John Wick 3 - Parabellum: El gran juego
Probablemente nadie tenía pensado que John Wick se convertiría en una de las sagas más entretenidas del último tiempo. Keanu Reeves cuenta en una entrevista que ni su director Chad Stahelski tenía pensado que harían más de una. Y aquí estamos, la tercera película del hitman monosilábico de Bielorrusia llegó como éxito taquillero, la manera más inmediata de medir el impacto de este tipo de películas en los espectadores, y hasta prometiendo una cuarta película que, como con todas las anteriores, ya sabemos de qué irá.
No es problema. John Wick es el tipo de película que anula los spoilers. No esperamos saber qué pasará con la historia, pues esta se nos presenta como un enigma menor, habrán vueltas y cuestiones inesperadas, pero nada que no haya ocurrido antes en el mundo de las películas de acción. Esto es así especialmente en esta saga, que no se reinicia en cada entrega, sino más bien continúa con lo que va dejando desde la primera película. La sinopsis de aquella sirve también para esta: a un asesino le matan el perro y cobra venganza. Así de simple y ridículo. Lo que vemos ahora son las consecuencias de la decisión que tomó John Wick desde ese entonces hasta ahora, una continuación con muy pocas pausas, especialmente en Parabellum, que comienza minutos después de donde nos dejó la anterior: el protagonista pasó de ser protegido por El Continental y la Mesa Alta a ser un excommunicado, perseguido por el mundo al que siempre perteneció. No hay asesino en el mundo que no esté al tanto de su situación, ni del altísimo precio puesto en su cabeza.
Las peleas y la coreografía son el punto de entrada. El placer inmediato. Es por eso que John Wick, a diferencia del resto de blockbusters, que abusan hasta el cansancio de la idea del spoiler para generar más recursos (el negociado del spoiler es evidente: vayan a ver pronto la película o se la arruinarán. El valor de lo cinematográfico reducido a un punto clave de la historia, las películas basadas en la sorpresa, etc.) a diferencia de estos blockbusters, decía, John Wick basa su atractivo de entrada en lo coreográfico, es decir, lo estético. Es imposible arruinar el visionado de una pelea entretenida. Mientras sea realmente entretenida, la vamos a querer ver mil veces, y allí esta saga está puntos sobre el resto, el uso de las pistolas, por ejemplo, como si fueran cuchillos, disparos a distancia corta para asegurar las muertes, es un toque distintivo en nuestro héroe.
Pero no todo el atractivo está puesto en bellas coreografías de acción. John Wick crea y expande un mundo de lenguaje propio que enriquece la historia, pero que además le da una lógica interna, un entendimiento específico del universo en el que se mueve el protagonista. Hablan de Nueva York como si se tratara de la ciudad, pero al verlo desde sus puntos de vista sabemos que no es la misma Nueva York, se trata de otra ciudad, una sub-ciudad, que funciona por debajo o en el entremedio de lo conocido. Esta tercera parte continúa una idea que su predecesora había dejado muy en claro: el mundo es un escenario y una máscara, debajo de las caretas están los asesinos, aquellos que funcionan en paralelo a la vida normal, de la que apenas recibimos pequeñas dosis en estas películas. La idea, en todo caso, no es una reflexión a propósito del estado del mundo actual (aunque podría serlo), sino una que está ahí para darle fuerza interna a la película y su propio mundo. En eso es donde esta saga es especialmente responsable: se hace cargo de lo que ha creado, le da vida y lo notamos.
John Wick se mueve por la ciudad como quien camina dentro de un videojuego de mundo abierto en el que no importa a la hora que llegues, allá donde abras la puerta habrá vida, un tipo de vida muy específica, subterránea y ceremoniosa, las instituciones allí parecen funcionar 24/7, sin descanso y en un ritmo desinteresado en lo que ocurre afuera. También el universo de la saga es el de un gran juego, uno muy en serio, en el que todos los participantes se adscriben a ciertas reglas bajo las que les es permitido jugar. Es por esto que los perseguidores de John Wick, los demás asesinos de diferentes nacionalidades, son, además, sus admiradores. John Wick es una leyenda dentro del juego, el mejor de todos, y todos quieren ganarle, es el logro máximo, aparentemente imposible. Lo interesante es que no se trata de un juego que ha creado sus reglas, sino que al revés, da la impresión de que son las rígidas reglas las que han convertido al mundo del asesinato en un juego, pues tras lo burocrático y la ceremonia está la admiración y la aproximación infantil. Sin reglas no habría juego y, aún con sus entretenidas coreografías de acción, tampoco habría película.
En la convivencia de estos factores está, en parte, el valor de John Wick. También hay otras variables importantes, como el hecho de que Chad Stahelski, el director de las tres películas, haya sido doble de acción (fue quién dobló a Brandon Lee luego de su muerte filmando The Crow), o de que su protagonista sea Keanu Reeves, uno de los actores más queridos en redes sociales (y sin esforzarse mucho por serlo). Pero nada de esto por separado asegura un buen filme. Reeves ha protagonizado cosas menores y deshechables (Knock Knock sería un caso cercano), y el tener experiencia en un arte específico no asegura una buena película. No hay que exagerar: desde cierto punto de vista, John Wick es también una película menor. Lo que la enaltece es el evidente entusiasmo de sus participantes en este tipo de películas, y de ahí el buen resultado.
No sabremos si seguirá a la altura, pero con tres películas John Wick se ha mantenido una saga muy divertida. Quizá su humor, ya demasiado autoconsciente de lo que entregan como producto a estas alturas, tenga momentos medio absurdos, como si se estuvieran riendo de sí mismos, lo que de partida no tiene nada de malo, pero que escapa de la lógica interna que han ido construyendo. Habrá que ver si saben cerrar la saga o si la convertirán en un chiste largo, que es el riesgo que corren casi todas estas franquicias cuando adquieren la fuerza (y el registro económico, claro) que ha adquirido John Wick. Pero una cosa es cierta: han llegado a ser un blockbuster por mérito genuino, lejos del bombardeo publicitario del resto de estrenos con los que compite (lo que no quiere decir que estén exentos de gastos en este sentido), y, bueno, con Keanu Reeves en sus filas.
Nota comentarista: 7/10
Título original: John Wick: Chapter 3 - Parabellum. Dirección: Chad Stahelski. Guion: Derek Kolstad, Shay Hatten, Chris Collins, Marc Abrams. Fotografía: Dan Laustsen. Reparto: Keanu Reeves, Halle Berry, Ian McShane, Anjelica Huston, Laurence Fishburne, Lance Reddick, Asia Kate Dillon, Jason Mantzoukas, Mark Dacascos, Yayan Ruhian, Cecep Arif Rahman, Robin Taylor, Tobias Segal, Saïd Taghmaoui, Jerome Flynn, Randall Duk Kim, Margaret Daly, Susan Blommaert. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 130 min.