Philomena (Stephen Frears, 2014)
La nueva película del director de High Fidelity y The Queen ofrece desde el comienzo una combinación de elementos que promete no fallar: el siempre gracioso Steve Coogan y la perfecta Judi Dench en los protagónicos; una historia de interés humano con toques de crítica social; un tono liviano; y la ejecución precisa que caracteriza a Frears. El resultado es un film de bajo riesgo que cumple con entregarnos una historia muy bien contada, y por ende, entretenida, interesante y que no cae en sentimentalismos baratos.
En Philomena, Martin Sixsmith (Coogan) es un periodista que, tras una humillante salida de un cargo público, trata de reinsertarse en el mundo de la prensa escrita. Así, llega a sus manos la historia de Philomena Lee (Dench), una anciana irlandesa que hace cincuenta años fue obligada a dar a luz a su hijo bastardo en un convento de monjas, quienes más tarde dieron en adopción a dicho bebé contra la voluntad de Philomena. Ahora, después de haber formado una familia nueva y con sus hijos ya adultos, Philomena se embarcará en la misión de encontrar a su hijo perdido. Sixsmith, con la finalidad de escribir un artículo, ayudará a Philomena y la acompañará a Estados Unidos, lugar donde su hijo fue llevado.
Bajo las dinámicas clásicas de la pareja dispareja, la historia conmovedora del reencuentro familiar y la intriga que se resuelve de a poco, pista tras pista encontrada, la película desarrolla sin caer en lo caricaturezco el tema de la fe y la pérdida de esta, el choque entre lo antiguo y lo nuevo, siempre en la dinámica que se da entre los personajes de Coogan y Dench.
Es acertado cómo, cuando sentimos que el relato se dirige directo a lo moralista, hay un giro, un gesto, un diálogo que nos trae de vuelta al cinismo, pero no como un anti-valor, si no como un mecanismo de defensa propio del individuo moderno que vive bombardeado por la desconfianza. Frears no juzga los caminos ni decisiones de ninguno de sus personajes, si no que los hace convivir y eso nos lleva como espectadores a identificarnos en la pantalla y a cuestionarnos a nosotros mismos.
Philomena es un relato hecho con delicadeza y precisión (y quizás, si es que hay que criticarle algo, sin mayores atrevimientos), con una amplitud que va desde lo emocional hasta lo cómico, y nos presenta un punto medio entre la fe ciega y el cinismo. Es, sin duda, la habilidad de un director con experiencia – como lo es Frears – lo que evita que esta película sea un montón de momentos melozos y nos permite a los espectadores cuestionar lo que vemos y comenzar a formar una opinión propia a partir de los valores universales y no de un punto de vista moralista sesgado.
Pato R. Gajardo