El seductor (2): Un posmoderno lobo feroz

¿Es El seductor un cuento de hadas, una comedia sexual o un thriller sicológico? Considerando el marcado eclecticismo de Sofia Coppola en sus anteriores películas, no es descabellado plantear que este remake es, al mismo tiempo, un poco de todo y de nada.

En plena Guerra de Secesión de Estados Unidos el cabo de la Unión, John Mcburney (Colin Farrell), malherido en su pierna, se refugia en un internado de mujeres que aún está habitado por unas pocas alumnas, una profesora y la directora. Allí, no obstante se trata de un yanqui -un soldado del norte y por ende del bando enemigo-, es atendido de la grave herida, cuidado y oculto de las autoridades sureñas por la directora, Martha (Nicole Kidman), y por quien le sigue en jerarquía, la profesora Edwina (Kirsten Durst). En este escenario, el cabo se siente afortunado y agradecido con sus anfitrionas: coquetea con Martha, Edwina y, además, Alicia (Elle Fanning), quien es la mayor de las alumnas y se encuentra en pleno despertar sexual. Paralelamente, el hombre trata de forjar un nexo de amistosa complicidad con las alumnas menores. Y así, en este contexto, se va desarrollando una constante competencia entre ellas por captar la atención del hombre de la casa.

El internado es una gran casa sureña enclavada en medio de un bosque de esmerada belleza gótica, muy parecida a esa noción centroeuropea de los cuentos medievales, en los cuales el bosque es ese misterioso ente que da refugio a todo tipo de desconocidos peligros. Las habitantes del hogar entienden que el único lugar seguro es esa casa y permanecen allí, pues el resto del mundo no es una opción real para vivir, sea porque no tienen a nadie más o bien parecen haber sido descuidadas por sus familias. Los árboles del bosque, góticos, con grandes ramas como brazos, aparecen como una frontera que delimita el relato y vigila a los habitantes de esa casa. No es casualidad que al comienzo (cuando el soldado ingresa a la casa por primera vez) y en el epílogo la directora sitúe el plano desde afuera, oculto detrás de un árbol o un enrejado. Este es un mundo clausurado en el cual somos voyeristas.

Por su parte, al interior de la casa las imágenes carecen de profundidad de campo, admitiendo un solo y específico punto de foco: las manos de Nicole Kidman que lavan y curan al soldado herido, las texturas de la piel mojada, los cabellos rubios virginales de las moradoras del internado, la pulcritud de sus vestidos, los contactos de piel, etcétera. Todos estos elementos hacen latente el nerviosismo por la irrupción de este elemento externo que desordena el orden interno del hogar, y que a su vez desencadena un transversal deseo sexual y una velada posibilidad de satisfacerlo.

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De hecho, en los primeros dos tercios de la película esta pulsión erótica que funciona como motor de las fuerzas dramáticas se va desenvolviendo como una comedia. Cada mujer se arregla para el soldado, usan joyas y se acusan mutuamente de coquetería, exponiendo así su soledad y la desesperación existencial en la que estaban sumidas antes de la visita del inesperado huésped. A su vez, el soldado, un sobreviviente a todo evento, detecta estas carencias y hace lo suyo, diciendo con la debida gentileza las palabras que ellas precisan escuchar.

Sin embargo, en la recta final de la película, cuando la contenida seducción pasa a la acción concreta, la comedia se desvanece y la película cambia su registro al de un thriller y todo se vuelve más líquido: la tensión sexual da paso a la paranoia, a la violencia y, por sobre todo, al miedo. Y es acá, a través del enfrentamiento entre este machista lobo feroz y este matriarcado liderado por Nicole Kidman, en donde Sofía Coppola encamina la historia hacia temáticas como la masculinidad, el empoderamiento femenino, la falta de comunicación y la (in)satisfacción sexual.

Pero también es en esta parte en donde su pulso posmodernista -con claras intenciones de renovar las formas clásicas- parece jugar en contra de la directora, pues todo transcurre tan apresuradamente que las temáticas antes mencionadas no son abordadas con la misma dedicación y empeño que Coppola había puesto en los aspectos estéticos del filme (lo cual sigue siendo su mayor fortaleza como realizadora). Y es en este desbalance en donde la película, al igual que el cabo John Mcburney, termina cojeando.

Nicolas Elías Adasme
Nota comentarista: 7/10

Título original: The Beguiled. Dirección: Sofia Coppola. Guión: Sofia Coppola (Basado en novela de Thomas Cullinan). Fotografía: Phillipe Le Sourd. Música: Phoenix. Reparto: Nicole Kidman, Kirsten Dunst, Elle Fanning, Collin Farrell, Oona Laurence, Angourie Rice, Addison Riecke, Wayne Pére, Emma Howard, Matt Story, Rod J. Pierce. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 91 mins.