En tu piel: El lenguaje infinito de los cuerpos
Si hay algo que definitivamente a Matías Bize le gusta y en lo que se despliega con comodidad, es la intimidad. Incluso cuando puede haber mucho alboroto como un concurrido cumpleaños (en La vida de los peces, 2009), Bize se las arregla para despegar a los individuos de las superficies repletas, para entronizar lo íntimo. Pero lo hace en contextos que de alguna forma nos son comunes y familiares, las más de las veces con historias que, de no ser por la forma en que son narradas, no nos parecerían interesantes en casi nada. No resultaría incorrecto a estas alturas afirmar que Matías Bize se ha consagrado como el cineasta de las historias mínimas, llevándolas con maestría a recalar profundo en ese tipo de espectador al que no le disgustan los planos largos ni los silencios y que no necesita golpes de adrenalina o eventos extraordinarios.
En tu piel, estrenada en salas de Santiago esta semana, es el último metraje del director chileno y, en la misma línea de todas sus películas anteriores, relata simplemente la historia de una pareja. Sin embargo, estrechamente ligada a En la cama, su segunda película (2005), En tu piel discurre también sobre la evolución de una relación casual, un touch and go que se escapa de las manos cuando los protagonistas empiezan a necesitar sus breves encuentros, enredándose emocionalmente. Sin más complejidad que ésta, todo es llevado al mínimo: dos únicos personajes (los protagonistas), un único conflicto repartido entre los dos y un solo espacio interior como escenario.
Dos jóvenes en pleno afán, terminan exhaustos en una cama, no saben sus nombres, se acaban de conocer y nada permite pensar que deban verse de nuevo. Y, sin embargo, seguirán sucesivas escenas de encuentros sexuales seguidos de conversaciones insulsas y nerviosas, que en la medida en que las citas se van repitiendo se vuelven más profundas, aunque siempre contenidas. El placer es solo divertido mientras se mantiene en el ámbito de los cuerpos y la piel, pero en cuanto traspasa esos límites materiales, y se acerca al compromiso afectivo, puede volverse doloroso. Esa parece ser la premisa de esta relación; en realidad de todos los acercamientos amorosos furtivos que empiezan así. Este filme evidencia el proceso que sobreviene a una calentura (que bien pudo dejarse ahí) hasta la eclosión de las lágrimas, pasando por los ensueños, las angustias, las dudas, los celos, la posesión y la partida… una verdadera campana de Gauss.
En términos cinematográficos, hay una estética a estas alturas muy reconocible y propia del sello del director, quien recurre a varios de sus anteriores colaboradores. La fotografía es límpida y cuidada, y contribuye a generar una convincente atmósfera. Bize ha dicho recientemente que su idea fue dar al espectador la sensación de ser un vecino que está husmeando estas citas secretas por un orificio en la pared, de manera que la cámara fuera imperceptible. Sin embargo, el truco no funciona del todo cuando se advierte que solo la cámara puede desplazarse en ese espacio único y porque solo ella puede alcanzar una serie de ángulos, distancias y perspectivas que al vecino le estarían vedados. De todos modos, es cierto que nos enteramos de lo que sucede únicamente cuando ellos están allí: todos los tiempos intermedios en que no están en ese lugar, todo lo que les pasa o viven cuando ellos mismos no se ven y siguen sus propios asuntos pertenece a sus vidas privadas, mas no a la secreta de la que somos testigos.
Enteramente filmada en República Dominicana, con actores de ese país (Eva Arias como Julia y Josué Guerrero como Manuel), se trata de una producción centroamericana, lo que resulta muy alentador para el cine de esas latitudes. En las actuaciones se siente una cierta naturalidad y química entre ambos protagonistas, pero eso no es tan sostenido. Lo mejor logrado es, precisamente, la fluidez de las escenas eróticas. Son bellas, plásticas y cada una de ellas totalmente justificada, considerando que el sexo es a la vez punto de inicio e hilo conductor de esta relación, hasta que empieza a perder terreno frente al amor o algo que se le asemeja bastante.
El guion (a cargo de Julio Rojas, guionista habitual de Bize) hace algo interesante cuando, en cierta forma, le confiere al sexo el rol de lenguaje, de instrumento de comunicación. Estos personajes no hablan demasiado, van creciendo en sus preguntas respecto del otro, se van inquietando y quieren saber más, pero el miedo latente a enamorarse y perder el control de sus respectivas vidas, de dejar todo lo que tienen y lo que parece ser bueno y estable los comprime y mantiene reprimidos y reservados. En este punto, en un marcado quiebre de la historia, una escena de celos se resuelve simplemente con una rabiosa interacción carnal, una manera única de “irse a las manos” y que concluye con el sabor amargo de una pelea definitiva. A mi juicio, ese solo manejo de la temática hace de En tu piel una película bella y conmovedora que merece la pena verse.
Nota comentarista: 7/10
Dirección: Matías Bize. Guion: Julio Rojas. Producción: Elsa Turull de Alma, Humberto Castellanos. Fotografía: Arnaldo Rodríguez. Montaje: Valeria Hernández. Dirección de arte: Miguel Llorca. Reparto: Josué Guerrero, Eva Arias. País: Chile - República Dominicana. Año: 2018. Duración: 76 min.