La entrega (The Drop. Michaël R. Roskam, 2014)

La entrega es una película norteamericana con aires de europea en su tratamiento, lo que se agradece. Escrita por el bostoniano Dennis Lehane, autor de las novelas que inspiraron las películas Mystic River (Clint Eastwood) y Gone, Baby, Gone (Ben Affleck), y dirigida por Michaël R. Roskam, director belga con cuyo debut nominado al oscar, Bullhead (2011) introduce el mismo ritmo pausado y estética oscura e intimista que podemos ver en el film que nos convoca.

Es importante definir el origen mestizo de La entrega ya que, si nos quedamos sólo con la sinopsis, podríamos esperar una película más de crimen gangsteril, ubicada en los barrios bajos de una metrópoli norteamericana. Y es mucho más que eso.

Bob (Tom Hardy) es un (muy) introvertido bar tender en un local de Brooklyn, donde recurren hombres de clase media baja, constructores, y mafiosos. “El bar del Primo Marv” es administrado por Marv (James Gandolfini en su última actuación antes de morir), quien tiene conexiones con la mafia chechena, quienes a su vez utilizan el bar para lavar dinero. Después de que el bar es asaltado bajo extrañas circunstancias, Bob y Marv son presionados para recuperar el dinero de los mafiosos, al mismo tiempo que Marv comienza a relacionarse con Nadia (Noomi Rapace), una inmigrante que esconde un pasado de violencia. Bob, más como víctima del destino que por iniciativa propia, comienza a desentrañar secretos del barrio y de su gente, a medida que empieza a comprender quién está detrás del asalto de su bar.

La película avanza y el misterio que aborda Bob se revela rápidamente para el espectador, a pesar de que el ritmo del relato es lento, aparentemente inconexo, al igual que el comportamiento antisocial del protagonista, que denota serios problemas para relacionarse con los demás. Y en este punto es que el escueto pero poderoso currículum del director empieza a notarse. Roskam arma un relato donde las acciones son el background para un estudio de personaje. Bob es un personaje extraño y con poco sentido, hasta el giro final de la película. Todas las dudas e incoherencias con respecto al actuar del protagonista calzan en un puzzle armado cuidadosa e inteligentemente, en el cual la última pieza es la clave.

El cine norteamericano está tan obsesionado con la coherencia de la historia y el factor sorpresa, que los personajes se vuelven meros móviles de acciones, lo que imposibilita la empatía por parte del espectador.

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La entrega no es una película fácil de digerir a primeras, pero la recompensa que entrega con el desenlace hace de la experiencia estética (reforzada por una fotografía elegante y elocuente con el lento despliegue de información) un viaje que vale la pena.

Una apuesta arriesgada que se agradece, en el contexto de sequía de suspensos convincentes y con buenas actuaciones. Tom Hardy es, como siempre, muy correcto, y a Gandolfini… lo extrañaremos siempre.

Pato R, Gajardo