Los jóvenes salvajes (2): Carne de culebra de pantano

Por Nicolás Araya

"El mar es un azar" decía el poeta Huidobro, y es esa la condición que podría resumir la emociones de esta obra, a medio camino entre el video arte y el cine experimental. La película se construye sobre los pilares de sensaciones febriles que nos transportan a los paisajes interiores de los personajes, donde convergen con la misma intensidad el erotismo y la violencia, calificativos provenientes tanto del clima tropical hipersexualizado como desde la inquietud propia de unos jóvenes desprejuiciados, quienes exigen su bocado de libertad para el goce y el hedonismo.

Bertrand Mandico citó a Raúl Ruiz como un referente en una reciente entrevista, siendo ambos cineastas acogidos por la exigente crítica francesa. Sin ir más lejos, Los jóvenes salvajes fue premiada como mejor película del año 2018 por la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma, la misma publicación que encumbró a Ruiz como autor de culto en la década de los ochenta y que fue cuna de la Nouvelle Vague. Es notable el reconocimiento otorgado por la revista, la más influyente del cine, al permitir visibilidad y contención a una obra que es fruto de la renovación del lenguaje cinematográfico, un film singular que logra distanciarse de las convenciones retrógradas del cine industrial estadounidense. Ese solo gesto permite mantener viva la esperanza para cineastas resistentes al canon que dicta las reglas narrativas del cine y el audiovisual a nivel mundial, el cual se ha organizado alrededor de plataformas como Netflix y sus series "que son otra vez el puro argumento, una estructura mecánica y decimonónica por más que esté bien hecha", como dijo la cineasta argentina Lucrecia Martel. Un retroceso impuesto por un modelo y una cultura oficial de carácter conservador en términos de imagen y sonido.

Hay una correspondencia entre el cine de Mandico y el de Ruiz, ambos comparten el gusto por fabular y reorganizar la estética fílmica utilizando recursos propios de las vanguardias, para así conseguir un retrato único de la realidad. Es notable la influencia literaria de Robert Louis Stevenson en este filme, una conexión ya vista en Ruiz, quien adaptó su libro La isla del tesoro en su película homónima de 1985. Una playa oscura junto al gemido de las olas acompañan una enigmática botella medio vacía que yace enterrada en la arena en primer plano, así comienza la historia. Luego, un adolescente desorientado y agitado aparece en escena tambaleándose y descubre el frasco recogiéndolo para beber de él y saciar su sed. Poco a poco se configura un lugar que no existe pero está ahí, confundiendo a la razón por diferentes escenarios oníricos, en una forma liberada de las reglas que dictamina el realismo y el cine narrativo más usual, ese que subordina las imágenes a la historia. Hay una búsqueda que dialoga con las referencias del cine clásico y con la estética de las vanguardias europeas como el surrealismo francés y el expresionismo alemán.

les-garcons-sauvages

Posterior al ejercicio alcohólico, el joven de aspecto astroso mira a cámara y embiste su cabeza contra una roca, cual animal desquiciado por una furia de causas enigmáticas. Un despliegue que se puede considerar un símbolo de repudio por trescientos años de racionalismo, la cual se considera la epistemología dominante de conocimiento verdadero. El pintor español Francisco de Goya expresó el abuso de la razón en su grabado “El sueño de la razón produce monstruos” de 1799, expresando las contradicciones del arte, donde colisiona la nueva luz de la Ilustración con las antiguas formas de pensar europeas. Es el campo artístico el lugar predilecto donde se puede observar el desencuentro entre la razón con dilemas provenientes de otras metodologías de vida o formas de resistencia que no aceptan el proceso histórico de implementación de la razón.

El joven luego del golpe cae desfallecido, durmiente luego de una aparente crisis es conducido por un grupo de marineros a través de la playa. En esta cronología el durmiente sirve de reflejo de la razón dormida y la personificación de los monstruos al perder la claridad de la razón, quienes como animales de la oscuridad nos inducen en una narración inmersiva donde se puede experimentar un espacio-tiempo dibujado en la extravagancia, que es cautivante al transformar el lenguaje de las imágenes. La película, exuberante en sentido simbólico, contiene innovaciones técnicas propias de un cine radicalizado que se distancia de los clichés del cine clásico y conecta con un cine sensorial de amplitud a la percepción de la realidad. Es así que una aparente gratuidad o falta de sentido será una molestia para los seguidores del cine comercial, más acostumbrados a los géneros definidos que apelan a una narrativa lógica-racional, y están constituidos de una pobreza narrativa en cuanto pasan por alto cualquier signo de cotidianidad e incoherencia en desmedro de grandes acontecimientos y apologías heroicas, rasgos propios de los relatos predecibles que circulan en un tránsito hacia un punto culminante en un cine simplificado y funcional.

