Carta desde Valdivia (1) #ficvaldivia
El día se inició con una omisión, no alcancé a llegar a la exhibición de Historias Extraordinarias, película fundamental del Nuevo Cine Argentino y que se exhibe en el marco de lo mejor las últimas décadas según los 10 festivales a los que Valdivia invitó a elegir como parte de la celebración de sus 20 años.
El consuelo vino con Ver y Escuchar, el magnífico documental de José Luis Torres Levia, proyecto acariciado desde 2009 que ya estuvo en Marsella y Sanfic antes de recalar en Valdivia. La cinta se estructura como un libre cruce de experiencias entre sordos y no videntes, un cruce que es al mismo tiempo complemento y distancia insalvable. Torres Leiva, siempre con un dominio perfecto de la duración de cada plano, desarrolla en su documental un mundo abstracto, incompleto, en cierto sentido mágico y plenamente dotado de imágenes que son al mismo tiempo abismos y fisuras en la forma de asimilar la realidad de cada uno de sus personajes. En el fondo, y los intervalos en los que el director de forma colores y sonidos dan pie para pensarlo, su cinta se estructura desde una temporalidad mental y subjetiva. Desde esa experiencia única los testimonios que conforman esta hermosa película se sostienen desde la belleza de lo trivial y también desde la brutalidad de la tragedia individual.
Más tarde, la exhibición de Pas de repos pour les braves (2003), el tercer largo de Alain Guraudie, cineasta francés que está presente en cuerpo y en obra en esta versión del FICV. Guraudie ganó Una Cierta Mirada en Cannes 2013 por L’inconnu du lac y en esta temprana obra demuestra un dominio notable de los diálogos y una predilección por un relato suelto y enrevesado atravesado de punta a cabo por la idea de la muerte y que muestra con soltura arriesgada la historia de un muchacho de un pueblo en la campiña obsesionado por encontrar a un amigo a quien cree autor de una matanza en el pueblo vecino. Con referencias a Buñuel y también mucho del universo absurdo y cómico de Boris Vian, Pas de repos pour les braves es una comedia fascinante, a veces áspera y frontal sobre el desino y el círculo cerrados.
Sólo la intermitencia malvada de la lluvia del primer día podría justificar que Un Tigre de Papel, el espléndido falso documental del colombiano Luis Ospina, tuviera una audiencia que claramente no se merecía. La cinta, que yo no había visto aún, es una verdadera clase sobre cómo convertir forma en contenido a través de las increíbles peripecias de un supuesto precursor del collage y su azarosa existencia artística y sobre todo política, en un arco temporal que va desde el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, en 1948, y los momentos previos a la irrupción de la narco guerrilla en Colombia. Notable como reflexión política y también como disección de los mecanismos de la ficción, Un Tigre de Papel es una cinta de gran vitalidad, que se apropia de los recursos de las artes visuales para transformarlos en materia cinematográfica a través de su sentido de la ironía. A su modo, la película de Ospina asesina de raíz la estética del realismo mágico (del mismo modo en que cuestiona irreversiblemente al Realismo Socialista) por la vìa de crear un personaje imposible y fascinante, corolario de toda la evolución política en su país.
Felipe Blanco