. Si revisamos el modo de narración al que estos films recurren podemos distinguir entre quienes construyen un relato histórico y quienes construyen una crónica. En el primer caso nos ofrecen una narración más bien cerrada, con una jerarquización, apertura y clausura de los acontecimientos demarcada, como sucede en los films de Larraín por ejemplo, que clausura el sentido y/o fijan las temporalidades. Mientras que los que aspiran a una crónica abogan más bien por un relato desjerarquizado, donde los hechos simplemente “están ahí”, como en los films Volantín Cortado o Crónica…, y por lo tanto el sentido tiende a no anclarse en una jerarquización establecida. Como menciona Hayden White “Las crónicas, hablando estrictamente, son abiertas por los extremos. En principio no tienen inauguraciones, simplemente «empiezan» cuando el cronista comienza a registrar hechos. Y no tienen culminación ni resolución, pueden proseguir indefinidamente”. Así Crónica de un Comité no pretende definir de manera determinante un “espíritu de la época”, como así tampoco pretende construir un juicio moral sobre aquello, sino simplemente registrar desde la “cámara en mano” algunos “instantes de verdad”, los procedimientos, contradicciones y desorientaciones que emergen cuando hoy se quiere hacer nada más ni nada menos que un comité.
Nota: 8/10. Título Original: Crónica de un comité. Dirección: José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola. Producción: Carolina Adriazola. Director de fotografía: José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola. Montaje: José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola. Duración: 100 mins. País: Chile. Año: 2014.