Van Gogh en la puerta de la eternidad: La confusión cinematográfica
Van Gogh en la puerta de la eternidad es una aproximación cinematográfica a la vida del pintor holandés (1853-1890). Antes de comentar la película en sí, cabe mencionar que fue realizada por un equipo de prestigio. Fue dirigida por Julian Schnabel, que en 1996 ya había realizado una película sobre el pintor Basquiat (muerto joven como van Gogh), y que además tiene una obra propia como artista plástico. El guión está firmado en parte por Jean-Claude Carrière (conocido por su trabajo con Buñuel). Además, van Gogh es interpretado por el veterano Willem Dafoe, y este rol le valió una nominación como mejor actor en los premios Oscar.
Este equipo de prestigio abordó un tema recurrente en el cine: Van Gogh ha sido retratado numerosas veces en la pantalla grande, lo que es coherente con la fascinación que ejerce su obra y, a veces más, su vida. Se suele narrar la relación de van Gogh con su hermano Theo y con Gauguin, y se describen sus crisis mentales, sin pasar por alto el episodio de la oreja. Además, las diferentes obras biográficas insisten en la tensión entre lo que sus contemporáneos pensaban de van Gogh -que estaba loco y era un pintor fracasado- y lo que el espectador sabe hoy: que es una figura central de la historia de la pintura y que todas las pinturas menospreciadas en su tiempo hoy valen una fortuna. En este sentido, las diferentes biografías no pueden evitar un enfoque mercantilizado del arte: se presenta la imposibilidad de vender los cuadros como una muestra del aislamiento, pero también como un deslumbrante tesoro latente. Al mismo tiempo, se insiste en una suerte de maravillosa locura del artista, idealizado como un visionario en medio del mundanal ruido. En la película, se retoman estos temas recurrentes sobre van Gogh, aunque centrándose en los años finales del pintor en Francia (en Arles y Auvers-sur-Oise, entre 1888 y 1890).
Este marco cronológico preciso se relaciona con las crisis mentales de van Gogh. Estas son representadas con diferentes recursos cinematográficos, que además buscan comunicar la visión interior del protagonista. Es decir, la película se sitúa en el enfoque del personaje y muestra su percepción subjetiva, explicando sus accesos de rabia ante la incomprensión del medio que lo rodea. Para mostrar el estado mental de van Gogh, diferentes escenas se filmaron cámara en mano (incluyendo carreras en que la imagen bordea lo incomprensible), y se apostó por ángulos inestables y una serie de contrapicados que muestran el rostro de Dafoe en un permanente rictus de angustia. Esto además es acompañado con exploraciones de sonido: voces que suenan a lo lejos, repeticiones, en simulación de delirios mentales. En suma, se utilizan muchas técnicas experimentales (imágenes sobrepuestas, borrosidad, efectos de sonido, etc.) para transmitir la inestabilidad mental. Cada vez que van Gogh sufre una crisis, se regresa a la confusión de imagen y sonido. Este uso de técnicas experimentales para transmitir confusión y angustia funciona como una tesis: el espectador es introducido en una serie de ejercicios que buscan reproducir un estado mental. En mi experiencia, estos ejercicios hacen evidente el montaje y rompen parte del ensueño de la ficción cinematográfica, sin aportar sensaciones nuevas desde una perspectiva puramente experimental.
Por otra parte, se buscó mostrar el aislamiento de van Gogh con respecto al entorno francés a través del uso de dos idiomas diferentes. Siguiendo una convención de Hollywood, se transforma el idioma del personaje (en este caso, el holandés) en el idioma de la realización cinematográfica (el inglés). En la cinta, Gauguin habla en inglés, Theo van Gogh habla en inglés con Vincent, etc. Es una convención para evitar un permanente subtitulado, por supuesto. Lo llamativo es que, como la acción ocurre en Francia, todos los personajes secundarios son franceses y hablan en francés (al principio) o inglés con acento francés (luego), situando a van Gogh como una suerte de turista angloparlante, sin su identidad holandesa. Sin olvidar que el van Gogh histórico probablemente hablaba con su hermano Theo en una mezcla de holandés y francés. Así, en la película se da vuelta la posición de van Gogh: en vez de hablar él un idioma extranjero (el francés, lingua franca en la época), el mundo exterior hace el esfuerzo de hablarle en su idioma (el inglés, que, podemos suponer, pasa por holandés, y esto sin negar que van Gogh hablaba inglés también). Es decir, que en vez de ir él hacia otra cultura (la tradición francesa), la otra cultura se somete a él utilizando su lengua. La convención cinematográfica para evitar el subtitulado termina generando el efecto contrario de lo que se busca mostrar (la incomprensión del entorno) y altera la identidad del sujeto histórico representado.
Dicho todo esto, el interés de Van Gogh en la puerta de la eternidad me parece radicar en los intercambios de ideas y los (casi) monólogos de van Gogh (es decir, en las instancias en que aparece comunicando). Por cierto, la exposición de ideas es otro elemento recurrente en las obras sobre van Gogh, como consecuencia de las profusas reflexiones sobre la pintura que dejó en sus intercambios epistolarios. La película incluye diversos conceptos que ayudan a comprender su obra. Más allá de que hoy estamos familiarizados con su estilo, la película transmite elementos de la búsqueda pictórica, especialmente con respecto a la luz (aunque menos el color). En este sentido, hay una lógica de historia del arte, característica de las películas sobre pintores. Incluso, hay una secuencia de visita a un museo, en que van Gogh resume sus afinidades. Y, por supuesto, el espectador descubrirá diferentes representaciones filmadas de lienzos famosos, en que los actores usan un vestuario que imita al cuadro, usando la ilusión de realidad propia del cine (de la imagen en movimiento) para figurar un evento histórico detrás de la pintura en cuestión. Se realiza así un homenaje fluido a la obra, dándole una ilusión de vida a una imagen congelada al recrear el contexto de su gestación.
Por último, para cerrar estas líneas, me parece interesante realizar una breve comparación con la famosa Lust for Life (Vincente Minnelli, 1956). El Gauguin de Van Gogh en la puerta de la eternidad (Oscar Isaac) es mucho más racional que el impetuoso Gauguin de Lust for Live (Anthony Queen), cinta que desde su título expresa un deseo de vivir, una épica, a pesar del drama. En la película reciente se impone mucho más la angustia, la confusión. Si el van Gogh histórico pasaba buena parte del tiempo pintando (a pesar de las crisis), en cambio el de la cinta de 2018 aparece sobre todo retratado en sus desvaríos mentales. Detalle no menor, en ella la degradación mental del pintor es acentuada por un retrato de vejez prematura: Vincent van Gogh murió a los 37 años, pero el actor Willem Dafoe tenía 63 años al hacer la película.
Nota comentarista: 5/10
Título original: At Eternity's Gate. Dirección: Julian Schnabel. Guión: Jean-Claude Carrière, Julian Schnabel, Louise Kugelberg. Fotografía: Benoît Delhomme. Reparto: Willem Dafoe, Rupert Friend, Oscar Isaac, Mads Mikkelsen, Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner, Niels Arestrup, Anne Consigny, Amira Casar, Vincent Perez, Lolita Chammah, Stella Schnabel, Vladimir Consigny, Arthur Jacquin, Solal Forte, Frank Molinaro, Alan Aubert, Vincent Grass. País: Estados Unidos, Francia, Reino Unido. Año: 2018. Duración: 106 min.