Informe XIX Inedit: Radicales libres, perros sabios y otras canalladas

En una versión reducida pero siempre potente, el Festival Inedit celebró su versión XIX, de la mano de una muestra de documentales muy representativos del vínculo que históricamente ha venido construyendo con sus espectadores. En la era del streaming, Inedit cuenta a su favor con un público melómano y transgeneracional que fielmente llena sus salas para disfrutar y aprender de un formato que guarda sorpresas cuando logra salir de sus lugares comunes. En este informe revisamos "Squaring the Circle: The Story of Hipgnosis", "Personality Crisis: One Night Only", "Mutiny in Heaven: The Birthday Party", "Have You Got It Yet? The Story of Syd Barrett and Pink Floyd", "Let the Canary Sing", "The Legacy of J Dilla", e "Himno" (documental chileno). 

En una versión reducida pero siempre potente, el Festival Inedit celebró su versión XIX, de la mano de una muestra de documentales muy representativos del vínculo que históricamente ha venido construyendo con sus espectadores. En la era del streaming, Inedit cuenta a su favor con un público melómano y transgeneracional que fielmente llena sus salas para disfrutar y aprender de un formato que guarda sorpresas cuando logra salir de sus lugares comunes.

El film de apertura fue Squaring the Circle (The Story of Hipgnosis) primer largo documental de Anton Corbijn (sin contar un par de directos para Depeche Mode) y vuelta -luego de un puñado de thrillers- a estar relacionado con un asunto musical desde Control (2007), la ficción biopic sobre Ian Curtis, por lo demás, también estrenada oficialmente en Chile en Inedit. Acá Corbijn entra de lleno en el formato clásico documental para contarnos sobre el estudio de diseño fundado en 1968 por Storm Thorgerson y Aubrey Powell, responsables de carátulas de discos emblemáticos de Pink Floyd, The Wings, Led Zeppelin, entre otros.

A partir de un tema específico, Corbijn se las ingenia para reconstruir, vía anécdotas y material de archivo, un documental alucinante e insospechado sobre la historia detrás de carátulas “icónicas”, como las de Atom heart mother, Dark side of the moon, Wish you were here (Pink Floyd), Elegy (The Nice), o Houses of the Holy (Led Zeppelin), en una época sin Photoshop, donde no había ahorro al momento de producir una fotografía. Tomando elementos del surrealismo figurativo de Dalí o Magritte, pero a su vez del lenguaje publicitario, la oficina logró dominar por dos décadas la industria del diseño de carátulas en pleno apogeo del rock progresivo y psicodélico, acompañando primeramente amistades, y luego vendiendo su trabajo a las más grandes compañías disqueras. Como todo buen viaje, incluye una historia de amistades, rivalidades, tensiones y alucinaciones, con el telón de fondo de las historias detrás de las bandas y los discos comentados. A mi gusto, Corbijn sale mucho mejor parado aquí que en Control, dominando a la perfección el formato, utilizando la síntesis, la anécdota y el humor, sin dejar de lado alguna exploración visual medio alegórica, que no molesta para nada. A fin de cuentas, tras Squaring the Circle hay una historia de amistad y duelo, lo que Corbijn ilustra en una suerte de homenaje a la propia casa de diseño.

Este documental enlazaba con otro de la programación. A doble función llena, Have You Got It Yet? The Story of Syd Barrett and Pink Floyd tenía todo para ser el éxito que fue en Inedit, y, sin duda, ameritaba atención por el evidente interés que suscita la historia de Syd Barrett de Pink Floyd, acaso uno de los mitos fundacionales de una época donde drogas, rock and roll y salud mental jugaron malas pasadas. Además de estar co-dirigido por Storm Thorgerson (uno de los dos ex Hipgnosis), amigo de la banda y fallecido el 2013, el documental enlaza también la historia desde la temprana amistad de Barret, Richard Wright, Nick Mason y Roger Waters, en un ambiente de circulación de ideas y ambiciones artísticas. Interesado inicialmente en la pintura, Barrett empieza a tocar sabiendo que querrá romper con las estructuras del rock, influido por los estupefacientes y los deseos de expansión de la consciencia propios de la época. Él es, además, quien llevaría siempre a la banda hacia las zonas más obscuras y experimentales que posiblemente dificultaban un éxito comercial a secas, no bien siendo una banda de alto impacto para la época. A partir de su propio desinterés y exclusión de la banda, influido por las drogas, fue reemplazado en 1968 por David Gilmour, siendo, a su vez, Waters quien toma la delantera compositiva, lo que le da a los Floyd el tono más melódico, y quizás de densidad emocional, que aflora en sus discos posteriores. Mientras Gilmour y Waters ayudan a cuestas a grabar los dos discos en solitario de su ex compañero, es luego del rotundo fracaso comercial del segundo que Barret se retira definitivamente de la música.

