Informe Excéntrico fest, segunda muestra internacional de pornografías críticas (2): Tocar con los ojos, pensar con el montaje
Dentro de una diversa programación que presenta Excéntrico Fest se incluye “Tocar con los ojos”, un compendio de obras experimentales curado por la cineasta, fotógrafa y artista plástica Inti Gallardo. La sección está compuesta por dos funciones: una primera sesión conformada por cortometrajes y una segunda parte enfocada en Mexican Erotica, una película colectiva compilada, editada y post-producida por el realizador Michael Ramos-Araizaga. Como su acertado nombre lo infiere, ambas sesiones agrupan una serie de experimentos audiovisuales en torno a obras pornográficas de carácter tradicional que, por medio a intervenciones al núcleo estético de cada documento, varían radicalmente la intención original de cada propuesta y encaminan al espectador a una reflexión en torno a qué se observa cuando se busca palpar con la mirada.
El pasado domingo 24 de enero comenzó la segunda edición de Excéntrico Fest, una muestra internacional de pornografías críticas realizada de manera virtual por medio de la plataforma de streaming de Red de Salas de Cine. Dentro de una diversa programación que presenta -pero no se limita a- divergencias respecto al porno gay hegemónico, exploraciones estéticas en torno a diversas subversiones corporales, y una selección de nuevo porno chileno, el festival incluye “Tocar con los ojos”, un compendio de obras experimentales curado de la cineasta, fotógrafa y artista plástica Inti Gallardo. La sección está compuesta por dos funciones: una primera sesión conformada por los cortometrajes Zwölftonküsse (Axel Staudinger, 2019), Preludio (a la siesta del Fauno y la Bacante) (Martin Baus, 2020), Always Here (Stefen Kohn, 2015), El yámbico jadear de los amantes (Tiziana Panizza, 2012), Pornogewitter (Axel Staudinger, 2018) y The Taming: A Digital Tale of Love and Compression (Daniel Kulle, 2018); y una segunda parte enfocada en Mexican Erotica (ULTRAcinema, 2020), una película colectiva compilada, editada y post-producida por el realizador Michael Ramos-Araizaga. Como su acertado nombre lo infiere, ambas sesiones agrupan una serie de experimentos audiovisuales en torno a obras pornográficas de carácter tradicional que, por medio a intervenciones al núcleo estético de cada documento, varían radicalmente la intención original de cada propuesta y encaminan al espectador a una reflexión en torno a qué se observa cuando se busca palpar con la mirada.
La primera función comienza con Zwölftonküsse, un micrometraje experimental tipo collage en formato Super 8, compuesto por fragmentos de besos apasionados organizados en base al dodecafonismo, técnica de doce tonos propuesta por el compositor Arnold Schönberg. Teniendo una duración de menos de un minuto, ahondar más en esta sinfonía de afectos implicaría minimizar su breve -pero perduradero- impacto visual. Siguiendo la línea estética propuesta por la obra anterior, la sección continúa con Preludio (a la siesta del Fauno y la Bacante), un sencillo retrato de un hombre visitando a una peluquera, en donde diferentes maneras de ralentizar el metraje en fílmico juegan un papel clave variando la intencionalidad del reposo visual ante los cuerpos exhibidos en pantalla; un juego de miradas. Alejándose del formato fílmico, Always Here se presenta como un compendio de tiempos muertos entre las performances virtuales realizadas por una serie de parejas que transmiten vía webcam. Ya sea por medio de siestas o discusiones, el cortometraje hace hincapié en la vulnerabilidad que aflora entre cada puesta en escena, en donde la intimidad de cada par es revelada ante una cámara que actúa como un portal unilateral.
