Juventud (1): Vejez erótica
Juventud es la segunda película en inglés del director italiano Paolo Sorrentino (1970). Cuenta con un gran elenco (Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano y Jane Fonda) y ha sido muy comentada. Recordemos que La grande bellezza (2013) de Sorrentino ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
Sorrentino suele ser asociado con Fellini. De hecho, Juventud lo homenajea a través de un diálogo con 8½: Fred Ballinger, un compositor, se hospeda en un lujoso centro de relajación y repasa su vida. Los hoteles son un elemento narrativo muy provechoso: cada huésped representa una historia diferente. Así, como en cintas de Fellini, la historia transcurre en un despliegue caleidoscópico de personajes y contrastes circenses de luz y sombra. También incluye una enumeración de figuras del pasado en tono de delirio. Ahora bien, aunque Sorrentino coquetea con el mundo onírico, no borra las fronteras del sueño como se ve en Fellini, probablemente porque este salto iría contra la estrategia de la película.
En efecto, Juventud nos remite a la inagotable diatriba sobre la dimensión artística del cine: uno puede sentirla como una obra creativa, pero también resiente su estrategia para alcanzar objetivos de prestigio. Juventud cumple los requisitos para ser considerada una película “clásica”: actores de renombre, temática filosófica del envejecimiento, una fotografía con tomas majestuosas, acumulaciones de planos fijos asimilables a pinturas –por lo mismo, alguien la tildó de copia de The Grand Budapest Hotel (2014) de Wes Anderson. Y sin embargo, al final, el filme nos deja sobre todo una sensación cremosa con su cuidada fotografía de revista de moda.
La estrategia de buscar el tono clásico, las citas de prestigio, pero sin abandonar la estrategia masiva, implica forzosamente riesgos. Por ejemplo, el personaje de Paul Dano cita a Novalis, pero los propios personajes se sorprenden con sarcasmo ante este cultismo. En otro pasaje, Fred compone música moviendo sus manos y agitando en su mente las campanas de un tropel de cabras alpinas: la película sugiere la idea en algunos segundos, pero rápidamente la abandona (sin desarrollarla) por respeto a su estrategia masiva. Un último ejemplo. Existe una argucia narrativa recurrente: para deslumbrar al espectador, en muchas historias se menciona una obra maestra que solo existe en la ficción pero que uno no llega nunca a presenciar (solo se anuncia). Juventud apuesta por presentar realmente esta “obra maestra”, la composición de Fred, pero aparece con la estrategia de asociación a lo clásico a través de un video montaje de un concierto de música docta, y uno se pregunta si incluir un registro de música orquestal transforma a la película que lo contiene en una obra clásica.
Más allá de esta intromisión de un propósito, la cinta aborda con imágenes significantes lo que anuncia el título: la edad. Por la lógica de contrarios, juventud quiere decir vejez. Todo joven será viejo algún día, todo viejo fue joven. Ambas realidades cohabitan en potencia a través de la conciencia o la memoria. En Juventud, esto suele suceder en escenas acuáticas. Por ejemplo, en baños comunes se contraponen mujeres desnudas de diferentes edades como si fueran un solo cuerpo. En otro momento, en una piscina, se encuentran las tres edades clásicas de la vida: un niño (violinista), un adulto (el personaje de Paul Dano) y la vejez (Fred). Los tres unidos en el mundo paralelo que es el agua. Asimismo, los roles atribuidos a cada edad se mezclan. Fred entra en un cuarto. El niño violinista interpreta su obra más difundida (y que por lo mismo él evita). El niño contesta como un adulto (“no solo es simple, además es hermosa”), mientras que Fred contesta erráticamente (“si no crees que soy el compositor, puedes verificar en el mesón del hotel”).
También se presentan imágenes grotescas del envejecimiento. De las aguas también surge Maradona, rechoncho y estertoroso, con lo paradójico de ver a una estrella deportiva con bastón: la genialidad física abrumada por la gula y otros menesteres. Asimismo, Jane Fonda interpreta a una actriz de edad avanzada, espesos afeites, peluquín dorado y pechos volcánicos, que lucha a brazo partido contra las arrugas.
En paralelo a estos cuerpos gastados, Juventud, obra visual, invoca en su espectador los efectos (la excitación) tras visualizar la juventud en cuerpos frescos. Así, Fred es masajeado por una joven, cuyo erotismo convive con sus frenillos (ambos símbolos coetáneos de la etapa de su organismo). También se sugiere el encuentro entre cuerpos jóvenes y ancianos a través de la prostitución: encuentro en que el dinero fuerza a su manera las distancias.
Detengámonos en un pasaje central. En un momento inducido a clímax por la levitación de un monje oriental, con arreglo épico de cuerdas de fondo, se introduce la epifanía erótica necesaria a la estrategia masiva: el desnudo de una criatura validada como paroxismo sexual por los otros personajes (carga el rótulo de Miss Universo). La madona se desnuda ante Fred y su mejor amigo, ambos ancianos. Esta escena es concebida como una zanahoria para los espectadores y fue usada como afiche apelando a una estética de medianoche. A nivel narrativo, presenta el reinado de la libido sobre la vejez del protagonista y su amigo. Nuevamente, el líquido es un lugar de comunión: los ancianos comparten con la Miss las aguas cálidas de una piscina termal, espacio común en que los cuerpos comunican, al menos en las fantasías eróticas. Los dos viejos observan ese cuerpo de revista erótica sin disimulo, boquiabiertos y divertidos. Michael Caine vuelve a ser el perverso víctima que interpretó en Blame it on Rio (1984): un hombre mayor cautivo por curvas jóvenes, que observa la debilidad humana ante su libido con sorpresa y sobre todo ironía (la llamada flema inglesa, que tan bien encarna Caine). Cada vez que el humor me recordó a Blame it on Rio, la película se me hizo amena y prescindible.
¿Cómo afrontar el envejecimiento? Ante la vejez, según Juventud, hay diferentes soluciones: seguir como si no ocurriera nada (actuando en teleseries bien pagadas) o aspirar a la perfección y terminar saltando del tren hacia las aguas del suicidio. Salvo, claro está, cuando la conciencia es ahogada por algún mal del cuerpo (como el Parkinson) y ya no se puede tomar las riendas del morir. Juventud apuesta por asumirse a sí mismo con lo que se ha perdido en el camino y quedó congelado, como los amigos muertos o las propias creaciones.
Juan Pablo Pizarro
Nota comentarista: 6/10
Título original: La Giovinezza. Dirección: Paolo Sorrentino. Guión: Paolo Sorrentino. Fotografía: Luca Bigazzi. Montaje: Cristiano Travaglioli. Reparto: Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Ed Stoppard, Jane Fonda, Madalina Diana Ghenea, Roly Serrano. País: Italia. Año: 2015. Duración: 123 mins.