Fidocs 2014: Foco Néstor Frenkel
El Festival de cine documental de Santiago, FIDOCS, de este año ha programado tres focos basados en cineastas contemporáneos, los cuales han trabajado mayoritariamente en las últimas dos décadas, dándole una impronta de vanguardia y al mismo tiempo modernidad, donde lo importante no es lo consagrada de una carrera o el número de largometrajes en la misma (Pauline Horowitz, invitada francesa, no cuenta con ninguna cinta por sobre los 60 minutos), sino la calidad e importancia de sus trabajos a la hora de dar cuenta por qué vías va el documental actual.
Sin duda la sorpresa del festival va a ser la filmografía prácticamente desconocida en Chile de Néstor Frenkel, conocido en su natal Argentina por sus constantes apariciones en el festival BAFICI con sus cintas, así como por la aparición de uno de sus largometrajes documentales en la lista de “130 Documentales Latinoamericanos” de Ruffinelli. Nestor Frenkel tiene una aproximación a la persona y a su historia, por sobre cualquier otro tema, cómo es que la historia personal de un individuo logra contar al mismo tiempo la historia de una época.
La impresión que ha producido en mí es la de una mirada fresca y novedosa a los sujetos, al mismo tiempo que se adapta a ellos, mimetizándose con los conceptos y los juegos intelectuales que vienen implícitos en la complejidad del ser humano y la proclividad de los mismos a interferir su propia verdad y realidad con la ficción que ellos mismos tratan de hacer colisionar con su vida.
En Amateur (2011) nos encontramos, por ejemplo, con un documental complejo en su estructura (en cuanto a su progresión dramática y la posición que toma el realizador frente al objeto) debido a laomplejidad del personaje principal: un dentista cinéfilo que ha visto más de 13.000 películas y que ha realizado 20 cintas en super8, incluyendo títulos, créditos, todo hecho a mano. Y pese a ser el foco principal de la cinta, su complejidad no acaba ahí, ya que además es fundador y jefe de una patrulla scout, practica deportes como el tiro con escopeta, colecciona botellas y latas de cerveza, conduce un programa de radio y últimamente le dio por escribir una novela, basada en uno de sus cortometrajes en super8.
Es entonces que la cinta se tiene que hacer cargo por la complejidad de un personaje a la vez inocente y consciente de su carácter peculiar, por el tono de su voz, la forma en que se mueve, en que se entrega completamente al proceso de la filmación, preguntando constantemente por los encuadres y el nivel del sonido mientras es entrevistado. Hay un momento preciso de la cinta donde se evidencia la ficción, donde este impresionante hombre pareciera haber planeado todos los encuadres, los diálogos e incluso los movimientos de cámara para dar a conocer su casa y su esposa, que a lo largo de la cinta parece un asistente de producción de la agitada y ocupada vida de este peculiar caballero.
Amateur podría ser fácilmente una de las mejores películas en FIDOCS este año, su carácter de obra maestra queda explícito desde los primeros minutos, antes de adentrarnos en el mundo del sexagenario, realizando una suerte de antropología cronológica de la manera en que las cintas familiares fueron evolucionando a lo largo del tiempo, basándose exclusivamente en grabaciones familiares argentinas, provocando carcajadas y emoción al indicar cómo es que las personas a lo largo del tiempo fueron reaccionando a la facilidad o posibilidad de poder grabar sus propias vidas, en un preludio musical con voz en off e imágenes familiares para todos que logró causar un trance en el espectador, llevándote a un lugar donde filmar en super8 es el símil del paraíso.
Es fácil encontrar la conexión con el primer largometraje de este director trasandino, Buscando a Reynols (2004), donde el documental cruza constantemente la línea entre ser un documental más de una banda musical y la invención completa de un mito que no puede ser completamente comprobado debido a la escasez de información y lo simplemente increíble de los hechos que se relatan: una banda musical que tiene a un hombre con síndrome de Down, que no solamente toca la batería (y otros instrumentos), sino que también canta y es considerado por el resto del grupo, el líder.