Tanto el documental de Hipgnosis como este, abordan un momento doloroso: cuando Barrett reaparece varios años después en el estudio sin que nadie lo reconozca. El aporte de Barrett a la música de los Floyd también es algo que se remarca, particularmente a través de la asociación libre de las letras y la exploración sonora. Con buenos entrevistados (ex novias, familiares, amigos) y con la presencia activa de Storm en las entrevistas, lo cierto es que este documental se desinfla en los últimos veinte minutos, en una pirueta extraña, onda “dime tu disco favorito”, y sin otro final real que el fallecimiento de Barrett.

Otro documental reivindicativo fue Personality Crisis: One Night Only, de Martin Scorsese y David Tedeschi. El centro de este documental es David Johansen, vocalista y fundador de la mítica (e incomprendida) banda New York Dolls, a mitad de camino entre el glam rock y el punk de primera ola. La película está construída a modo de stand-up musical, donde un septuagenario Johansen celebra su cumpleaños, cantando acompañado de una banda de salón lo mejor de su repertorio y haciendo pausas para contar su historia. El documental está dividido en dos partes, por un lado, el glamoroso show en el cabaret/café Carlyle frente a sus amigos (con Debbie Harry incluída), por otro, el archivo y la revisión de su inquieto recorrido vital.

Sorprendente en todos los casos, lo cierto es que el peso se lo lleva la increíble personalidad de Johansen, así como su talento como compositor (ay, su “Heart of gold”). Lo primero está en su historia, inquieta, con sus múltiples y turbulentas vidas, que incluyen la performance, la actuación, fundar a los Dolls, una segunda vida en los 80 como Buster Poindexter (música pop-soul) y un regreso con los New York Dolls en los 2000 cuando son rescatados por Morrissey (fan desde adolescente). Con ese trasfondo, luego aparece el registro performativo de Johansen en forma destilada, en sus canciones, que son escuchadas una a una, vamos redescubriendo gemas ocultas de los discos tardíos de su banda, así como de su propio repertorio personal. Se desglosa una filosofía de vida en torno a la bohemia, el buen vivir, la libertad, la amistad y la fe absoluta en la música. Perro sabio, viejo, vivido, el homenaje de Scorsese y Tedeschiro inspira y remueve a un ícono perdido de la bohemia neoyorquina.

Otros que se lo llevaban bien con la noche y el goce musical son los australianos The Birthday Party, banda fundada por Nick Cave, Mick Harvey, Tracy Pew, Phill Calvert y Rowland S. Howard, nacida algo desajustada respecto de su panorama nacional ,y que luego de encontrar un reconocimiento tardío se disuelven. Mutiny in Heaven: The Birthday Party aborda su historia, una que había podido recogerse a retazos en documentales previos como Autoluminescent: Rowland S. Howard (2011), Straight to you: Nick Cave - a portrait (1994) o 20,000th day on the planet Earth (2014), pero que aquí al fin podemos acceder a la totalidad del itinerario de la banda y la visibilización de sus roles al interior. El bajista Tracy Pew, por ejemplo, se vuelve fundamental para comprender el sentido del humor, así como la rivalidad compositiva entre Nick Cave y Rowland S. Howard. Con algo de ensalce mítico, muy propio del género documental musical, el director  Ian White revela importantes anécdotas (ejemplo: el paso de ser Boys Next Door a llamarse Birthday Party en un viaje extremo en avión) y, particularmente, la deriva de la banda y su impacto en su gira norteamericana hacia 1983. La búsqueda de radicalidad y visceralidad les lleva a declarar -con algo de justa razón- que eran la única banda de rock viva y radical de su momento, luego de hacer la intentona frustrada en Londres (donde la época del punk ya había pasado), para luego radicarse en Berlín, donde efectivamente hacen buenas alianzas con bandas como Einstürzende Neubauten y Die Haut. La visceralidad, la fuerza, la destrucción, la poesía, son las marcas de la banda desde sus inicios, para ir luego derivando en atmósferas densas, siempre acompañadas por los versos gritados/cantados de Cave, la base omnipresente de Pew y las disonancias aportadas por Howard y Harvey.

