Petit Frère (1): La inversión de la cámara como acto político
Petit Frère, documental dirigido por Roberto Collío y Rodrigo Robledo, llega a instalar reflexivamente lo que significa para un inmigrante, en este caso haitiano, llegar a otro país. El relato es contado en primera persona: Wilner Petit-Frère es un joven haitiano que llegó a Chile y que trabaja en una estación de bencina de una comuna del barrio alto de Santiago. Por medio de un Boletín dirigido a su propia comunidad, Wilner sigue los pasos de las actividades de la comunidad haitiana, desde donde observa la cultura chilena.
Más que mostrar la contingencia de un choque, siempre conflictivo en la relación que se da en nuestro país con los inmigrantes, la película aborda el tema con tono humorístico y trágico el sentido de extrañamiento que se suscita en la comunidad haitiana al estar en un territorio de otro continente. Como ajeno a cada circunstancia, el documental invierte la cámara para hacer visibles los boletines de Wilner que intentan comprender cada detalle de las costumbres chilenas: la cueca como baile folclórico tradicional; los televisores puestos en sectores públicos, en los que los medios de comunicación chilenos mediatizan noticias analógicas al proceso de inmigración; o, simplemente, situaciones incómodas al ir a la playa o en una piscina ocupada por familias chilenas intimidadas por lo desconocido.
Esta puesta en escena de imágenes del Boletín es a su vez acompañada de un correlato más intimista y poético, que busca retratar la tristeza interna que padece una colonia históricamente utilizada para el esclavismo, junto a una voz en off de habla francesa que nos recuerda sus orígenes. El primer plano de una tela en blanco da inicio a la película, y a medida que la trama avanza, volvemos a ella, cada vez más intervenida con pinturas, hasta volverse un cuadro de manchas, con un rastro rojo que la cruza. En otra reflexión, el desierto árido de nuestro territorio es homologado al planeta Marte. ¿Qué sentiríamos si fuéramos a Marte? Probablemente un sentimiento de extrañamiento difícil de imaginar o comprender. Aquí el documental hace una representación humorística de esta dificultad con una cámara robótica que pasea por Marte o por La Vega central de Santiago y que todo lo observa, generando imágenes borrosas que construyen una vertiginosa sensación de enajenación y extrañamiento.
No obstante, Petit Frère llega también a escudarse en la propia barrera que explora. La simplicidad del retrato de este extrañamiento es también un reflejo de cierta distancia desde lo autoral, y que guarda concordancia quizás con su contexto de producción: que en Chile prevalece la casi nula convivencia de la sociedad nativa con las comunidades inmigrantes, en donde el caso de los haitianos no es la excepción. Con este factor en su contra, la película debe hacerse cargo de la realidad de los otros entregándoles la cámara para que nos cuenten sus vivencias. Y es que a pesar cierto tono interactivo del documental, los realizadores desaparecen como voz y se esfuman en el acto de regalarle la palabra al protagonista, quien con toda gracia logra que nos compenetremos con su forma de pensar, de vivir, de sentir. Sin embargo, ante la pregunta por el choque cultural y el punto de vista más íntimo, habría sido interesante también la incorporación de imágenes que colorearan mejor el otro lado del cuadro: el de los chilenos.
Con todo ello -el seguimiento de un haitiano y su mujer llegados recientemente a Santiago y el seguimiento de sectores de la comunidad haitiana residente en Chile-, Petit Frère se instala como una tierna invitación a reconocernos en el otro, desentrañando estereotipos y prejuicios desde lo cotidiano. Un documental con un ingenioso argumento, una aguda manufactura en cuanto a pulcritud de registro, y que adquiere valor como primer acercamiento a la magnitud de la negada y poco conocida realidad del inmigrante en Chile.
Nota de la comentarista: 8/10
Título original: Petit Frère. Dirección y Guión: Roberto Collío, Rodrigo Robledo. Producción: Isabel Orellana Guarello. Producción General: Daniela Zárate, Alba Gaviraghi. Compañía Productora: Araucaria CINE. Fotografía: Matías Illanes, Rodrigo Robledo, Roberto Collío. Sonido Directo: Diego Aguilar, Andrea López. Montaje: Mayra Morán. Diseño Sonoro: Flavio Noguera. País: Chile. Año: 2018. Duración: 70 min.