Festivales 2016: Oasis cinéfilos, pantallas en suspenso
Si bien este año hemos visto cómo se han ido consolidando nuevas dinámicas en términos de distribuidoras nacionales (Miradoc, Storyboard, DCI), estrenos internacionales y nacionales (Centro Arte Alameda, Cineteca, Normandie, El Biógrafo y Cine UC), como también alternativas con intereses muy definidos que se establecen de forma permanente (Nexo Cinema) para cualquier cinéfilo chileno, y en particular santiaguino, los festivales -en sus diversas variantes- conforman un oasis necesario para mantenernos al día y poder mirar las cosas con perspectiva.
El año, el verano y la cinefilia siempre comienza con el Festival de Cine UC, que además de la bella retrospectiva de Kieslowski mostró joyas que atesoraremos por sus maneras de pensar el amor de juventud y el paso del tiempo, como en Mountains May Depart y Tres recuerdos de juventud, la primera una bella historia de Jia Zhangke sobre la maternidad fallida en plena China contemporánea, y la segunda una especie de teen movie que de la mano de su alter ego de largo aliento, Paul Dédalus, resulta una gran entrada a las complejidades y al cariño por el cine de parte de Arnaud Desplechin. También recordaremos las largas discusiones sobre la belleza en La academia de las musas de José Luis Guerin y la intimidad maternal y el desgarro inevitable de enfrentarse al visionado de No Home Movie, el documental de Chantal Akerman donde reúne los últimos encuentros, visitas y conversaciones que tuvo con su madre -personaje transversal en varios de sus filmes- antes de morir y que la directora estrenó en Locarno tres meses antes de quitarse la vida y dejar un vacío insondable para muchos de nosotros.
Vale la pena agregar la exploración de varios agentes en las cinefilias de región que se forjan fuera de nuestro mapa centralista gracias a festivales regionales de cine internacional como son el FICIQQ o Antofadocs, y varios otros que nos quedan por descubrir pero que se encuentran a la altura de cualquier festival nacional y que debemos considerar a la hora de pensar las maneras de acceder, ver y encontrarse con el cine a lo largo del país.
Si bien el peso gravitacional de festivales como SANFIC, FICVIÑA, FICVALDIVIA y FIDOCS sigue siendo patente, son notorios cambios y variaciones. SANFIC sigue llevándose gran parte del peso de los estrenos nacionales como Jesús, Nunca vas a estar solo, Aquí no ha pasado nada, El primero de la familia, entre otros, y con la exhibición, en su sección de Maestros del Cine, de grandes películas del año como Aquarius, A la sombra de las mujeres, Elle, Heart of a Dog y L’avenir, a contramano de su competencia internacional donde el peso se concentró en su ganadora y uno de los estrenos del año El abrazo de la serpiente. Ante la ausencia de sus espacios formativos y su concentración en las actividades de industria destacó la presencia y retrospectiva de Paul Schrader como un invitado estrella del festival.
FICViña, por su parte, continúa consolidando su línea editorial donde destacaron la presencia y retrospectivas de Ciro Guerra y Perut + Osnovikoff, como también los estrenos de Todo comenzó por el fin y Hierba, últimas películas de autores latinoamericanos tan contingentes y fundamentales como Luis Ospina o Raúl Perrone.
FICValdivia sigue siendo un paraíso donde la posibilidad de internarse dentro del panorama contemporáneo del cine te ofrece tantas entradas, como preguntas y posibilidades para poner en relación. La contundencia de su sección de Galas con títulos como Sierranevada, último filme de Cristi Piui, el retrato de un ritual familiar rumano en torno a la muerte del patriarca que se extiende en casi tres horas, o la sensorialidad cinematográfica extremada en la adaptación de Gustavo Fontán de la novela de Juan José Saer El limonero real no opacan a las películas competitivas, como Viejo Calavera, Le parc, Territorio o El auge del humano, aunque fueran experiencias más frágiles que las demoledoras Une jeunesse allemande, Kaili Blues y Bella e perduta del año pasado. Por otro lado, en términos de retrospectivas, la presencia de Bill Morrison se llevaba el peso frente a las jóvenes cortometrajistas María Alche y Roya Esghari, destacando la exhibición de su último largometraje Dawson City: Frozen Time, una joya que conecta un lugar perdido en el mapa norteamericano con la historia y las dinámicas de la industria cinematográfica explorando circularidades en los efectos históricos. Y es que Valdivia es, al fin y al cabo, el mejor lugar para ver y pensar el cine de nuestro país, descubrimientos como la belleza fílmica de All the Cities of the North en la sección Nuevos Caminos o la exhibición en programa doble de Outtakes from the Life of a Happy Man, último filme de Jonas Mekas, con el documental I Had Nowhere to Go, que realizó Douglas Gordon con los diarios de vida del director, son experiencias inolvidables.
FIDOCS me parece que ha entrado en una disyuntiva fatal luego de cambiar sus fechas desde Julio/Agosto (donde calzaba con las vacaciones de invierno) hacia Octubre/Noviembre en la mitad de la nada. Desvaría entre una programación siempre interesante y variada -ya que si uno se deja llevar por ella descubre inevitablemente joyitas-, con una pésima organización y difusión y el resultado obvio de salas vacías, además de múltiples problemas técnicos que terminan por pesar bastante. Claramente es un efecto que no se aprecia en funciones icónicas, como The Look of Silence el año 2015 o lo que pasó con One More Time with Feeling este año, pero me parece que filmes como Homeland (Abbas Fadel) o la retrospectiva interesantísima de André Duque o Sylvain George, invitado por el festival, exhibidos en salas con uno o dos espectadores son un atentado contra la vocación real que debiese tener un festival. Resulta urgente priorizar una mejor difusión para tener claridad sobre qué películas se están proyectando y vincular los espacios formativos con ellas para que la línea editorial del festival se imponga.
Y es que, a diferencia de los estrenos en salas comerciales o en pequeñas salas nacionales, los festivales siguen siendo un lugar de encuentro y comunidad. Encuentros entre audiencia y las películas, entre el público y los directores, entre las personas con ellas mismas y con otros, y de las películas entre sí. Por eso, quizás, lo más recordado del Festival de Cine UC sean las charlas sobre cine que impartió cada mañana el crítico y programador de cine argentino Roger Koza, o las razones de porqué seguimos prefiriendo y encontrándonos más cómodos en las salas y bares del FICViña o FICValdivia que en las alfombras rojas y malls de SANFIC. Me parece un pecado no alarmarse y reaccionar con preocupación ante un festival de peso mayor como es FIDOCS cuando surgen tendencias como proyectar indolentemente sus películas en medio de salas vacías.