Informe XXIV Fidocs (4): Capturando el legado
Dentro de la amplia parrilla programática del festival dirigido por Antonia Girardi era posible encontrar una serie de documentales biográficos, en donde realizadores de diversas nacionalidades registraban ciertos aspectos de la vida y obra de personas -para ellos- destacables. Con el fin de ejemplificar diversas construcciones audiovisuales en torno al legado de un artista, comentaré una selección de tres largometrajes: Felix in Wonderland (Marie Losier, 2019), una mirada al proceso creativo del cantautor alemán Felix Kubin, reconocido por producir temas musicales llenos de frecuencias, disonancias, y sonidos fantasmales; Vil, má (Gustavo Vinagre, 2020), un anecdotario en donde Wilma Acevedo relata cómo llegó a convertirse en “la reina literaria del sadomasoquismo en Brasil” entre los ‘70 y los ‘90; y Andrey Tarkovsky: A Cinema Prayer (Andrey A. Tarkovsky, 2019), una sensible mirada a la vida y obra del fallecido realizador ruso Andrey Tarkovsky. Un cantautor, una columnista, y un cineasta capturados por distintos lentes.
El 2020 ha sido un año transversalmente difícil y la situación no ha sido muy distinta para los festivales de cine. Así como el desarrollo de nuestras vidas se ha tornado cada vez más cercano a las pantallas y a lo digital, espacios presenciales de discusión cinematográfica han tenido que mutar a la exhibición virtual. Eventos claves en el panorama nacional como el Festival Cine de Mujeres (FEMCINE), Santiago Festival Internacional de Cine (SANFIC), y el Festival Internacional de Cine de Valdivia (FICValdivia) tuvieron que adaptar su programación a plataformas de streaming como Festhome, Festival Scope y Nunchee, respectivamente. Uno de los certámenes que recientemente se mudó al formato online fue el 24º Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS), realizado de manera gratuita entre el 25 de noviembre y el 1 de diciembre. La programación del espacio del “cine de lo real” contó con secciones como Competencia Nacional, Competencia Internacional, Panorama Internacional, Cinefilias, Foco Lotty Rosenfeld, y algunas funciones especiales.
Dentro de la amplia parrilla programática del festival dirigido por Antonia Girardi era posible encontrar una serie de documentales biográficos, en donde realizadores de diversas nacionalidades registraban ciertos aspectos de la vida y obra de personas -para ellos- destacables. Con el fin de ejemplificar diversas construcciones audiovisuales en torno al legado de un artista, comentaré una selección de tres largometrajes: Felix in Wonderland (Marie Losier, 2019), una mirada al proceso creativo del cantautor alemán Felix Kubin, reconocido por producir temas musicales llenos de frecuencias, disonancias, y sonidos fantasmales; Vil, má (Gustavo Vinagre, 2020), un anecdotario en donde Wilma Acevedo relata cómo llegó a convertirse en “la reina literaria del sadomasoquismo en Brasil” entre los ‘70 y los ‘90; y Andrey Tarkovsky: A Cinema Prayer (Andrey A. Tarkovsky, 2019), una sensible mirada a la vida y obra del fallecido realizador ruso Andrey Tarkovsky. Un cantautor, una columnista, y un cineasta capturados por distintos lentes.
El documental francés Felix in Wonderland está estructurado en base a conversaciones de la cineasta Marie Losier junto al compositor -y fanático del sintetizador- Felix Kubin, quien es filmado en todo momento por una cámara de 16mm. Entre registros a perros mordiendo micrófonos y la producción de coros infantiles, Kubin comenta que “los cortes generan sonidos que entran a la realidad”, una simple línea que termina reflejando la manera en que la vida de este artista entra la nuestra; bajo el corte final de Losier. La narrativa es guiada por un dinámico montaje que entrelaza declaraciones del artista con respecto a su proceso creativo y diversas secuencias oníricas construidas en base a algunas de sus composiciones más representativas, aumentando los dotes performáticos de Kubin con ayuda de diversos efectos prácticos. De esta manera, la búsqueda documental de la realizadora francesa -quien destaca en el triple rol de directora, guionista y co-directora de fotografía del largometraje- dialoga junto a la constante búsqueda sonora del compositor alemán, quien es retratado tan complejo y electrificante como el arte que produce. Entre ruido y ruido, observamos como sujeto y sintetizador son registrados como si fueran uno solo, vibrando en torno a un sonido ininterrumpido. En no más de cincuenta minutos, Losier retrata un legado en constante construcción y sin un aparente fin.
