Toni Erdmann (1): Hilarante ternura
La directora alemana Maren Ade, The Forest for the Trees (2003), Entre nosotros (2009), vuelve con un tercer largometraje donde el realismo y la capacidad de observación, imperante en sus trabajos anteriores, se entremezcla con los mecanismos del humor en un retrato surrealista sobre de los esfuerzos de Wilfred Conradi (Peter Simonischek), un padre bromista por naturaleza, por acercarse a su exitosa la hija Inés (Sandra Hüller), ejecutiva dedicada al mundo empresarial internacional, en donde trabaja rediseñando las estructuras corporativas para aumentar ganancias a costa de la reducción de personal y la subcontratación, en particular para una empresa alemana afincada en Rumania.
Luego de un fin de semana terrible para Inés, cuando la sorpresiva llegada de su padre a Bucarest en medio del ajetreo laboral deja solo momentos desagradables e incómodos, se socava el estatus quo de una relación a larga distancia y skype en el abismo de la mutua incomprensión, evidenciando la nula comunicación entre ambos. Wilfred toma sus maletas y parte en taxi al aeropuerto, pero prontamente lo vemos reaparecer en la vida de su hija con el nombre del multifacético Toni Erdmann, quien -de la mano de su peluquín y sus dientes postizos- puede pasar de ser un consultor internacional interdependiente, a embajador alemán en Rumania, a millonario excéntrico e incluso encarnar a un Kukeri, el enorme y peludo mito búlgaro para espantar los malos espíritus.
Así, Wilfred reconvertido en Toni logra importunar la vida laboral, pública y privada de Inés en un espiral de situaciones absurdas que van tomando proporciones insólitas, bordeando siempre el desagrado y el malestar de quienes lo observan y donde la incomodidad de Inés alimenta la confrontación entre ambos hasta el punto de desnudar literalmente a su hija.
La idea es absurda y tierna al mismo tiempo, tomar otra forma, otro aspecto y presentarse como otra(s) persona(s) ante su hija parece ser la única forma que tiene Wilfred de poder conectar sinceramente con ella, como si fuese necesario salir del rol establecido, tradicional y ya algo muerto de “papá de Inés” para lograr acercarse a la persona que se esconde detrás de su exitosa primogénita.
La extensión (por casi tres horas) del metraje deja respirar y vuelve palpable para el espectador por medio de los silencios, las distancias y las miradas, la soledad interior de cada protagonista, situando en primer plano la tranquilidad y paz interior con que Wilfred sobrelleva un tiempo entre los duelos dos seres cercanos -como son Willy, su perro fiel, y su anciana madre-, en contraste con el aparente éxito laboral, aunque sentimentalmente vacío, de la vida de su hija Inés.
Si bien lo que sucede en el film resulta cada vez menos plausible, los sentimientos de sus personajes, sus reacciones y procesos son totalmente verosímiles. En una alquimia compleja y bien lograda de absurdo y realismo Toni Erdmann remueve emociones personales y profundas, alcanzando la identificación y la empatía, tanto de sus protagonistas como del espectador.
El filme no cae en profundizar ni criticar más allá de su evidente superficialidad a la basura del mundo empresarial, más bien contrapesa la centralidad de un mundo laboral vacuo con dosis profundas y sinceras de humor y cariño. Lo mismo ocurre respecto de la siempre tensa relación entre un padre y una hija: la facilidad con que puede avergonzarla a la vez que sobreviene su deseo incontenible por acercarse a ella. De esta forma, Toni Erdmann abre una entrada honesta, lejos de cualquier siutiquería o psicologismo facilista, sobre la pregunta por la felicidad y el sentido de la vida.
Vanja Milena Munjin Paiva
Nota comentarista: 9/10
Título original: Toni Erdmann. Dirección: Maren Ade. Guión: Maren Ade. Fotografía: Patrick Orth. Montaje: Heike Parplies. Reparto: Peter Simonischek, Sandra Hüller, Michael Wittenborn, Thomas Loibl, Trystan Pütter, Hadewych Minis, Lucy Russell, Ingrid Bisu, Vlad Ivanov, Victoria Cocias. País: Alemania. Año: 2016. Duración: 162 min.