Un documental que logra tener el acceso completo a todos los miembros de la banda podría decantarse por la idolatría que conllevaría a no preguntar las materias más complejas, pero el director no se aleja de las preguntas más rudas, usando el archivo y la filmación de los ensayos de la banda logra poner la duda sobre la realidad misma de los Reynols. Son una banda sin canciones, pero que al mismo tiempo ha lanzado cerca (sino más) de 100 discos, donde se destaca uno en el que uno al abrir la caja, se encuentra con que no hay disco (al mismo tiempo reforzando el tema de la existencia o no de los Reynols). Esta serie de elementos que juegan con lo increíble de la idea de una banda con un miembro así, la calidad de la música, la cantidad de datos que parecen encontrarse escondidos en la profunda internet de principios de los años 2000, hacen pensar que esta es una mentira demasiado bien construída.
¿Importa finalmente si los Reynols son una banda real o no? ¿Importa si abusan de la presencia de un síndrome de Down como método de marketing a la hora de asistir a festivales o formar prestigio internacional? ¿Es música realmente lo que tocan, o es ruido, no música, guiados por la improvisación constante del líder de la banda? Son todas preguntas que mientras no son respondidas completamente, sí son tomadas en cuenta, son puestas en el tapete, lo cual hace dudar aún más de toda la cinta, pero que la hace aún más increíble debido a la forma en que se pliega a la posible falsedad o existencia misma de sus miembros y de su música. Es un documental que al mismo tiempo es un tremendo debut fílmico, que viene a anunciar la carrera de su director.
Su trabajo más reciente, estrenado recientemente en el BAFICI de este año, también forma parte del foco al director, pero este es un trabajo diferente, ya que se trata de un filme de encargo. El mercado (2014) es una cinta sobre el famoso mercado de abasto de Buenos Aires, el cual es mirado tanto desde una perspectiva histórica como económica-social, alejándose de alguna manera de los sujetos humanos, pero al mismo tiempo basándose en sus testimonios para poder contar la totalidad de la historia. Logra jugar con las preguntas que surgen al informarse uno de su realidad como trabajo de encargo, ya que pretende al mismo tiempo vanagloriar un pasado legendario (con un Carlos Gardel en cada rincón, pared y tacita que uno ve a la vista), y al mismo tiempo lograr criticar un presente que se ha dejado llevar por el libremercado y el consumo.
Resulta increíble la forma en que Frenkel logra sopesar ambos puntos de vista dentro de la película, donde pretende potenciar la presencia del actual mall como una señal de avance y progreso para la zona (que antes pululaba con criminales y drogadictos), al mismo tiempo que ese avance va de la mano de la demolición y desalojamiento de decenas de casas okupa que estaban en el sector, todas encarnadas en un trajeado hombre de bigote que recuerda más a un torturador de la DINA que a un guardia de centro comercial, que nos cuenta cómo cambió para mejor todo el lugar.
Ese mismo contrapunto se puede encontrar en una secuencia de más o menos cinco minutos, donde se mezcla lo glorioso y bello del centro comercial actual, mezclado con lo grotesco del consumo y del humano achoclonado en espacios poco aptos para su movilidad. Una especie de videoclip con tomas aceleradas y ralentizadas, dando cuenta de un enorme talento a la hora de encuadrar geométricamente las figuras y arquitectura, mientras que al mismo tiempo encuentra el momento preciso en que las papas fritas de una comida rápida llegan a una boca ávida de consumo de chatarra. Lo mundano y lo divino, y pese a ser la más débil de las tres cintas tratadas hasta el momento, sin duda que logra su cometido: pensar tal vez no en el abasto, sino en las cualidades y moral tras un trabajo semi-institucional o de encargo.
Jaime Grijalba