Distinto es el caso de Vil, má, en donde la fuente originaria de historias se encuentra alejada de los relatos que la hicieron conocida. El documental brasileño se enfoca en Wilma Acevedo, una escritora retirada de 74 años que, bajo sus propias palabras, asegura que fue reconocida como “la reina literaria del sadomasoquismo en Brasil” entre los ‘70 y los ‘90. El motor principal del largometraje son anécdotas de tiempos pasados y el vínculo retroactivo entre las columnas eróticas de la protagonista y quienes las leían. Desde historias de bondage a fascinaciones por las heces, múltiples declaraciones de Acevedo poseen un innegable potencial gráfico debido a lo pintorescas que son. Sin embargo, el equipo creativo del documental decide no potenciar estas historias a través de recreaciones o artimañas similares, para así brindar un mayor peso a las palabras de la periodista, buscando evocar lo que sus textos generaron en el siglo pasado. A excepción de una que otra fotografía de archivo y la breve intervención performática de una actriz, los 80 minutos que componen el documental son visualmente encabezados por una entrevista a Acevedo, enmarcada bajo la infame técnica de la “cabeza parlante”. Lo que a momentos se vuelve un encuadre tedioso y monótono, termina generando cierta sensación de intimidad hacia el espectador, tal como si estuviésemos escuchando las historias en el living de su casa. Así, el realizador Gustavo Vinagre construye un largometraje que documenta un legado impulsado -y, finalmente, retratado- por el poder de la palabra.
Siguiendo la línea de las historias ya mencionadas, Andrey Tarkovsky: A Cinema Prayer introduce a su protagonista a través de sus propias palabras, aunque no de una manera tan directa como los visionados anteriores. Tras fallecer en diciembre de 1986 por complicaciones derivadas de un cáncer pulmonar, Andrey Tarkovsky resurge en pantalla a través de grabaciones de voz, imágenes de archivo, y una serie de clips extraídos de su filmografía, manifestándose a través de reflexiones en torno al arte, la condición humana y sus propios largometrajes. Precisamente, la principal virtud de este documental ruso recae en las claves que el cineasta entrega para analizar su obra. A simple vista, se podría inferir que un largometraje de estas características sería impulsado por algún estudioso del séptimo arte o un fanático del cineasta. Sin embargo, no deja de ser interesante destacar la identidad del director, guionista, productor y director de arte del documental: Andrey A. Tarkovsky, su hijo. El legado humano de Tarkovsky documenta su legado artístico, el cineasta se convierte en cine y el círculo se cierra. Poesía pura.
Discutir en torno a la objetividad del lente de turno me parece una batalla un tanto perdida. Así como hay legados, hay miradas; el cine documental siempre será subjetivo. Por lo mismo, hay una diferencia muy grande entre el pintoresco registro de Felix Kubin, la entrevista directa a Wilma Acevedo y la resurrección audiovisual de Andrey Tarkovsky. Como menciona el realizador Jean Breschand en el texto El documental: La otra cara del cine (2004), “el cineasta no es externo a aquello que filma, está implicado en cuerpo y alma en su búsqueda, se convierte en el revelador de las fisuras y los conflictos que atraviesan al mundo y a los hombres”, haciendo referencia a cómo los documentalistas terminan escenificando parte de ellos mismos dentro de la producción de una obra que busca capturar la realidad. En Felix in Wonderland, el legado en desarrollo de un performer es retratado como una gran performance por una cineasta con una carrera enfocada en documentales biográficos de personajes pintorescos. En Vil, má se rememora un legado construido en torno a curiosidades sexuales a través de una conversación ajena a cualquier tipo de espectacularización del tema. Y en Andrei Tarkovsky: A cinema prayer, la (re)construcción documental de un amplio legado cinematográfico es esculpida en el tiempo por el hijo homónimo del cineasta ruso.
Los distintos tipos de cercanía realizador-protagonista presentados por cada película no deberían ser un indicador de solidez o fidelidad en el relato propuesto, pero tampoco algo que deba ser obviado al momento de un análisis posterior. En una época en donde nuestra relación con las imágenes, las pantallas y las narrativas que seguimos en ellas ha comenzado a mutar, como individuos -y espectadores- debemos ser cautelosos al momento de revalorizar puentes virtuales de interconexión como sólidos sinónimos de la realidad. Más que cuestionarnos qué es lo real en “el cine de lo real”, hay que tener en cuenta que ningún documental debería ser la visión definitiva de una vida. Este tipo de producciones audiovisuales deben ser vistas por lo que su nombre justamente indica: un documento, y, como todo documento, una captura al pasado que puede ser cuestionada y/o reinterpretada en un futuro cercano. Más que lecturas definitivas, puntapiés para nuevas reflexiones en torno a un legado.