Fundamental e indisociable es la reflexión sobre la Razón y su relación con el máximo revés que tuvieron la utopía humanista y la Ilustración con su decadencia hacia mediados del siglo XX producto del Holocausto. Hay enigmas que son muy difíciles de explicar, recordada es La cinta blanca (2009) de Michael Haneke y su retrato de una comunidad alemana protestante de disciplina muy rígida que incluye un patriarcado económico que somete a sus habitantes a través de una crueldad replicada a todos los niveles, lo que cimentó un camino en la historia alemana que culminaría en el nazismo y el origen del mal. Los jóvenes salvajes por su parte, expresa el sinsentido de un grupo de cinco jóvenes burgueses que devienen en pandilla, fortaleciendo en grupo sus carencias individuales para poder dar rienda suelta a una sexualidad delictiva que manifiesta la tensión de una sociedad entre el progreso y la barbarie. Todo esto da pie para la reeducación a través de un personaje sádico que refleja la agudeza social del autor y el doble estándar de la sociedad, siendo enviados a una selva sugerente, rica en hormonas y al mismo tiempo un lugar de revelación de su propia naturaleza. El concepto de suspensión de la incredulidad se presenta aquí sacrificando la credibilidad de las acciones en pos de una libertad fecunda para la imaginación y la poesía, utilizando al máximo trucos ópticos de lo más artificiosos para un efecto ilusorio, como la utilización de la doble exposición, el cambio de blanco y negro a color o la utilización de proyecciones, enfatizando la dimensión onírica.

Les Garcons sauvages

Esta ópera prima es una subversión que profundiza en los roles de género asignados por la sociedad, lo que conlleva la creación de una rabia colectiva que replica el mandato del patriarcado visible en los chicos salvajes, quienes ejercen un poder fálico y al mismo tiempo, en contraste, son representados desde la androginia. Los cinco personajes varones son interpretados por cinco actrices, lo que hace énfasis en la ambigüedad de una experiencia confusa que se manifiesta en una atmósfera constante de delirio y sueño. Hay un refrán popular que dice "El mal persuadido de que es bien, puede ejecutar el peor mal", lo cual ejemplifica la rigidez del mito de la masculinidad, el mismo que provoca una conducta aberrante en la sexualidad de los protagonistas, quienes no concuerdan sus deseos profundos con las ideas sociales predominantes.

Así Mandico parece develar ciertas luces sobre un mundo convulsionado por los horrores sexuales provocados por el patriarcado, sobre todo aquellos que vienen desde la industria del cine, donde poder y placer están muy implicados. Si el mundo actual padece de una falta de sensibilidad por la estructura de la masculinidad, la película ofrece una posible solución: un cambio de lo masculino a lo femenino y un tránsito que permita habitar el lugar de la empatía, para no repetir salvajes comportamientos. Sin embargo, esto no responde el hecho de la violencia inherente que permanece luego del paso de hombre a mujer, hay componentes socioeconómicos que marcan la violencia y que se sugieren en el argumento como es la educación clasista del capitalismo y cómo esta es indiferente al sexo. Es la clase burguesa la que define ciertos patrones como roles de género, lo justo y lo legal, y tan compleja es la realidad, que la película expone estas problemáticas de manera encubierta, ya que no son nudos dramáticos dentro del film que promuevan su avance. La naturaleza gusta de ocultarse, lo que hace difícil conocer la realidad, una realidad que está atravesada por la competencia y donde no hay suficientes espacios para la colaboración, así la condición humana parece naufragar en un mar de incertidumbres hacia un destino de bruma y vértigo.

 

Nota comentarista: 8/10

Título original: Les Garçons sauvages. Dirección: Bertrand Mandico. Guion: Bertrand Mandico. Fotografía: Pascale Granel. Montaje: Laure Saint-Marc. Escenografía: Astrid Tonnellier. Música: Pierre Desprats, Hekla Magnúsdóttir. Reparto: Elina Löwensohn, Vimala Pons, Nathalie Richard, Sam Louwyck, Diane Rouxel, Mathilde Warnier, Christophe Barbier, Anaël Snoek, Pauline Lorillard. País: Francia. Año: 2017. Duración: 110 min.