Informe XXIX FICValdivia (1): Pequeñas divagaciones de un festival en movimiento (1ra Parte)

Por una parte, está la continuidad del rito cinéfilo que nos reúne año a año a quienes trabajamos en el área del cine y audiovisual. En la misma línea, una propuesta de programación que se consolida y complejiza -en el buen sentido del término- de una forma original y orgánica con su entorno, sus personas y sus películas.

La primera sensación que me ha dejado el FICValdivia 2022 es de confusión. Por una parte, está la continuidad del rito cinéfilo que nos reúne año a año a quienes trabajamos en el área del cine y audiovisual. En la misma línea, una propuesta de programación que se consolida y complejiza -en el buen sentido del término- de una forma original y orgánica con su entorno, sus personas y sus películas. Por otra parte, hay una cierta incertidumbre de lo que se vendrá tanto en el país como en el contexto global. Así, no fue extraño que, en una larguísima ceremonia inaugural, recién se comenzara a hablar de cine cuando Raúl Camargo, director del festival, sube a dar un improvisado pero emotivo y preciso mensaje sobre el valor del reencuentro en torno a las películas, a las salas, al cine. Es que eso es un festival de cine, un lugar donde nos encontramos para conversar sobre lo que nos hace pensar, sentir y experimentar el cine. Sin embargo, para algunas autoridades parecía ser más importante hablar de sus gestiones y poco sobre el festival.

Mi segunda sensación al llegar al festival es de curiosidad. Tras dos versiones en pandemia, donde se vivió una transformación de la forma de experimentar el ser audiencia festivalera, el misterio era como iba a reaccionar el público ante una presencialidad absoluta. Una de esas respuestas fue la inclusión de películas y cineastas que participaron de las versiones online pero que, esta vez, podrían presentar en sala y dialogar con el público. Además, la inclusión de nuevas secciones, una revisión de ciertas secciones y la decisión de continuar sin competencia de cine chileno, han permitido comprender que el festival sigue en movimiento, en transformación y en diálogo con su entorno.

Para hablar ya de las películas, la primera sección que vi (casi completa) fue Tramas, programada por Vanja Munjin y que, si bien dialoga y se hermana con Nuevos Caminos, propone una mirada paralela a este cine más personal y fuera de los cánones tradicionales. La sección abre con O movimiento das coisas (1985) de la cineasta portuguesa Manuela Serra, un retrato cotidiano de las mujeres de un pueblo en Portugal, donde en sus propias historias mínimas se refleja un movimiento a través de hilos que parecen ser simples, sin embargo, guardan una profundidad política y poética. Las mujeres de la película se adaptan y avanzan en un mundo que se destruye mientras los hombres conservan y resguardan las instituciones y tradiciones. La construcción de una mega obra y la imagen final de lo que parece ser una termoeléctrica, reflejan no solo la resistencia femenina en ese espacio, sino que la intromisión masculina en todos los espacios posibles, desde el hogar, la espiritualidad y la naturaleza.

La película era puesta en relación con la sección de cortos de Tramas que, en términos generales, proponen una mirada dialogante con O movimiento das coisas. Son las dos obras de la mexicana Azucena Lozana las que generan que esta sección funcione como un espacio nuevo y necesario dentro del festival. Los dos cortos de Lozana, Tigre del carbón y Cangallo y canning, presentan una relación emocional y estética desde el retrato del movimiento y de los gestos a través del registro y del espacio sonoro. Por lo mismo, el cortometraje de Carl Elsaesser se sintió como un ruido incómodo frente a una sección tan sensible y feminista, donde este retrato sobre el hogar y lo femenino genera un quiebre con las obras anteriores, principalmente por su mirada muy masculina a espacios que se habían puesto en cuestión desde y por mujeres.

Una de las secciones más esperadas del festival es Galas, donde se presenta lo último de grandes cineastas que tengan una relación con la propuesta del FICValdivia. En ese sentido, no era sorpresa ver la inclusión de las dos últimas películas del surcoreano Hong Sang-soo en la grilla. Al cierra de este texto, la única que se ha exhibido es The Novelist's Film. De algo de lo que se acusa constantemente al cineasta surcoreano es presentar relatos “genéricos”, es decir, la misma historia contada repetidas veces. Sin embargo, no solo es ingenuo e injusto con una cinematografía tan extensa como la de Hong, sino que, tomándome de las palabras dichas en la presentación de la película, se debe decir que ninguna obra del surcoreano es igual a otra ya que, si bien hay ciertas similitudes en la forma, las historias y el dispositivo, los personajes son siempre distintos y siempre cambian de una manera diversa y profunda a lo largo de sus filmes. Volviendo a The Novelist's Film, Sang-soo propone una historia sobre unos personajes que no pueden o rechazan mirarse a sí mismos, a reconocerse, huyen de su propia imagen y ser para esconderse en los suburbios de una urbe en Corea del Sur. La llegada de una novelista a visitar a una vieja amiga escritora, quien abrió una librería en ese lugar, revoluciona un espacio íntimo donde finalmente todos los personajes son vistos y se vuelven a mirar a si mismos desde la emoción, “el carisma”, y sin la pretensión del éxito, sino solo por la necesidad de ser vistos por ellos mismos. Por lo mismo, no es menos relevante la transición del blanco y negro al color en la película realizada por los personajes, donde por primera vez podemos ver no solo sonreír al personaje de Kim Min-hee, sino que nos conecta con una emoción que va más allá del dispositivo estético del filme. The Novelist's Film es una película pequeña en términos de historia, pero gigante en relación con las emociones, los sentimientos y las distintas profundidades emocionales de los propios personajes -y quizás del mismo Hong.

De la competencia internacional, la película de la cineasta china Zhang Mengqi, Zi hua xiang: 47 gong li tong hua, va en la misma línea que la de Hong Sang-soo. Pese a ser muy distintas en forma, ambos filmes dialogan en torno a una sensibilidad profunda de lo humano, con historias y acciones pequeñas- Una niña grita en medio del campo, al igual que un cuentacuentos medieval, que su tía (la cineasta), se va a construir una casa en la aldea. Lo interesante -y divertido, además- es que cada vez que la niña pregona ese texto, va agregando o quitando características a la casa, según vayamos avanzando no solo en la construcción de ésta, sino en la misma construcción de cada uno de les niñes de la película. De este modo, el relato de la película va construyendo un imaginario desde la visión de les niñes, quienes de a poco van siendo no solo protagonistas de las imágenes, sino que comienzan a registrarlas por si mismos. Todo esto se conjuga cuando más cerca del final se proyectan imágenes sobre ellos, en una suerte de meta relato fílmico, pero no en sentido del cine dentro del cine, sino de la historia de los personajes dentro de ellos, un reflejo de su crecimiento y de la relación con ellos mismos, su entorno, los sueños y el futuro.

En la segunda parte de este informe ahondaré sobre el foco en Ana Poliak, Proyecto Fantasma, la presentación de Realismo Socialista y el resto de la programación.