Informe VIII Femcine: La comunidad de la otra mirada

Dos de las diez mejores películas del año recién pasado según la revista Cinema Scope fueron exhibidas de manera gratuita en la octava edición del Festival de Cine de Mujeres (FEMCINE), el único certamen cinematográfico en Chile dedicado a difundir y premiar el cine hecho por, desde y sobre mujeres. El nivel alcanzado por este espacio de exhibición de películas dirigidas o protagonizadas por mujeres convoca a gran cantidad de público, llegando a constituir una suerte de comunidad que también está integrada por hombres. Directoras detallistas y exigentes, como la argentina Lucrecia Martel, una de las mayores exponentes del cine latinoamericano actual, que construyó una atmósfera sonora alucinante en Zama; realizadoras que se adentran en temáticas altamente complejas tales como el trabajo sexual y la maternidad, como Anahí Berneri en Alanis; o la joven cineasta brasileña Juliana Antunes, que se fue a vivir por seis meses a las favelas de Río de Janeiro para filmar las distintas violencias que sufren las mujeres en Baronesa, fueron parte de la grilla de una de las mejores ediciones de Femcine de los últimos años.

Así, a poco más de un mes de que The Bookshop/La librería resultara ganadora de los premios Goya a la Mejor Película, Dirección y Guión adaptado, el público pudo ver -hace algunas semanas- este filme de época basado en la novela de Penelope Fitzgerald, evidenciando el nivel alcanzado por este espacio de exhibición de películas dirigidas o protagonizadas por mujeres.  En The Bookshop el coraje es la principal virtud de Florence Green (Emily Mortimer), una viuda que busca convertirse en librera en un pequeño pueblo de la costa inglesa en 1959, convencida de que los libros son artículos de primera necesidad. Al instalar una librería en una vieja casona que habitó de pequeña, deberá enfrentarse a una gran dama, Violet Gamart (Patricia Clarkson), que boicotea su emprendimiento porque tiene otros planes para la Old House. La directora Isabel Coixet hace de la protagonista una mujer persistente y arriesgada que persiste en su emprendimiento para abrir la mirada de la comunidad y se atreve a incluir Lolita de Vladimir Navokov en la oferta literaria de la librería, generando alto interés y diversas reacciones en sus lectores. Florence establece una bella amistad con Brundish (Bill Nighy), un enigmático y ávido lector viudo que no sale de su casa, al que ella le envía títulos que estima le podrían gustar, como Fahrenheit 451. La inclusión del ejemplar de Ray Bradbury entre los libros con los que Brundish se maravilla es un homenaje de la directora a este autor de ciencia ficción que considera subvalorado, y la temperatura a la que se quema el papel que da el título al libro encuentra un guiño en la aprendiz de la librera.

Así como mujeres directoras construyen protagonistas femeninas potentes y con características no siempre valoradas por los estereotipos de género tradicionales del “ser mujer”, otras ponen su particular mirada sobre los hombres y sus distintas formas de relacionarse. La visión sobre ellos desde una perspectiva femenina queda reflejada en la película ganadora del Mejor Largometraje Internacional del Femcine 8, Western, de la alemana Valeska Grisebach (que realizó esta película once años después de su último filme, Nostalgia), que se adentra en el mundo masculino de un grupo de obreros alemanes que van a trabajar a Bulgaria y comienzan a vincularse con la comunidad local mientras esperan que lleguen los materiales de construcción. Grisebach contó con la producción de Maren Ade, directora de Toni Erdmann, en este filme en que disecciona y descascara las diversas identidades masculinas que se reflejan en el capataz del grupo, profundamente machista, nacionalista y con límites éticos difusos, en oposición a uno de los obreros, Meinhard, que establece amistad con los lugareños, a pesar de la barrera idiomática. Este universo masculino toma el nombre del género varonil por excelencia -el western-, donde Meinhard es el solitario forastero que recorre la llanura en su caballo, mientras sus toscos compañeros representan una banda de forajidos del oeste, que a fin de construir un sistema hidraúlico y mejorar la canalización del agua del pueblo no trepidan en imponer la dominación alemana, haciendo alusión, incluso, a la dominación nazi a los búlgaros (“volvimos, sólo nos tomó setenta años”, señala el capataz).

 

Mujeres endemoniadas

del amor y otrs demonios

El hasta ahora desconocido cine de Costa Rica tuvo su foco en el Femcine 8, con una interesante representación del filme Del amor y otros demonios (2009) de Hilda Hidalgo, una cuidada puesta en escena con toques impresionistas basada en la obra de García Márquez, que se sitúa en la época de la inquisición. Sierva María es una joven de apenas 13 años que tras ser mordida por un perro con rabia, sufre los estragos de una iglesia represora que la cree endemoniada y la recluye en un convento en condiciones infrahumanas. No es casual que sea mujer y sus largas cabelleras rojas y encendidas representen la demoníaca imagen que la institución eclesiástica tuvo sobre la mujer, que en este caso es apenas una niña que sufre el injusto encierro y, en medio de la desolación, encuentra el amor (que no es precisamente el de Dios).

