Operación Monumento (George Clooney, 2014)
La operación más monumental que podría lograr uno de nosotros es poder ver los primeros quince minutos de película sin querer pararse e irse de la sala de cine. Deben ser los primeros minutos de una película más desastrosos en los últimos tiempos, lo cual termina siendo muy extraño cuando se ve la película completa, aunque no perfecta, sí mantiene un nivel mucho más superior del esperado luego de tan desastrosa introducción.
Pareciera que todo va mal en los primeros minutos, con un lento, pero a la vez obvio, descubrimiento de unas obras maestras de la pintura que están siendo avaluadas por Goebbels, para luego introducirnos a una francesa que supuestamente colabora con los nazis, para sólo demostrar que “oh, en realidad no” cuando la vemos escupir en un vaso que le va a servir a tan mentado miembro de la cúpula nazi.
La película sigue con una exposición de George Clooney que le da un nuevo nombre a lo que en inglés se denomina “exposition” (se dice parte de la trama de manera obvia y muy explicativa, sin recurrir a elementos visuales o de diálogo), señalando lo que quiere hacer: salvar obras de arte que los nazis han robado y evitar que los mismos aliados bombardeen grandes hitos arquitectónicos históricos. Pero lo realiza de la manera más sosa y poco imaginativa posible, se para en un podio y hace pasar diapositivas mientras habla y explica al poco preocupado Presidente de los Estados Unidos.
Todas estas secuencias parecen estar montadas con una lógica poco usual, con fades suaves como si hiciera pasar mucho tiempo, pero en realidad sólo estamos cambiando de locación, cortes bruscos que nos mueven de un lugar a otro sin ninguna lógica (parecen estar justo mientras van a decir o están diciendo algo importante). También se establecen elementos de la historia de los personajes principales que nunca son retomados (hay algo sobre una enfermedad que tiene la esposa de Matt Damon, tomado, hablado y olvidado).
Y de repente, sin aviso alguno, una música circense que pareciera venir de una parodia a películas bélicas empieza a sonar y vemos los créditos de la película empezar. Vemos a los próximos personajes principales de la película ser reclutados de una manera casi caricaturesca, justamente siendo atrapados en “lo que hacen”, el arquitecto arriba de un andamio, el escultor esculpiendo, el crítico/académico viendo una danza, todo muy obvio y muy poco gracioso.
Por alguna razón ahí termina la odiosidad que uno pudiera tener hacia esta película, lo que sigue es una trama aceptable y que uno puede seguir. Hay varias tramas paralelas, y claramente no todas funcionan como se querría, pero no creo tener la capacidad de decir que una es decididamente buena o mala, todas tienen sus puntos altos y bajos a medida que avanzamos en la guerra.
Hay un pequeño afán de George Clooney de ingresar comedia en esta historia, de tomarlo por el lado de la chacota y alivianar toda la grave situación que estaba pasando realmente: la posibilidad de la total desaparición de la mayor parte de las obras maestras artísticas de la historia de la humanidad (el famoso decreto Nerón, firmado por Hitler, termina siendo el peor enemigo de la Operación Monumento, uno que indica que si Alemania cae, todo debe ser destruido).
Sin embargo, este humor tiene poca respuesta y gracia, pero parece estar hecha de esa forma, hay pausas después de ciertas frases que, supongo, es para dar el espacio para que el público ría, pero esto no creo que ocurra nunca. Las bromas están basadas en cosas simples y livianas, poco graciosas, situaciones más incómodas o ridículas que completamente humorísticas. Lo que quiero decir es que ni siquiera el rostro y los intentos de Bill Murray para que nos riamos de sus impertérritas intervenciones logran sacar alguna carcajada.
Por la formación del grupo, la época en la que se sitúa e incluso la repetición de ciertas frases (Bill Murray dice “Vamos a dispararles a unos nazis” mientras Bob Balaban asiente sonriendo), podría decirse que esta es una versión sin humor, sin ingenio y sin la creativa dirección que tiene Inglourious Basterds (2009). Una versión sin gracia de la amada película de Quentin Tarantino.
Pero dentro de qué contexto se inserta esta cinta viene a ser una pregunta interesante a la hora de buscar el por qué detrás de tantas estrellas y actores famosos, acompañados por una historia que promete al menos para pasar el rato, y sin embargo el resultado sea algo tan monótono y apenas aceptable.
Esta cinta se encontraba dentro de las favoritas que serían nominadas al Oscar en casi todas las categorías, esto es debido a que se trata de una película dirigida por Clooney, que ha sido nominado en varias ocasiones, pero nadie la había visto. Iba a ser estrenada en Estados Unidos en noviembre/diciembre, época donde suelen estrenarse las películas que quieren que sean tomadas en cuenta para los premios. Sin embargo, de un día para otro fue atrasada a una fecha de estreno en febrero, haciendo imposible su nominación.
Generalmente las películas que se estrenan en esas fechas son películas a las que no se les tiene fe en cuanto a su crítica o su audiencia, resultando en un mes bastante poco productivo para los estrenos norteamericanos en específico. El hecho de que la cinta de George Clooney fuera rebajada a ese estado dice mucho de los problemas que tiene la cinta, se trata de una película que no se arriesga con nada, y trata de agradarle a todos, es una sátira comedia poco reflexiva sobre un tema universalmente apreciable, como es el arte.
En esta era de películas norteamericanas marketeadas y vendidas a mercados internacionales con meses de anticipación, la búsqueda de la medianía, de esa actitud seudo derrotista del director que tiene que cambiar sus visiones para poder lograr que su película pueda ser estrenada en más de 3000 salas en todo el mundo, es un panorama triste para el futuro, sobre todo cuando alguien tan “poderoso” como Clooney también fue pasado bajo la máquina, al tener que agachar el moñó, dejar que tomaran su película y la hicieran lo que tenemos ahora en nuestras salas.
Jaime Grijalba