El Rey Arturo, la leyenda de la espada: La medievalización en el audiovisual
El primer corte de El Rey Arturo: La leyenda de la espada duraba tres horas y media, y hasta el mismo director se dormía en las revisiones. Por eso, para mantener las escenas ya filmadas, Guy Ritchie y su equipo las truncaron a lo esencial y crearon una obra que es principalmente montaje: rápida, dinámica, y extrema. Esto no sucede solo en las escenas de acción, que efectivamente tienen intrincadas coreografías de duros golpes, sino en toda la película que se nos presenta en seis minutos sobre las dos horas. Los diálogos también son muy rápidos y ahorramos palabras hasta en los sobrenombres, al estilo de Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998) y Snatch (2000). Parecido a esas y otras de sus cintas, la película cuenta con una narración que tiende a lo circular, nos cuenta obsesivamente el pasado y la caída de Camelot y la dinastía Pendragon, para llevarnos a su nuevo auge. Un juego de poder medieval, con ejércitos, dos torres, elefantes y artes marciales: una era medieval imaginada.
La leyenda del Rey Arturo, con sus caballeros de la mesa redonda, la espada Excalibur, el reino de Camleot y el mago Merlín ha sido llevada múltiples veces a la pantalla. Al menos cinco películas silentes y varias de la década del cincuenta. Para los ochenta ya comienzan a aparecer películas de televisión, que hasta entonces solo había mostrado series. Hay épicas históricas, comedias, dramas y animaciones de una vasta gama de naciones. Sin embargo, me parece que la mayor influencia de esta nueva película es la actual tendencia de medievalización en las series de televisión histórica. Cuando se estrenó la fantasía medieval Game of Thrones (HBO, Benioff, Weiss 2011-en continuidad), su fama y éxito fue inesperado. En respuesta, History Channel creó Vikings (2013-2017), serie de Michael Hirst bastante más apegada a la historia, una saga en realidad, que revisita las conquistas de los daneses en distintas partes de Europa entre 790 y 911 AdC. Un año más tarde, y siguiendo el éxito de ambas series, Netflix creó Marco Polo (2014, 2016), basada en la corte de Kublai Khan entre 1271 y 1368. Esta medievalización de lo audiovisual, a su manera, puede verse también en Latinoamérica, dónde Fox+ y TVN, apoyados por la revitalización histórica del Bicentenario de la Independencia chileno, crearon Sitiados (Nicolás Acuña, 2015).
Las influencias de estas series y otras se pueden ver en El Rey Arturo: La leyenda de la espada, incluso en la selección de casting. Tom Wu interpreta a George, maestro de artes marciales en una corte que no es la suya, como también lo hace con su papel del Hundred-eyes en Marco Polo y su spin off. Aidan Gillian interpreta a Bill, astuto arquero, así como también a Petyr "Littlefinger" Baelish en GOT. Katie McGrath es la esposa de Vortigern (Jude Law) y además es Morgana en Merlin de la BBC (2008-2012). Las influencias vienen también de otro tipo de series y del mundo profilmico. El actor que interpreta a Arturo (Charlie Hunnam) es conocido por su protagónico en Sons of Anarchy (2008-2014), el futbolista David Beckham interpreta al desagradable jefe de guardia Trigger y la Dama del lago es Jacqui Ainsley, modelo y esposa de Ritchie. Además, los Vikingos como antagonistas, tienen un importante rol en esta cinta. Este pastiche de referencialidades es amplio y apela tanto a la televisión, como al universo Ritchie con sus característicos personajes, montajes y cinematografía, y también -por supuesto- a la propia leyenda del Rey Arturo.
Todas esas series que han aportado a la medievalización de la narrativa histórica en el audiovisual, tienen en común convenciones de la alta fantasía artúrica: una división entre la búsqueda espiritual y lucha política. En esta obra está la polarización entre magia y gobierno, entre el bien y el mal. En términos de la puesta en escena, esto también se refleja en elementos como contrastes de naturaleza indómita con complejas urbanizaciones de calles de barro, convivencias de intricados detalles y toscos materiales de vestir, attrezzo de época con alta visibilidad, iluminación natural o de fuego dentro de escena, los que apelan a una puesta en escena que reconstruyen el mundo histórico medieval.
