Ready Player One (2): A favor de la descontextualización

Ernest Cline es el autor de la novela original que Steven Spielberg ha adaptado para la pantalla grande, y es él mismo junto al guionista Zak Penn quienes escribieron el guión de lo que finalmente vemos en cartelera. Sin embargo, el camino recorrido hasta la cinta resulta curioso y da cuenta en buena parte de su carácter mas bien liviano y de pura entretención, algo en lo cual Spielberg no entraba a jugar tal vez desde la cuarta entrega de Indiana Jones, estrenada hace ya nueve años.

Los derechos para adaptar el libro al cine fueron comprados el mismo día en que fueron comprados los derechos para su publicación, lo cual sucedió el 2010, un año antes de la primera edición del libro. Es recién el año 2015 que Steven Spielberg entra en la historia y de alguna manera ordena todo de forma que obtenemos el producto que podemos consumir hoy: una cinta que ocupa la premisa del libro, su cáscara, algunos de sus personajes, pero que al mismo tiempo es absolutamente diferente en prácticamente todo lo demás.

Resulta claro pensar en que la novela misma fue afectada por la compra de los derechos cinematográficos, Ernest Cline tratando de pensar ya de forma visual a la hora de escribir nuevos párrafos o cambiar segmentos completos, y al mismo tiempo tratando de entregar una visión diferente sobre lo que él pensaba era el quid de su historia. Tenemos entonces la trama de un joven, Wade, que quiere encontrar el easter egg escondido dentro de Oasis, un universo en realidad virtual donde la mayor parte de la gente del mundo pasa su vida. El encontrar el easter egg, dejado por el creador de Oasis tras su muerte, le permitirá salir de la precariedad en la que vive, en un casi post-apocalíptico Estados Unidos marcado por el terrorismo y la crisis económica.

El filme ocupa mucho del lenguaje de videojuegos para establecer la dinámica que funciona dentro de Oasis, avatares, vidas, monedas, resurrecciones, armas, transformaciones, premios, incluso el concepto de easter egg, llaves, poderes, magia, etcétera. Pero, como dijo Héctor Oyarzún en nuestra primera crítica de este filme, no se lleva ese lenguaje verbal a un lenguaje visual de los videojuegos, algo que podría haber sido explotado, pero he ahí el punto. Estamos ante un futuro representado por Spielberg de manera inteligente, donde la realidad es gris y el mundo virtual es brillante, pero falso; entonces, resulta claro que hay aquí un punto de vista de madurez respecto a lo que será el futuro de la realidad virtual, donde pronto experimentaremos no sólo nuestro entretenimiento como cine, tv y videojuegos, sino hacia donde trasladaremos buena parte de nuestra experiencia social.

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Si hay algo a lo que recuerda el mundo de Oasis es a los más recientes experimentos de programas para realidad virtual, como VR Chat, una suerte de mundo virtual con cientos de salas y paisajes, donde los usuarios pueden usar el avatar que ellos quieran y conversar con otras personas, ya sea para hacer bromas, hacer alardes de sus avatares o incluso jugar juegos de rol, inventar situaciones y hacer cruces de franquicias de animé, televisión, videojuegos, formando un mundo cacofónico donde todo es posible. De alguna forma, la multitud de referentes presentes en Ready Player One, que ha sido uno de los puntos hablados más comunes a la hora de criticar o alabar la cinta, ya existen en un espacio virtual, sólo que aún no se encuentra al alcance de todos los usuarios. Pero serán como los smartphones, es cosa de tiempo.

Es entonces en un espacio donde todo es posible que tiene sentido que Oasis tenga todas las referencias posibles a personajes de cine y videojuegos pero sin la necesidad del peso asociado a la trama que les da origen. Todo se vuelve superficial y se descontextualiza, no aparece King Kong como una suerte de metáfora sobre el poder del amor ante la violencia del mundo, sino que aparece porque es un mono gigante que resulta vistoso y puede destruir edificios, autos y lugares. Lo mismo que en VR Chat uno no usa el avatar de Walter White de Breaking Bad para dar cuenta de una narrativa espectacular sobre la naturaleza difuminada del bien y el mal, sino que lo hace porque cree que el personaje es cool y que sería gracioso verle bailar el caño.

Lo mismo sucede con el libro de Ernest Cline, el cual pareciera tener un mayor interés por buscar la “importancia” de la cultura pop que rodeaba a Halliday y el autor, lo cual lleva a la búsqueda de las tres llaves, lo cual acá es rechazado y tomado mas bien como adorno, lo cual personalmente creo que es mucho mejor. El libro tiene diversos problemas, y la glorificación de la cultura pop es uno de muchos, por suerte la película deshecha buena parte de la trama original (digamos que descontextualiza todo) y nos entrega principalmente lo que venimos a buscar: entretención, carreras, peleas, acertijos, efectos especiales, explosiones y el poder apuntar a la pantalla cuando aparece Chucky, el muñeco asesino, y reírse. Porque Chucky acá no es un diabólico muñeco que tiene el alma de un asesino en serie atrapado en él, sino que es un simple ítem, un objeto a usar para molestar a tu enemigo y matarlo a cuchillazos. Y eso, creo yo, es positivo, porque lo asimila más a lo que es lo que está sucediendo y sucederá en la realidad virtual.

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Tal vez el único cambio del libro a la película que me resulta un tanto molesto es que el personaje principal, Wade, se presentaba como un don nadie que no podía tener acceso a ningún ítem especial o siquiera podía cambiar mucho su avatar, eso por la falta de monedas y dinero. Wade estaba circunscrito a un solo planeta dentro de Oasis, el planeta al cual va al colegio. Como es de suponer, Halliday quiere que todos sean capaces de encontrar su easter egg, por lo que la primera misión que debe cumplir el que quiera encontrarlo todo, se encuentra en ese planeta al que todos pueden entrar y muchos no pueden salir. Eso le daba a la trama algo de horizontalidad, algo que Spielberg rechaza y cambia por una carrera con autos, donde la falta de combustible de Wade es la única referencia que existe a alguna suerte de crisis económica que pena al personaje (la cual es solucionada rápidamente al completar la primera prueba).

Esta descontextualización temática y con respecto al libro ayudan a realizar una cinta liviana, que pese a tener mensajes cruzados a medida que se acerca al final, no deja de estar acorde a lo que creo debe ser la predicción futurista más acertada en los últimos años de la ciencia ficción. Spielberg no deja a tontas y locas la aparición de los drones, las cámaras de vigilancia, los campos de concentración y tantas otras marcas de que la historia se repite a partir de los avances de hoy. La tecnología sólo hace que se repita más rápidamente o de forma más eficiente.

 

Nota comentarista: 7/10

Título original: Ready Player One. Dirección: Steven Spielberg. Guión: Ernest Cline, Zak Penn. Fotografía: Janusz Kaminski. Montaje: Sarah Broshar, Michael Kahn. Música: Alan Silvestri. Reparto: Tye Sheridan, Olivia Cooke, Ben Mendelsohn, Lena Waithe, T.J. Miller, Simon Peg, Mark Rylance. País: Estados Unidos. Año: 2018. Duración: 130 min.