La gira norteamericana hacia 1982 da para especulaciones varias: el impacto que produce en gente como Thurston Moore o Lydia Lunch, posiblemente haya allanado el piso para la llamada No-wave, así como para bandas pre o post hard core como Scratch Acid o Big Black. Luego de ello y el desgaste de la propuesta (expulsado a su vez Howard) es que Nick empieza su carrera con The bad seeds. El tratamiento del documental incluye mucho archivo (bastante del ya disponible hace años en youtube), entrevistas (algunas propias, otras de otras fuentes), animaciones y, en general. un relato que impacta por la peculiaridad de la banda y sus historias.

Ya en formatos abiertamente más televisivos, Let the Canary Sing (Alison Ellwood, 2023) y The Legacy of J Dilla (Esther Dere, Christopher Frierson, 2023) abordan el legado de dos artistas muy diferentes entre sí: Cincy Lauper y J. Dilla. El primero se articula desde la voz de la propia Cindy Lauper, en su actual edad, revisando cómo fue que se gestó el mayor éxito de su carrera el álbum She's So Unusual (1983). Revisando sus dramáticos y humildes orígenes familiares, la historia nos narra centralmente el descubrimiento casi casual de sus dotes de cantante y su arremetida en distintas bandas de fines de la década del 70 e inicios del 80, alcanzando algo de reconocimiento con la banda rock-pop Blue Angel. Es aquí que es impulsada por su pareja y manager David Wolff para grabar su álbum solista. La batalla central de la artista será, por un lado, por la autonomía artística y no ser una estrella de pop más, y por otro, dejar un sello respecto a su posición de género. Es así como la inicial versión rock “masculino” de Robert Hazard de “Girls just wanna have fun”, es convertida por Cindy Lauper en un sencillo sobre la libertad y autonomía femenina, con la conversión de la canción vía sintetizador en un himno epocal. Acá también queda clara la complicidad con su hermana y su madre, a quienes incluye en sus videoclips.

Por su parte, Ellen, la hermana, no solo relata gran parte del documental, si no que es quien hace visible el compromiso de Lauper con las causas LGBT+ (Ellen, por su parte se declara lesbiana desde muy joven, y vivió mucho con Cindy). Esta última cuestión, allende el éxito, ha sido motor de la artista en sus últimos años, llevando adelante musicales en Broadway, así como un activismo político respecto a modificaciones de leyes promoviendo la antidiscriminación. El documental, como dije, es bastante televisivo, aunque abundante en anécdotas e información.

El segundo documental aborda la historia de J. Dilla, productor de Hip Hop fallecido el 2006, cuyo legado no ha hecho más que crecer con los años. En este caso, trata sobre todo de cómo hace un productor tan talentoso para lidiar con la industria, su autonomía artística y la huella humana dejada atrás de sí. Inquieto y muy productivo en vida, el documental ahonda en los problemas legales de derechos de sus tracks que tuvo enfrentada a su familia con los abogados, en el marco que el DJ regalaba abiertamente sus pistas, despreocupado de su valor. Amante del soul, el sonido motown, pero también de los aportes de la electrónica, el sonido de Dilla es sofisticado, fresco y emocional, dejando su aporte definitivo en el álbum Donuts (2006), lanzado justo antes de morir.

Dejo unas palabras para el único documental chileno que pude ver: Himno (Martín Farías, Eileen Karmy), que se adentra en la historia de la composición y legado de El pueblo unido jamás será vencido de Quilapayún, compuesta por Sergio Ortega. Detrás de esta historia se encuentra la figura de un culto compositor formado en música clásica y la búsqueda estética de crear una nueva forma de canción política. Farías y Karmy reconstruyen las condiciones históricas de esta composición que surge durante el 73, en plena crisis del gobierno de la Unidad Popular y que se convierte luego del golpe en un himno de resistencia política. Desde aquí se dibujan las diversas apropiaciones y reversiones de esta potente e icónica canción, destacando la versión finlandesa de la banda Agit-prop e incluso una versión free jazz en Japón. Con inventiva formal y pasión por compartir el legado de esta historia, la pareja de realizadores (además son musicólogos), encuentran en el documental Himno un homenaje necesario, que subraya un legado, pero que deja con gusto de saber y conocer más de las múltiples versiones de esta composición.