40 Festival Cine UC (2): Maestros de Asia

A Tsai Ming-liang le ha tocado el momento de la introspección, siente que la muerte está cerca y tiene que liberarse de muchas cosas que lo atormentan: dudas, preguntas, frases, sentimientos, cosas que lo han acompañado por más de veinte años en su relación profesional (y de profunda amistad) que tiene con el actor que lo ha acompañado desde su primer largometraje: Lee Kang-sheng.

A Jia Zhang-ke le ha tocado el momento de la introspección, siente que luego de años de críticas al sistema económico, social y cultural de la China post-Mao, finalmente se acerca el momento en que la crítica pura se acerca curiosamente a la parodia, y así a la ridiculez propia del melodrama, algo que logra salvaguardar gracias a las preciosistas actuaciones y el soberbio manejo de la cámara, así como de la música.

Aunque no parecieran estar haciendo las mejores películas de su carrera, Tsai y Jia sí parecieran estar haciendo las películas más coherentes dentro del período en que se encuentran en sus filmografías, así como con la etapa histórica que estamos viviendo, lo cual se puede ver claramente en ejemplos como el hecho que Tsai ya no tiene problema en confesar su homosexualidad, algo conocido para la mayor parte, pero que nunca había dicho de forma explícita en pantalla; o que por su lado, Jia finalmente logre financiar y distribuir una cinta en China, pese a no desviarse de las críticas constantes al modelo económico impuesto.

Se nota el peso de los cambios en esa zona que parecía aún debatirse entre la tradición y la modernidad, esos lugares que uno nunca creería que cambiarían tanto como para volverse irreconocibles; y postreramente estas dos películas son la forma que tienen sus directores de poder conciliar lo que están viviendo y lo que les rodea. Hacen lo posible, y eso se hace manifiesto en las decisiones estéticas que ocupan.

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En Afternoon, la cámara se congela, mantiene un plano fijo que no corta nunca (salvo cuando hay que cambiar de disco duro o tarjeta para poder seguir grabando), como si quisiera que una cosa en su vida se mantuviera quieta, mientras describe los cambios de casa, los movimientos, viajes, y cómo es que alejándose en la casa que ha comprado junto a su actor predilecto, busca la paz, la quietud, en un mundo que se mueve demasiado rápido. Busca el placer que tiene el hablar sobre amistad, amores, el cine, algo que podría ser una conversación en una terraza en la tarde. Acá somos testigos de ellos en un plano (casi) ininterrumpido para darnos la languidez misma de las palabras de ambos personajes, así como para hacer patente la incomodidad del actor y la timidez del director, que pareciera estar contándonos más de lo que él mismo quisiera. El plano fijo, con fuentes de iluminación exterior, perfectamente encuadrado, se condice dentro del nuevo estilo estético de Tsai al empezar a usar cámaras digitales, pero al mismo tiempo produce esa sensación de que se está aferrando a algo que es vertiginoso, que no puede parar, la sensación de muerte, la tecnología que cambia, la sensación de que tal vez no pueda hacer más películas. Si esta fuera la última cinta que hiciera Tsai, haría mucho sentido.

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Por su parte, en Mountains May Depart Jia busca conciliar la repentina aceptación del gobierno chino de su cine. De pronto es financiado, de pronto es distribuido; luego de años de realizar cine de forma casi clandestina y siempre independiente. Nuevamente remitiéndose a la fractura narrativa para poder contar su historia, acá se remite a un grupo de personajes que se ven afectados por los avances económicos de China y el mundo a lo largo del tiempo, siendo la primera parte ambientada en 1999, la segunda el 2014, y la última el 2025, mediante una pseudo incursión en una suerte de ciencia ficción light. Pareciera que Jia busca enfrentarse a la aceptación mainstream a través de una película que incursiona en géneros populares, así como sigue una contracorriente melodramática, tocando el drama familiar (de funerales y familias que se van destruyendo o armando, como en las películas de Koreeda), el romance, e incluso un par de guiños al cine de acción (la cantidad de explosiones en el primer segmento de la película sorprenden y sin duda logran el cometido de “dinamitar” las expectativas respecto a cómo podría seguir el relato a futuro), así como a la muy mentada ciencia ficción. Con este paródico pastiche, que pese a todo logra emocionar, busca esconder la intención que sigue ahí: criticar el gobierno central, buscar la forma de derrocar a través del arte una institución tan corrupta como el capitalismo liberal al estilo chino, mostrar una realidad que nadie está dispuesto a ver, con una melancolía futurista, que nos da a entender que pese a gritar y criticar, al mismo tiempo no hay mucho más qué hacer y nos vamos deviniendo en un futuro aciago.

Es una suerte que el Cine UC pueda mostrar este tipo de cine, claramente inaccesible para las salas comerciales del país. Es importante verlas, nos dan acceso a la mente de dos maestros consagrados del cine asiático en este momento, mientras ocurren los asuntos que los aprobleman, y eso es una oportunidad que no se puede perder.