En pedazos (1): Fantasmas fascistas
Siempre me he preguntado qué criterios son los que deberíamos considerar para decidir si una película es buena o mala. Ciertamente, no basta con un guión preciso, un montaje afinado o actuaciones deslumbrantes; el cine, bajo mi punto de vista, es el arte de las partes: como hijo de su tiempo, se constituye de fragmentos donde el resultado depende de cómo se imbrican sus piezas. Entonces, podemos hablar de una gran dirección de arte, banda sonora o increíbles efectos especiales, pero necesitamos más que eso para asegurar un buen film. Y más importante aún: lo técnico puede marchar correctamente, pero si la película no nos dice nada, ¿qué nos queda? De este modo, el fondo se articula como la base de cada narración y lo formal debería construirse en torno a esto. Por lo mismo, mientras el punto de vista funcione, poco importa que todos y cada uno los aspectos técnicos corran a la perfección.
Pienso todo esto (sabiendo que no tiene nada de novedoso) a partir de la última película de Fatih Akin: Aus dem Nichts (In the Fade en inglés, En la penumbra o En pedazos en castellano). El film, estrenado en Sanfic el año pasado, ha recibido una crítica diversa y, en general, no muy buena. Probablemente en Chile se la lea con más escepticismo todavía, en tanto le ganó el Golden Globe a Una mujer fantástica. Sin embargo, aún me cuesta entender esta suerte de recelo ante la película de Akin. Por supuesto que si nos ponemos exquisitos, Soul Kitchen (2009) o Contra la pared (2004) son mejores. O la última cinta de Kaurismäki -El otro lado de la esperanza (2017)-, sobre migración y racismo en Europa, también. No obstante, no vale la pena comparar, en tanto la última obra Akin logra hacerse a sí misma con buenos resultados.
En pedazos narra como Katja -excepcionalmente interpretada por Diane Kruger- debe enfrentar la muerte de su esposo e hijo en un atentado. Antes de la tragedia, y en unos pocos minutos, la película nos permite entender la historia de esta familia: Katja y su esposo se casaron cuando él estaba en la cárcel cumpliendo condena por tráfico de drogas, y llevan una vida normal junto a su pequeño hijo, a quién educan con la inteligencia de quien no subestima a los niños; pero todo cambia el día que una bomba explota frente el negocio (legal) de su esposo, en pleno barrio turco de Hamburgo. Desde ahí en adelante, veremos a Katja enfrentar el duelo, buscar justicia y, cuando ésta no llega, venganza. En el film nos encontramos con un desfile de personajes, que parecen ser planetas orbitando en torno a la protagonista: dos grandes amigos, suegros que la culpan, una madre un poco racista, un padre avergonzado, un abogado siniestro y dos jóvenes neo-nazis que toman con ligereza sus actos. La película se estructura como una suerte de tragedia clásica en tres actos, donde la suerte injusta de la heroína se resuelve de una manera lo suficientemente feroz y dramática, para producir una catarsis en el público.
Otra de las virtudes de la película está dada por la gran empatía que logramos sentir por Katja. Y si bien esto se debe en gran parte a la actuación de Kruger, también sucede por un interesante trabajo narrativo hacia su protagonista. Así, no juzgamos la línea de cocaína en el baño, el intento de suicidio en la bañera o el golpe a la asesina en medio del juicio. Y aunque el guión podría desarrollar un poco mejor a otros personajes, aprovechar más su material de archivo, o buscar un mejor artilugio para dejar en libertad a los neo-nazis, es capaz de construir una entrañable madre contemporánea lejos de estereotipos. Al servicio de esta idea está la fría y elevada fotografía a manos de Rainer Klausmann (quien se luce en una magnífica secuencia hacia el final de la narración), que dialoga en justa comunicación con los elementos sonoros de una película que pasa del silencio a los estallidos con fluidez, y que a momentos impacta con una banda sonora oscura, autodestructiva y con una constante nota al aire que insinúa algo más.
Ahora bien, lo fundamental es lo que nos está diciendo Fatih Akin en su película. En pedazos no es una advertencia: es la constatación de una realidad que se podría pensar europea, pero que, sin embargo, no lo es en absoluto. En un mundo en movimiento donde las personas transitan, las diferencias también. Por lo mismo, es fácil que la intolerancia y los movimientos fascistas cobren fuerza de nuevo. Alemania y Grecia son los ejemplos claros, aunque, me pregunto a la luz de hechos sucedidos en nuestro país el último tiempo: ¿qué tan diferente es una bomba al apuñalamiento de tres mujeres en plena marcha a favor del aborto (y para qué mencionar el silencio cómplice de los medios de comunicación y el gobierno)? ¿O qué tan distinto es el juicio del film, escarbando en el pasado delictual de la víctima, al juicio de Nabila Riffo donde se cuestionó su vida sexual? ¿Y qué pasa con el completo arrojado al rostro de un trabajador haitiano porque un comprador se molestó ya que éste “tenía muy poca palta”?
Puede que la película de Akin bordee lo dogmático y que deje poco a la interpretación, o en un sentido griego, que fuerce en exceso la catarsis. Y aunque evidentemente existe un juicio moral, la película es buena. Bastante buena. Y en tiempos como estos, donde el fascismo se expande cobarde y silenciosamente, no me parece malo enfatizar ciertos discursos.
Nota de la comentarista: 7.5/10
Título original: Aus dem Nichts. Dirección: Fatih Akin. Guión: Fatih Akin, Hark Bohm. Fotografía: Rainer Klausmann. Música: Josh Homme. Montaje: Andrew Bird. Reparto: Diane Kruger, Numan Acar, Jessica McIntyre, Ulrich Brandhoff, Siir Eloglu. País: Alemania, Francia. Año: 2017. Duración: 102 min.