Lo último que seguramente pasó por la mente de Tony Scott fue si saltar o no del puente Vincent Thomas en el Puerto de San Pedro en Los Ángeles, California. La decisión fue drástica. Se dijo que Scott tenía un cáncer inoperable y en otros medios se insinuó que el director de Top Gun sufría una larga depresión, así como el desarrollo de un tumor cerebral. Sea cual fuese el motivo, en ese puente, el 19 de agosto de 2012, el hermano menor de Ridley Scott puso fin a su vida como hombre, padre de familia y realizador.

La obra de Ridley Scott siempre ha sido objeto de interés y análisis para cinéfilos y críticos. Lo anterior, porque es uno de los pocos realizadores contemporáneos que ha desarrollado una filmografía que se sustenta en el cine clásico, en particular, en grandes epopeyas que recuerdan el impacto visual y sentido de espectáculo de realizadores como David Lean (Lawrence of Arabia). En su obra podemos encontrar piezas claves de la ciencia ficción como Alien y Blade Runner, películas de culto como Leyenda, relatos intimistas del tipo road movie en Thelma & Louise, y algunas piezas de autor como Los duelistas, filme que sobresale por su sensibilidad y un conocimiento acabado de la pintura naturista de principios del siglo XIX. El cine de Ridley Scott es polémico, siempre se espera con ansias y es bastante reconocido por el público en general. Sin embargo, en la otra vereda tenemos a su hermano Tony, de quien casi no se han escrito monografías por considerarse un cineasta con más espíritu comercial a diferencia de la percepción de autor que predomina en Ridley.

Tony Scott quería ser pintor, pero finalmente se dedicó a la publicidad al igual que su hermano Ridley. Trabajó en miles de anuncios comerciales, terreno desde donde comenzó a desarrollar un estilo propio, con especial atención a la formalidad visual. Antes de Top Gun, Tony Scott dirigió El ansia, película que contó con Catherine Deneuve, Susan Sarandon y David Bowie como intérpretes. La historia sobre vampiros con una interesante carga de sexualidad y con evidentes influencias del expresionismo alemán deslumbró a la crítica. El filme era una discreta obra de autor en la que se pudo apreciar la versatilidad de Scott en la utilización de los espacios, además de una sensibilidad más propia del cine europeo que del estadounidense.

A pesar del valor innegable de El ansia, desde el punto de vista de un relato vampiresco de corte sexual, el filme no produjo el despegue de Scott como realizador. Dicho momento estaba reservado para un filme más comercial. Top Gun rompió la taquilla en 1986 con el protagónico de un joven Tom Cruise (que venía de filmar Leyenda con Ridley Scott). La historia de un aviador avezado que aprende a trabajar en equipo no sólo significó el desarrollo de una extensa colaboración entre Tony Scott y el productor Jerry Bruckheimer (Piratas del Caribe), sino que además patentó lo que sería el sello Tony Scott, es decir, la utilización de un montaje rápido en donde el barroquismo visual suele ser el complemento de la historia.

El estilo visual de Tony Scott es el antecedente directo de otros cineastas como Michael Bay (La Roca). La diferencia está en que el director de El último Boy Scout siempre se preocupó por el desarrollo de historias que tuviesen algo que decir. No podemos negar que el exceso visual y la aplicación de un montaje frenético a veces cansa al espectador, haciendo que éste en ocasiones no alcance a procesar las imágenes que se le proyectan. Aun así, en ello se puede percibir un valor que se relaciona con la capacidad de Scott de conectarse con las audiencias más jóvenes formadas bajo el alero de MTV. El cine de Scott se sustenta en la síntesis del videoclip y en la exageración visual, lo que suele provocar una permanente sensación de ansiedad. Sus imágenes son irreales, como si se tratase de espacios paralelos con otra tonalidad y colores. Lo anterior, para potenciar determinados estados anímicos de sus protagonistas, siempre privilegiando los primeros planos y travelings como una forma de conectar los diversos momentos de acción pertenecientes a una historia.

La autoría de Tony Scott se conecta con el diseño de producción. Su firma corresponde a la de un pintor que busca exagerar el espacio visual del encuadre. Los atardeceres son una ilusión y los colores cálidos y fríos están presentes en espacios impensados. Pareciera ser que el cine de Scott se mueve en una suerte de atemporalidad, una dimensión paralela a la realidad. Como sucede en la filmografía de todo director, Scott tiene obras menores y mayores. En este segundo grupo se pueden identificar El ansia, Revenge (el filme favorito del director Quentin Tarantino), Amor a quemarropa (con guión del citado Tarantino), Marea roja, Juego de espías y la subvalorada Hombre en llamas. En estos filmes se puede apreciar la exageración visual de Scott, pero también un especial cuidado en las historias. Amor a quemarropa tiene una de las escenas más alucinantes de los años 90` entre Dennis Hopper y Christopher Walken, y Juego de espías emociona y entretiene al igual que esos thrillers de suspenso de la década del 70`, del tipo Los tres días del cóndor. Esta última referencia no es accidental, ya que ambas películas tienen a Robert Redford de protagonista.

Marea roja es un caso particular, ya que no sólo es uno de los mejores filmes sobre submarinos (junto a Das Boot de Wolfgang Petersen y The Enemy Below de Dick Powell), sino que además integra el modelo de trabajo de Tony Scott, con trepidantes escenas de acción y peleas de poder entre dos hombres en medio de un posible conflicto nuclear. Gene Hackman es un militar acérrimo que cree en la guerra como mecanismo de disuasión y control. En cambio, su subcomandante -Denzel Washington- es un pacifista que concibe la vida militar como el deber de proteger a las personas, de cualquier bando. Tony Scott realizó un trabajo sobresaliente e incorporó otros subtextos que se vinculan con la educación y las diferencias raciales. Marea roja es un filme notable que no debe ser abordado como una película de escapismo, sino como una advertencia sobre quienes controlan y manejan la guerra, y también cómo el poder puede prevalecer sobre el sentido y la ética.

En las películas destacadas de Scott también hago referencia a Hombre en llamas, filme que es un remake de una cinta protagonizada por Scott Glenn en 1987. A la versión de Scott se le acusó de exceso de violencia y de ser una obra exagerada. Sin embargo, aquel engrandecimiento de la acción y de imágenes sobrecargadas propone otro tema que se sintetiza en la idea de la venganza. Washington es un hombre amortajado por el pasado, destructivo, pero también es un ángel exterminador que asume un rol paternal sobre la niña que le encomiendan cuidar (Dakota Fanning). Esta es una obra en la que la experimentación visual está presente en todo momento y que también marcará los intereses de la última etapa como realizador de Scott. Hombre en llamas es exceso y algunos clichés, a la vez que es innegable su magnetismo visual.

En una entrevista, Tony Scott señaló que no le temía a nada en un set de filmación. Sólo le preocupaba el fracaso creativo. El realizador británico era un hombre de acción, de decisiones difíciles y arriesgadas. Imprimió un sello único en sus filmes, los que suelen ser obras veloces, rápidas y desenfrenadas. Siempre se le recordará como un buen artesano, pero a través de este breve análisis es importante tener en cuenta que también fue un autor, cuyo estudio aún está pendiente. En las entrevistas y detrás de cámara de sus filmes era usual verlo con un puro en la mano y con algún atuendo de color rosa, generalmente un jockey. Era un director directo y muy consciente del negocio del cine, de sus faltas y también de las predilecciones de los espectadores. Tony Scott nunca volverá a dirigir, pero su filmografía está ahí, para que la critiquemos y también para que la valoremos desde su propio ámbito de acción.

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