De lo digital volvemos al fílmico con El yámbico jadear de los amantes, un ejercicio nacional de cualidades cine-diarísticas, montado bajo una voz que declama un poema de Germán Carrasco. Le sigue Pornogewitter, una película analógica de Super 8 que genera un diálogo en torno la búsqueda del deseo, por medio de textos e imágenes que se superponen constantemente; así como voces que recitan textos musicales chocan con el clamor de quienes buscan cumplir sus fantasías sexuales, imágenes de parejas abrazándose interfieren con gráficas de fetos flotantes. La sección finaliza con The Taming: A Digital Tale of Love and Compression, un cortometraje lleno de glitches y registros digitales sobresaturados que, bajo el relato de un hombre que se enamoró por Internet (“Te googleé para saber quién eras. Aún no lo sé”), plantea ciertas interrogantes en torno a la búsqueda de placer y afecto virtual en un mundo dominado por la “economía de la atención”.
La segunda función está conformada por Mexican Erotica, un largometraje originado desde ULTRAcinema, festival mexicano de cine experimental y reciclado. Compilada, editada y post-producida por el realizador Michael Ramos-Araizaga, esta obra colectiva cuenta con la participación de Ximena Cuevas, Bruno Varela, Colectivo Los Ingrávidos, Antonio Arango, Azucena Losana, Pablo Martínez, Jorge Bordello, Alonso Yáñez, Pablo Romo, Itzia Fernández, Pedro Mohedano, Ezequiel Reyes, Carolina Jaschack, Edlyn Castellanos, Gabriela Ganados, Gisela Guzmán, Nayashell Ramírez, y Daniel Valdez Puertos. Siguiendo la línea de la primera sección, cada uno de los cortometrajes que componen la película trabajan en torno a diverso material pornográfico de archivo, deconstruyendo la estética de cada obra por medio de distorsiones al metraje, abstrayendo al espectador de la performance sexual como el punto central de cada registro y guiandolo hacia otras interrogantes en torno a lo que se contempla.
En términos de forma, rayas, cortes, e incluso manipulación digital, son técnicas frecuentes para esta serie de experimentos en donde, por ejemplo, la carga erótica de un baile tipo-burlesque es minimizada superponiendo imágenes de Roberto Gómez Bolaño interpretando a El Chavo en el cuerpo de la bailarina de turno. En términos de fondo, gran parte de los ejercicios audiovisuales tienen una posición crítica respecto al material que está haciendo alterado, enfocándose en ideas falocéntricas reiterativas en el porno clásico, la estética violatoria de cierto contenido erótico, y aspectos de la pornografía mainstream que se traducen como opresión de género ante mujeres que buscan ser dueñas de su propio deseo. En una secuencia, una mujer desnuda es intervenida digitalmente al punto que queda reducida estéticamente a tan sólo una silueta de píxeles; el porno sin cuerpos son sólo datos y cifras.
La relación entre el material de archivo pornográfico y su intervención con fines de exploración estética no es algo nuevo. Generalmente, el cine experimental como expresión artística no suele atender convenciones narrativas tradicionales y apela mucho más a lo sensorial por medio de la imagen. Algo similar se podría argumentar en torno al porno. En el texto colectivo Pantalla caliente: Las formas del placer (2013), el curador peruano José Sarmiento Hinojosa asegura que “lo sensorial frente a lo hermenéutico o a lo que es lo interpretativo tiende ya a lo erótico, casi al espacio del puro goce, experiencia interior, erotismo puro”, haciendo referencia a cómo lo experimental se aleja de lo interpretativo para impulsar el aspecto sensorial del arte por medio de la estética. Me pregunto qué resulta más placentero: abstraer material pre-existente para crear nuevas fantasías o fantasear en base a las abstracciones creadas por otros. ¿Acaso estamos destinados a moldear ciertas manifestaciones de nuestros deseos por medio de registros ajenos y montajes ajenos a nuestro propio ritmo?
A lo largo de “Tocar con los ojos”, es evidente que las decisiones estéticas de cada cineasta son ejecutadas en base a sus propias ideas en torno al erotismo como una pulsión a explorar. Tristemente, algo tan puro como aventurarse en la sexualidad propia se ha visto dificultado por décadas de imágenes poco representativas y, en muchos casos, hasta denigratorias para quienes se encuentran en busca de placer visual. De esta manera, alternativas pornográficas presentes en este ciclo surgen tanto como una exploración en torno a los deseos experimentados por los realizadores como un acto contestatario ante un medio que encarna más falsedades que fantasías sexuales.