El Rey Arturo: La leyenda de la espada, no es una excepción. La naturaleza de extremos despeñaderos y antiguos bosques con profundas cavernas está presentada como el paralelo mítico de Inglaterra. La naturaleza intenta ser domesticada por los grandes feudos, con un cierto sabor a Gondor de El señor de los anillos, y una megápolis como Londinium. Tanto Camelot como la capital medieval aparecen presentadas con intertítulos reminiscentes al cine histórico. Sin embargo, bajo las ciudades y escondidos del mundo -como en las Darklands-, las criaturas de fantasía viven en tranquilidad. Así mismo, en Camelot y las Darklands, las torres, como símbolos de poder, conectan los mundos mágicos y “reales”, dominando los futuros de los hombres. Eso si, esta película difiere de las series ya mencionadas en cuanto las representaciones de las mujeres, quienes aquí ni si quiera cumplen el Test de Bechdel.
La puesta en escena oscura, de noches iluminadas con fuego y días sin sol, nos hablan de los colores con que nos imaginamos la edad media, pero también del estado en que se encuentra el universo de la cinta. Aquí el fuego y la magia iluminan el mundo. Las cenizas que vuelan tras grandes incendios llenan la pantalla en múltiples escenas, sobre todo en la versión 3D. La magia oscura, con su frío y azul brillo, y la magia blanca, con su amarillo brillar, también gobiernan la puesta en escena a través de polos. Los vestuarios, más modernizados que los de las series de televisión, aún nos muestran lanas, gruesos tejidos y botas de cuero. Los simbolismos del vestuario se utilizan para identificar al protagonista y ver su valor moral, cuando, por ejemplo, un plano cenital nos muestra a muchos jóvenes de la edad de Arturo, apretados en un barco camino a Camelot y solo él tiene una chaqueta blanca. Estos detalles están presentados contra los intricados detalles de las armaduras de negros metales de Vortigern y sus soldados, en donde escarabajos y águilas nos enuncian grandes imperios, como el egipcio o el Tercer Reich.
La alusión a la Alemania Nazi no termina ahí. Bajo el palco del rey una gran águila de alas estiradas vigila al pueblo. Aún más, estos saludan a su rey con un movimiento de brazos que se flectan y estiran, mientras repiten su nombre. Dentro de la moda de la medievalización de la narrativa, el conflicto entre la búsqueda espiritual y el poder político se ejemplifica en esta película entre un joven, que por toda su adolescencia fue un trabajador común y que, al no recordar su privilegio, hizo de sus posibilidades un pequeño imperio. Estableció leales amistades y casi sin darse cuenta defendió a los menos privilegiados y los invisibilizados (los brujos y prostitutas en este caso). En contraste, el poder político lo tiene su tío, de clara inspiración totalitaria, quien está dispuesto a todo por mantener el poder. Él utiliza la magia negra, Arturo, aunque no lo sabe, deberá ocupar la magia blanca. Esta estrategia de modernizar el contexto histórico conocido, pero no fácilmente advertido, hacia polos políticos contemporáneos reconocibles y cada vez más apremiantes en el mundo de hoy, conduce no solo a una película que mezcle versiones visuales de lo medieval, sino que justifica la re-narración de la leyenda en términos actuales. Quizás, por esto el conflicto es descrito en la cinta con términos contemporáneos como la “resistencia” contra “el orden público.”
No deja de ser interesante que el arma que brinda la magia, otorga la victoria, y reencarrila la historia frustrada, es Excalibur. Ritchie, junto con las interpretaciones de Charlie Hunnam y Eric Bana (quien interpreta a Uther Pendragon), logran hacernos sentir que la espada no solo protege a quien la empuña, sino que le da la ventaja de disminuir la velocidad del tiempo, reinventando la manera de filmar y representar una lucha de espadas. Pero, quizás, también nos invita a cuestionar si lo que necesitamos para no caer nuevamente en gobiernos totalitarios es más tiempo para así reconocer el peligro de los tiempos en que vivimos.
Claudia Bossay
Nota comentarista: 5/10
Título original: King Arthur: Legend of the Sword. Director: Guy Ritchie. Guión: Joby Harold, Guy Ritchie, Lionel Wigram. Fotografía: John Mathieson. Reparto: Charlie Hunnam, Hermione Corfield, Jude Law, Astrid Bergès-Frisbey, Djimon Hounsou, Eric Bana, Katie McGrath, Tom Wu, Aidan Gillian, David Beckham, Jacqui Ainsley. País: Estados Unidos-Reino Unido-Australia. Año: 2017. Duración: 126 min.