Pokémon Detective Pikachu: Escape del valle inquietante
En la película de 2017 Pokémon, ¡Yo te elijo!, luego de ser invadido por una fuerza oscura, el protagonista tiene una visión distópica donde imagina cómo sería su mundo si no existieran los pokémon. La alucinación es, realmente, una evocación de nuestro propio mundo: paisajes grises, llanuras secas demarcadas por torres de alta tensión, las vidas de niños y adultos organizadas de manera rígida, con el trabajo y estudio como ejes regularizadores.
En el reciente estreno Pokémon, Detective Pikachu, vemos la antípoda de esta idea. El film dirigido por Rob Letterman transcurre en Rime City, utopía en la que conviven humanos y pokémon en paz absoluta, ayudados por tecnología de punta, y sin ni siquiera utilizar a estos animales fantásticos para batallar (hecho que es la premisa de los videojuegos y la serie de animación). Las luchas en este universo se han trasladado a la escena underground, antros ilegales donde los entrenadores llegan a utilizar estupefacientes en sus mascotas para hacerlos pelear con más vigor.
Suena oscuro, pero no lo es tanto. Detective Pikachu es una película pensada para el público objetivo de esta franquicia, es decir, niños y niñas entre 6 y 12 años. La historia es más bien simple, a veces incoherente, pero veloz, episódica y, por lo tanto, amena; con altos momentos de creatividad en torno a un mundo explotado hasta el cansancio, como la curiosa Rime City, pero también con conceptos refritos utilizados con intenciones marketeras (otra vez Mewtwo como amenaza, organizaciones criminales operando de manera no-tan-secreta, o el eterno protagonismo del ratón eléctrico, ahora con sombrero de detective).
Donde la película sí brilla -literal y figuradamente- es en su construcción visual. Sus colores reventados, tanto en las luces de neón de la ciudad como en la piel digital de los pokemon, nos llevan de inmediato al imaginario de los videojuegos de las últimas décadas, imágenes sintéticas e híperaceleradas dispuestas a nuestro entretenimiento visual.
Detective Pikachu asume sin problemas que no le interesa que la unión entre real y digital se vea armonioso. Al contrario, busca el exceso, los movimientos imposibles, las criaturas llamativas, el vestuario kitsch, la iconografía barroca. Incluso, la cinta le da una preponderancia significativa a las piezas visuales que construyen este mundo: la señalética urbana, los afiches, las vallas publicitarias. Todo parece gritar, reclamando la atención de nuestros ojos.
En este sentido, la película aceptó por completo las reglas de la famosa teoría del valle inquietante: los límites dentro del híbrido realidad-animación deben estar claramente definidos para que no nos parezca repulsivo. He ahí la lección que acaban de aprender los realizadores de la futura película de Sonic el Erizo, cuyo diseño causó indignación al lanzarse su primer tráiler. El protagonista digital tenía una estructura ósea demasiado humana, que se recortaba de manera grotesca contra los espacios que asumimos como reales (aunque estos sean, de hecho, también digitales), por lo que se decidió “arreglar” volviendo al modelo redondo e imposible del videojuego.
Detective Pikachu escapa con inteligencia de este problema al abrazar la artificialidad como elemento estético. A medida que la película avanza casi se nos olvida que estamos contemplando un montón de códigos programados a través de computadores. Contradictoriamente, como buena parte del cine posmoderno y de los aspectos virtuales de la vida contemporánea, a veces resulta tan falso que nos llega a parecer real.
Nota comentarista: 7/10
Título original: Pokemon Detective Pikachu. Dirección: Rob Letterman. Guion: Dan Hernandez, Benji Samit, Rob Letterman, Derek Connolly. Fotografía: John Mathieson. Montaje: Mark Sanger. Música: Henry Jackman. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 104 min.