Informe Fidocs 2015 (II): Descubriendo el cine de Fernand Melgar
Uno de los focos de autor que presentó Fidocs este año estaba dedicado al cineasta Fernand Melgar, director nacido en Marruecos y criado en Suiza, hijo de emigrantes anarquistas españoles. Su obra llama la atención por su carácter social, una mirada focalizada en la inmigración, la identidad y sobre todo en la confrontación de valores y principios a los que sus personajes se ven sometidos.
Uno de los focos de autor que presentó Fidocs este año estaba dedicado al cineasta Fernand Melgar, director nacido en Marruecos y criado en Suiza, hijo de emigrantes anarquistas españoles. Su obra llama la atención por su carácter social, una mirada focalizada en la inmigración, la identidad y sobre todo en la confrontación de valores y principios a los que sus personajes se ven sometidos.
EXIT. Le droit de mourir (Exit, el derecho de morir, 2005)
Este filme plantea una problemática compleja, un retrato sobre la muerte asistida. El punto de vista es claro desde un comienzo, se aborda el suicidio como liberación, un derecho humano e individual de elegir la muerte como un último acto de dignidad y libertad. EXIT es una organización Suiza, única en el mundo, que apoya legalmente el suicidio asistido para personas que por enfermedades graves han perdido el dominio de sus vidas, aquejados por intolerables dolores o con una dependencia total para movilizarse. En muchos casos este estado provoca un sufrimiento transversal tanto para los enfermos como sus familias, un vínculo afectivo muy difícil de sobrellevar en el día a día.
Lo primero que impresiona es la capacidad del realizador para entrar en este mundo, produciendo un registro en donde la cámara invisible es muy cercana a los personajes, apunta directo a sus rostros, sus acciones se desarrollan con mucha naturalidad, se nota que existe un lazo de confianza entre el realizador y ellos, tanto los que han decidido morir como los miembros de Exit. El registro es pulcro y sin adornos, no existe música añadida para dramatizar. Los enfermos terminales se presentan es su cotidiano con sus familiares, quienes apoyan su decisión: vemos el caso de una madre que acompaña a su hijo en la firma del documento que legaliza su eutanasia o el de una profesora que se ha demorado dos años en poder firmar el papel por una paraplejia múltiple que no le permite escribir. Los retratados siempre comunican con vehemencia el no querer seguir viviendo en las condiciones en que se encuentran, han perdido el miedo a la muerte.
El registro del trabajo diario de los integrantes de EXIT se adentra en terrenos de cierta ambigüedad moral, asunto expuesto en las reflexiones que ellos hacen frente a cámara sobre el afecto que se genera al compartir y conocer a sus acompañantes durante un largo proceso, preparar sicológicamente su camino hacia la muerte y la gran responsabilidad de asistir su suicidio mediante la entrega de una poción de veneno, que para los enfermos es mágica y liberadora. Este acto humano otorga dignidad al otro, los voluntarios de Exit no quedan intactos luego de esta experiencia. Una de las escenas más fuertes está casi al término del filme, una de las protagonistas ha podido tramitar su muerte y permite su registro. Esta vez, con profundo respeto y austeridad, no se muestra el rostro de la mujer, se mantiene la distancia pero a su vez se reflexiona sobre el mismo cine y sus límites representacionales: un espejo de la habitación deja ver en su reflejo la cámara y el micrófono de sonido, testimonio de su existencia, de su veracidad.
Remue–Ménage (Trajín, 2002)
Las películas de Melgar arrancan de forma directa, vemos en la primera secuencia del filme a Pascal, (36 años) travestido, llamando la atención de sus dos hijos que practican un juego arriesgado, sobre la acera mojada uno de los chicos conduce una bicicleta y arrastra con velocidad al otro sentado sobre una tabla de skate. Los jóvenes reconocen la figura paterna que refleja a su vez autoridad y afecto. En otro contexto Pascal, el protagonista del filme, asiste a su esposa en el nacimiento de su hija, desde un comienzo se presenta al personaje con dignidad y el registro lo sigue en un momento complicado de su vida. Su madre lo demanda con el pretexto de proteger a sus nietos, hecho que lo arrastra a él y su familia a la corte, aunque esto no le impide soñar con convertirse en una estrella del Music Hall. Pascal no oculta su necesidad de travestirse, pero también demuestra un profundo deseo de ser buen padre y amante de la vida familiar, complejo escenario para un hombre que pretende ser mujer. Felizmente casado con su mujer, Carol, y presente en la vida de sus hijos, ellos aceptan su transformación pero el problema reside en su entorno social, el poblado en que vive, siendo víctima de continuos ataques, burla y discriminación. Fotos y material de archivo narran el abandono de su madre, una vida en orfanatos, la traición sucedida ya de adulto por parte de su padre, quien dejara embarazada a su primera mujer y lo engañara con la supuesta paternidad de la criatura, una sufrida existencia abordada de manera extensa en este documental. El gran mérito de este retrato de personaje es cómo logra transmitir la gradual toma de decisión por parte de Pascal de afirmar su identidad y definirse a sí mismo por medio del travestismo en una sociedad normativa en donde algo así es impensable.
L’abri (El refugio, 2014)
Durante un duro invierno en la cuidad de Lausanne vemos el intento de los inmigrantes por surgir frente a todas las vicisitudes que enfrentan los extranjeros sin hogar al llegar a Suiza. Ellos tratan de albergarse en el refugio de emergencia, lugar que tiene una capacidad para 100 personas pero solo entran 50. Cada noche las peleas por entrar al búnker son más duras, la prioridad son las mujeres, niños y ancianos, los hombres luchan por ser seleccionados o de lo contrario deben dormir a la intemperie a menos de 11 grados bajo cero y sujetos al riesgo permanente de ser multados. La cámara sigue a inmigrantes de variadas procedencias, una pareja de españoles, una familia gitana y Amadou, un joven africano. Los conflictos son cada vez más violentos entre los encargados del albergue y los inmigrantes, pero el filme también retrata el trabajo diario de los encargados del refugio, logrando así mostrar la ambivalencia de ambas realidades. En momentos la cámara sale del perímetro del refugio y graba otros espacios de tránsito en donde los personajes pasan las horas del día, como una biblioteca pública donde capean el frío o el caso de una familia de gitanos que se traslada en metro para mendigar en otras localidades.
Luego se instaura un ridículo sistema de tarjetas de reserva, por tanto los inmigrantes, que a estas alturas del relato se han llegado a convertir en verdaderos mendigos, deben pedir hora para entrar al refugio: quieren dormir el mismo día lunes pero pueden reservar para un viernes. Absurdas medidas burocráticas revelan la brutalidad del sistema social y muchas voces se cuelan en la oficina de registro, evidenciándose la incomprensión idiomática entre los encargados de asignar las tarjetas y los usuarios que las solicitan.
Este retrato muestra en su progresión el deterioro físico y moral de sus personajes, haciendo una aguda crítica al sistema, develando el trato que reciben día a día los extranjeros que llegan a Suiza en busca de una mejor vida para luego, sin exagerar, ser barridos como ratas.
Melgar consigue un registro impactante de la realidad, la captura de momentos fundamentales y las complejas decisiones que deben tomar sus personajes a lo largo de su vida, un cine que resulta necesario, cine social profundamente reflexivo que otorga dignidad a sus protagonistas, con una lograda construcción narrativa, una visualidad austera y sin adornos. Melgar expone duros contrastes con la altura de mira necesaria para abrir el fuego, incitar al debate y exponer lo que muchas veces ha sido invisibilizado.