El cine argentino también estuvo presente en Femcine 8 con Alanis, que es una trabajadora sexual que sufre la persecución de la policía, es desalojada del departamento donde atiende a sus clientes por reclamos de los vecinos y enfrenta la violencia por el territorio en las calles, como la mayoría de las mujeres que ejercen el comercio sexual y que fueron parte de la investigación que realizó el equipo liderado por la directora argentina Anahí Berreri. Pero Alanis -interpretada magistralmente por Sofía Gala- enfrenta un desafío que se suma a los distintos mecanismos de explotación (el sexual, el económico e institucional) que sufre por desarrollar su oficio: es madre del pequeño Dante de un año y medio, al cual todavía amamanta. La película ganadora del premio a la Mejor Actriz y Mejor Directora en el Festival de San Sebastián, explora el cuerpo de Alanis en tanto sexualidad y maternidad a la vez. Es la misma mujer la que ofrece servicios sexuales a desconocidos en autos y estacionamientos, y la que cuida a su hijo y le da de mamar. Su directora desafió lo que llama la supremacía del primer plano, ubicando la cámara a la altura del pecho de Alanis y de su pequeño en brazos, para no perderse detalle del amamantamiento y de la rica y amorosa relación entre ambos (que se explica porque Dante efectivamente es hijo de la actriz).

También es argentino el documental Las cinéphilas, del que su directora, María Álvarez, dijo en su estreno en el BAFICI del año pasado que era una proyección de sí misma cuando llegara a la tercera edad. Entrañables ancianas de España, Argentina y Uruguay son cinéfilas y con el tiempo libre que les deja ya haber terminado su etapa de productividad laboral, de haber criado hijos y hecho familia, hacen del cine su mejor compañero de todos los días en su tiempo para sí mismas. Asiduas a festivales de cine y a antiguas salas de espacios en extinción, estas mujeres sensibles y entrañables nos transmiten su infinitivo amor por el cine y nos hacen imaginar, al igual que a su directora, cómo probablemente seremos en unos años más.

La película Clementina (también argentina), de Jimena Monteoliva, tiene elementos de thriller y terror -géneros habitualmente poco explorados por las mujeres realizadoras (que fueron parte de un foco especial en Femcine 8)- al narrar el dolor y la rabia de una mujer sobreviviente de un femicidio frustrado, que pierde a su hija por la violencia de género ejercida por su marido mientras estaba embarazada. Juana decide no denunciar ante la policía al agresor y después del  hospital vuelve sola a su casa, donde comienza a escuchar voces y ver sombras, que no sabe si son parte de su imaginación o si su hogar está poseído. El filme codifica un cruce (analizado por teóricas feministas como Laura Mulvey) de género cinematográfico y género como construcción sociocultural e histórica que define roles y estereotipos en que se basa la violencia de género.

Clementina

Una relación muy particular tienen Jimmy y su hija de siete años Luca, que la película Die Tochter/Dark Blue Girl, de la alemana Mascha Schilinski, aborda como la competencia de la niña contra la madre, Hannah, por el amor del padre. Si la mirada psicológica puede encontrar en el complejo de Electra rasgos de normalidad durante la niñez, Die Tochter ubica la relación entre padre e hija en un estadio superior al vínculo entre un hombre y una mujer, al punto de que es la niña la que termina por definir los escenarios familiares. Mientras Jimmy y Hannah están separados, Luca muestra una evidente aversión a la madre y un amor descomunal al padre, que se incrementa hasta el punto de querer separarlos cuando en un viaje a las islas griegas ellos se reenamoran. ¿Acaso el padre vuelve a estar con la madre sólo para estar cerca de su hija, como se lo confiesa el adulto a la niña (“si tú quieres, la dejo”, le ofrece a Luca)? Con un particular abordaje de las relaciones familiares y con una marcada presencia del corazón como un órgano a punto de infartarse, esta película alemana indaga hasta dónde puede llegar la manipulación infantil en su lucha, no para que sus progenitores estén juntos, sino separados.

Sin bien no hay una sola manera en que las mujeres hacen cine y son múltiples sus intereses y las temáticas que ellas abordan, cuando las películas son realizadas por directoras con perspectiva de género o una visión crítica del establishment y el orden tradicional comienza a aparecer una mirada generalmente invisibilizada en muchos de los filmes realizados por hombres, que siguen siendo la mayoría. El cine de mujer aparece, entonces, como un contracine donde el cuerpo de ellas es un territorio en disputa simbólica: mujeres para sí mismas y ya no para otros. Y en Femcine 8 el público tuvo acceso privilegiado y de manera gratuita a esa otra mirada que exige su espacio y que es la visión de, ni más ni menos, la mitad de la población.