FICV 2012 (4): Cine impermeable
Valdivia es una ciudad lluviosa, los afuerinos que llegamos a ella preparamos de antemano nuestras mejores capas y chaquetas para protegernos durante el festival de cine. Uno espera protegerse de la lluvia y dejarse permear por las películas. Revisando la competencia nacional de largometrajes en el Festival de Cine de Valdivia uno se encuentra con películas variadas en cuanto a temática y forma. En el recorrido de estos días de festival dos de ellas hicieron saltar una alarma mientras las veía y precisamente fue por su impermeabilidad frente a la realidad que presentan.
Una de ellas es Chaitén, una película realizada en la ciudad del mismo nombre. Un personaje de ficción llamado Mariano llega al pueblo, en un viaje de búsqueda y espera. Se dedica a proveerse de necesidades básicas de alimentación y abrigo, y es así como comienza a armar su pequeño nuevo hogar a partir de una casa abandonada luego de la catástrofe de la erupción del Volcán Chaitén. Mariano recorre los paisajes apocalípticos del lugar y comienza amistad con un niño llamado Rodrigo. Sus encuentros esporádicos le permiten a Mariano conocer mas sobre las formas de vida en el lugar luego de ocurrida la catástrofe y también despejarse de su única preocupación (además de la subsistencia), esperar la llamada de alguien con quien se encontrará en aquel recóndito lugar.
La película pretende realizar una mixtura entre la ficción y el documental (o al menos el documento audiovisual), valiéndose para ello principalmente del uso de las locaciones, es entonces cuando la fuerza que tiene la historia de estos personajes que resisten y regresan a su tierra a pesar de las advertencias se diluye, ya que los realizadores se mantienen al margen de esa realidad para quedarse con la primera capa que es la subsistencia en el lugar. Se convierte en un documento mas bien visual y arquitectónico, una película extra muros donde el personaje entra solo una vez a una casa de los lugareños (al menos una vez la cámara lo acompaña) y el resto de las veces somos espectadores del lugar sin poder entrar en su cotidianeidad mas allá del sonido que mantiene los diálogos que ocurren en el interior. La inserción de un personaje de ficción en el interior de una comunidad genera, a mi juicio, un elemento ruidoso en medio de la rutina de estos personajes. No nos permite acercarnos mas allá en el contexto de su tragedia y por otro lado el viaje de Mariano se vuelve superfluo ante tal contexto. Queda la sensación de una propuesta bastante estudiada que revisiona sobre los filmes por ejemplo de Denis Coté o incursiones latinoamericanas como las de Oscar Ruiz Navia o Yulene Olaizola, pero como un diagrama de flujo debe ir haciendo las mismas conexiones, recreando una forma precisa sin dejarse permear por la realidad que tanto busca reflejar. Recuerdo un diálogo entre Mariano y un turista que pasa por la zona, hablando sobre sus peripecias de viaje el hombre dice: “Improvisar siempre es un riesgo…”
La segunda película que me llamó la atención es La Última Estación. El contexto de este documental es un hogar de ancioanos. Comenzamos el relato siguiendo a una serie de personajes, en particular algunos que tienen rutinas especiales dentro de este asilo. Poco a poco el montaje va creando una relación armónica entre su cotidianeidad y un discurso muy humano sobre la soledad, el paso del tiempo y la muerte.
La película presenta quizás una de las mejores elecciones de personajes para el género documental, con historias sobrecogedoras y atractivas desde el punto de vista visual y auditivo. En un afán poco autocomplaciente los directores deciden internarse en las historias de estos ancianos con pulcritud visual y una estructura de montaje bastante atractiva que va generando discursos con cada uno de los planos. Es en este sentido donde comienzan a surgir mis propias dudas sobre la capacidad de dejarse impresionar por la realidad de estos personajes, si bien nunca dudo de su discurso (ni me distraigo con la evidente puesta en escena de algunas situaciones), creo que el tema preconcebido con los que Soto y Vergara llegan a hacer este extenso seguimiento no sufre variaciones y cada analogía de montaje sigue reafirmando el mismo texto. Esa sensación de estar todo el tiempo tocando la misma tecla provoca que el documental se mantenga dentro de un estilo de observación bastante plano, con un cierre preciso y un discurso que si bien contrasta la muerte y la esperanza, no nos permite tener una real esperanza con estos ancianos que conocemos solo a través del filtro de una hipótesis que nunca se desarrolló durante todo el metraje y que peor aún no sufrió variaciones.
Es interesante ver en el cine nacional estos intentos por internarse en una realidad para poder hablar desde lo íntimo, a veces lo geográfico, lo arquitectónico o lo humano. Se trata de películas que tienen una vocación realista y de entrada tienen la difícil decisión de encontrar un discurso a partir de una hipótesis, pero quizás cuando deben revelar el proceso de cambio ó de búsqueda de una hipótesis se mantienen cómodos mirando a los lobos marinos desde la orilla de la costanera con una buena capa impermeable que los protege de la lluvia.