Fidocs 2014: Impresiones sobre Crónica de un comité (José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola, 2014)

Con un largo aplauso del público a los directores presentes en la sala 1 de GAM terminó la exhibición de su documental en competencia para el FIDOCS 2014, película que se conforma en torno a las vicisitudes del comité “solidario político” por Manuel Gutiérrez, formado luego de la exculpación por parte de la justicia militar del carabinero Miguel Millacura, culpable de los disparos que mataron al joven de 16 años el 25 de agosto de 2011, cuando este, junto con su hermano minusválido Gerson, salieron a la calle a ver una manifestación cerca de su hogar en la villa Jaime Eyzaguirre de Macul. A diferencia de sus trabajos de ficción, la pareja de realizadores se enlazan con un referente plenamente concreto, obviamente: las acciones que familiares y miembros del comité, en especial Miguel el dirigente, Gerson y su madre, que desencadenó la muerte y el juicio que acabó en impunidad para el culpable. Así mismo el deambular y los episodios que se suceden, dependientes del motivo primordial que los articula, procede en una construcción narrativa mucho más cerrada y concentrada que El Pejesapo o Mitómana. No es por comparar peras con manzanas, ficción y documental, a lo que voy es a la conceptualización completa y acabada que la porción no ficcional desarrollada por los directores en anteriores trabajos, tan señera de la condición “ovni” (objeto visual no identificado, en terminología de Jean-Pierre Gorin) de esas increíbles películas, surge acá en ejemplo perfecto de una poética de lo documental. En vistas a un trabajo distinto, con otro enfoque, pero que ha sido preparado por su experiencia anterior; resalta en primer lugar un posicionamiento horizontal de la “toma de cámara”. Esto es una disolución del punto de vista autoral en favor de los sujetos que se suponen objetos de la película. Son diversos los camarógrafos que registran lo que vemos, quedando muchas veces en mano de Gerson, en “tomas silla de ruedas” que muchas veces pierden el centro compositivo por su movimiento precario y a la vez ágil o, al contrario, quedan estáticas ante otros sujetos que hablan, a veces sin completa conciencia que son grabados, quedando desnudos, a la intemperie, sus discursos. Esto nace del deseo por parte de los propios familiares en llevar a registro audiovisual lo más posible de los sucesos que vayan a encarar. Esta fe visual en un archivo del presente, construido tanto por los directores como por cercanos, termina por, a mi juicio, incorporar a los propios directores como parte del comité. En este sentido, la muestra de sucesivos fragmentos de tal registro fueron visionados y discutidos por todos los miembros según se iba armando el montaje propuesto por Sepúlveda y Adriazola. Involucradas ambas partes, realizadores y comité, aunque siempre en disposición de este último, conforman un modo interactivo de producción, intuitivo seguramente, pero que pone en entredicho formas jerárquicas que siempre resaltan con malestar en la imagen y narración del género documental cuando entra por senderos que acaban en terrenos de la explotación o la “porno miseria”. En cuanto a lo propiamente mostrado por Crónica de un Comité, hay un seguimiento que expone las instancias por las que pasan Gerson, el dirigente Miguel, la madre y, finalmente, el padre y su relación con diversas manifestaciones del poder. En primer lugar el gobierno, mediado por la carta de Hinzpeter; la institución de carabineros, representada por dos pacos capellanes imbéciles; las marchas por la educación, compartiendo plano y escenario con Camila Vallejo; el viaje a Valparaíso, en el almuerzo con los parlamentarios concertacionistas; la televisión, en la ida al programa Mentiras Verdaderas de La Red, a continuación de las entrevistas faranduleras; los candidatos presidenciales; periodistas; y, hacia el final, como cerrando un circuito que vuelve al punto de partida factual y simbólico, las fuerzas policiales represivas, durante una manifestación nocturna en el centro de Santiago; entre otras. Imagen En el recorrido, que dura un par de años, no pueden dejar de manifestarse cambios en los sujetos. El sofocamiento emocional de la madre, el desencanto religioso de Gerson, la discusión con el dirigente Miguel, la aparición-toma de conciencia del padre. Las contradicciones y cambios por los que se sucede el comité entrañan el fondo político que plantea el documental. Sin ser para nada un manifiesto contra la opresión del poder, o la victimización producto de la represión por parte del estado, o la discriminación que sufren los desposeídos ante la justicia, aunque todas esas problemáticas se explicitan y repiten hasta volverse indignantes, una trama micropolítica queda expuesta, siendo tal vez lo más desolador de todo. La postura creyente religiosa de la familia por un lado, y sus intenciones apolíticas por otro, junto con el determinismo reivindicativo en buena onda del dirigente, terminan por manifestarse como el cerco ideológico asumido y autoimpuesto por cada uno de ellos. Sus contradicciones, reflexiones, inflexiones, disputas y transformaciones los llevan por vías diferentes. Pese a que el punto de partida (la muerte) y la finalidad (la justicia) sean una sola dialéctica, compartida y llevada a cabo por todos con mayor o menor protagonismo, devienen en separación: testimonian unos y otros debilitamiento de ciertas convicciones y asunción de otras, pérdida de la inocencia, decepción, reafirmación de la entereza, estupor, entre otras. Las distintas fuerzas en conflicto de cada uno, del entramado cercano (de los vecinos al municipio), del que está afuera (las reivindicaciones de los movimientos sociales, los medios de comunicación y el estado), de los discursos y prácticas fantasmagóricos o concretos (la religión, la represión policiaca) resultan en una manifestación que coloca en primer plano una fractura disruptiva de la visibilidad en la imagen unívoca, empero equívoca, que nuestra actual democracia nos quiere imponer, aunque no creamos en ella o, más bien, por eso mismo. Si la institucionalidad democrática legitimadora y tautológica de su propio poder es lo que se encuentra en entredicho más necesita volverse pura y visible. Tal es la perspectiva desalentadora e indignante que provoca este documental, mientras que su modo de producción “tipo comité” ofrece una quizás débil, pero posibilitadora farmacopea.